El desdoblamiento propuesto por Robert Louis Stevenson en “El Hombre y la bestia” es más común de lo que se piensa, especialmente en la escena política argentina.
El domingo 28 de junio pasado, haciendo uso de su añeja profesión de periodista, Horacio Verbitsky ironizó en Página 12 sobre el retiro de su ex aliado César Milani al titular su nota “Razones personales”. Sin asomo de rubor, Verbitsky apunta en el copete: “La razón personal de Milani fue que el poder Ejecutivo perdió la confianza en él. Nunca debería haberla tenido”. Ese “nunca” que transfiere alegremente al Poder Ejecutivo, lo comprende como cómplice y encubridor del asesino del conscripto Alberto Agapito Ledo.
En un alarde informativo, donde combina la pericia profesional con informaciones suministradas por fuentes judiciales y de inteligencia, el periodista Verbitsky aporta un dato clave que omitió prolijamente el Verbitsky Presidente del CELS, durante todos los años que eslabonaron el irresistible ascenso del general Milani a la jefatura del Ejército: el estrecho vínculo entre el renunciado y otros connotados represores “entre ellos uno de los condenados por el asesinato del obispo Angelelli”.
Al comentar la causa por enriquecimiento ilícito que el juez federal Daniel Rafecas, le sigue al teniente general retirado César Gerardo Santos del Corazón de Jesús Milani, el periodista Verbitsky constata (recién ahora) que el imputado le compró un departamento en Moldes 2372, al comodoro falangista Luis Fernando Estrella, condenado a cadena perpetua hace un año, junto con el archiconocido genocida Luciano Benjamín Menéndez, por el asesinato –en 1976- del obispo Enrique Angelelli. Estrella también fue condenado a perpetua por secuestrar, torturar y asesinar, en la base de Chamical, a los sacerdotes Juan de Dios Murias y Gabriel Longeville, estrechos colaboradores del Pelado Angelelli “Después del golpe del 24 de marzo de 1976 –escribe Verbitsky- Estrella fue designado segundo jefe de la base de la Fuerza Aérea en Chamical, mientras Milani revistaba en el Batallón de Ingenieros en Construcciones 141 del Ejército con asiento en la ciudad de La Rioja. Estas dos unidades fueron el eje de la represión en la provincia”.
Efectivamente. Ambos, además, estaban bajo las órdenes de quien fuera Jefe del Batallón 141 e interventor militar en la provincia de La Rioja: el coronel Osvaldo Héctor Pérez Battaglia, un genocida a quien una muerte oportuna salvó de ser condenado a perpetua por el asesinato del obispo Angelelli.
El vínculo entre Milani y el comodoro Estrella, iniciado en la represión clandestina en La Rioja, continuado en el alzamiento carapintada de 1987 y comercializado a fines de los noventa en la operación inmobiliaria, que relató con precisión el periodista Verbitsky, nunca había sido tomada en cuenta por el Verbitsky presidente del CELS, esa especie de Cardenal Mazarino que –entre gallos y medianoche- asesoraba a la ministra de Defensa Nilda Garré y es, por lo tanto co responsable del irresistible ascenso del espía militar con más poder desde los tiempos de la dictadura.
En 2007, siendo coronel, Milani pasó a ocupar la Subdirección de Inteligencia del Ejército y a fines de ese mismo año fue ascendido a general de brigada, con acuerdo del Senado, sin que los senadores dijeran ni mú.
El 30 de enero de 2008, el flamante general de Brigada pasó a ocupar la Dirección General de Inteligencia sin que el CELS, ni su presidente Verbitsky se alarmaran.
El 31 de diciembre de 2010, el Senado aprobó su ascenso a general de división, y nuevamente el CELS se calló la boca. Por esas fechas su protectora, Nilda Garré, pasó de ministra de Defensa a titular del flamante ministerio de Seguridad.
El 4 de enero de 2011, el general de división Milani ascendió a Subjefe del Ejército, conservando la Jefatura de Inteligencia, sin que Verbitsky recordara la extraña amistad del flamante Subjefe con el asesino de Angelelli, el comodoro Luis Fernando Estrella. Apenas hubo una denuncia del Partido Obrero, acusándolo de haber participado en una de las intentonas “carapintadas”, lo cual fue desmentido por el CELS y su Presidente después de consultar una nómina elaborada por la Corte Suprema. Dijeron que “aparentemente” no había participado en asonadas.
El 3 de julio de 2013 ascendió a Jefe de Estado Mayor en reemplazo del Teniente General (retirado) Luis Pozzi.
Once días más tarde, en el programa PPT, que conduce Jorge Lanata, el ex preso de la dictadura en La Rioja, Ramón Olivera, lo acusó de haber secuestrado a su padre y hecho desaparecer al conscripto Alberto Agapito Ledo, al que le falsificó un acta de deserción.
Milani, el hombre que había servido en la sombra para espiar a los opositores del gobierno, la eminencia gris que se aprestaba a reemplazar con éxito a históricos buchones de la SIDE como “Jaime” Stiusso, el ex carapintada que se había adaptado con ductilidad al discurso “nacional y popular”, aparecía de golpe metido de cabeza en el genocidio que se ensayó en el Operativo Independencia y se generalizó con el golpe del 24 de marzo.
Al comienzo, como otros organismos de derechos humanos cercanos al gobierno, el CELS intentó una negativa tramposa: no se habían encontrado pruebas de que Milani hubiera participado en el sangriento Operativo Independencia, que condujo el feroz general “peronista” Acdel Vilas. Para ellos el Operativo en cuestión había terminado el 24 de marzo de 1976 con el golpe de estado que derrocó a la viuda de Perón y generalizó el terrorismo de Estado. Una delimitación burocrática y falsa, que pretendía dividir arbitrariamente –a partir del día del golpe- lo que sería el ensayo de la masacre con la masacre misma. En la realidad, el Operativo se prolongaría durante la dictadura militar con genocidas entrenados en Vietnam y expertos en el tema de las famosas “aldeas estratégicas”, como el general Antonio Domingo Bussi.
El 16 de julio, el Presidente Verbitsky dijo al diario La Nación que en los archivos del CELS no había “informaciones que lo vincularan (a Milani) con violaciones a los derechos humanos o acciones contra el orden democrático”. En una inesperada fusión, el Periodista Verbitsky salió a respaldar a su doble del CELS, escribiendo: “Tiene razón el general de división César Milani cuando dice que las denuncias en su contra tienen el fin político de perjudicar al gobierno nacional”.
Al día siguiente (17 de julio) el Verbitsky del CELS emitió un comunicado de cinco puntos, para absolver al general de las críticas formuladas por el senador radical Gerardo Morales. El punto 3 merece ser citado en su totalidad:
“3. En ocasión del ascenso de Milani en 2010, se presentaron dos denuncias en su contra, sobre las que el CELS fue consultado. Una sostenía que participó en el alzamiento ‘carapintada’ de 1987. La fuente que el CELS utiliza para identificar a los partícipes en esa rebelión es la resolución de la Corte Suprema que, al decidir el pase del expediente a la entonces vigente justicia militar, identificó uno por uno a todos los que intervinieron. Milani no figura entre ellos. La otra impugnación le atribuía actividades violatorias a los derechos humanos durante la llamada Operación Independencia en Tucumán. La información consolidada presente en los registros del CELS no permitía constatar la información y, por lo tanto, cuestionar la proposición de ascenso. No obstante, se solicitó a la Comisión que amplíe la consulta con otras fuentes”.
Cuando empezó a escucharse la voz de las víctimas, especialmente las de Marcela Brizuela de Ledo, madre del conscripto Alberto Agapito, y su hija Graciela, el Verbitsky del CELS comenzó con discreción y muñeca un giro para no quedar pegado a un genocida carapintada, comprometiendo su relación y la del CELS con sus padrinos internacionales, como la Fundación Ford.
El 21 de julio de 2013 el Periodista Verbistky escribió en Página 12 que Milani tal vez debería “dar un paso al costado”, pero arropó el consejo con tres infamias de las que no tiene regreso por más esfuerzos que haga:
1)”Tiene razón el general de división César Milani cuando dice que las denuncias en su contra tienen el fin político de perjudicar al gobierno nacional”. O sea que la madre y la hermana de Alberto, que militaban en Madres de Plaza de Mayo de La Rioja, que defendían la política de derechos humanos y que le pidieron ayuda, sin éxito, a Hebe de Bonafini eran meros títeres de Magnetto y la oposición…
2) “No hay datos fehacientes de la relación de Milani con el soldado desaparecido Alberto Ledo”. ¿Y el sumario por deserción redactado y firmado por el subteniente Milani? Y los testimonios que ubican a Ledo como asistente de Milani? ¿Y el pedido de indagatoria formulado por el fiscal federal Carlos Brito, basado a su vez en nuevos testimonios que incriminan a Milani?
3) La famosa foto donde se ve a Milani con otros carapintadas durante el levantamiento “es apenas una conversación con ellos porque él no se amotinó?”. ¿Cómo lo sabe Verbitsky?. ¿Se lo dijo el propio Milani? El promotor de aquel levantamiento y verdugo de La Perla, Ernesto “Nabo” Barreiro, no vacila en considerar al asesino de Ledo como un “compañero peronista”, según lo declaró a los medios hace poco tiempo, cuando proponía revelar donde había cadáveres de desaparecidos a cambio de una reducción de la pena.
Al acercarse el tema espinoso de las promociones militares de fin de año, en las que el jefe del Ejército debía ascender al grado máximo de teniente general, el Presidente del CELS optó finalmente por impugnar al hombre que hizo desaparecer al soldado Ledo, aunque todavía con un lenguaje lo suficientemente suave y ambiguo (ajeno a la mordacidad que se le conoce al Periodista Verbitsky), como para no molestar demasiado ni a Nilda ni a Cristina, fieles sostenedoras de “Nenino”.
Su cambio de posición, sin embargo, le valió una chicana del jefe del bloque mayoritario en el Senado, Miguel Angel Pichetto, que dijo sin ambages: “Milani era bueno cuando estaba en el ministerio de Defensa y de pronto es un personaje deleznable cuando no está acompañando a Nilda Garré”. Por cierto, la chicana del senador Pichetto desnuda que el jefe del Ejército no se limitaba a cumplir órdenes de la entonces titular de Defensa, lo que orgánicamente sería correcto, sino que la “acompañaba” lo cual marca una proximidad personal entre jefa y subordinado que no parece muy apropiada y que incluye al Presidente Verbitsky, en una suerte de asesoramiento clandestino que no se atreve a decir su nombre. Así fue, por otra parte, Pichetto sabía de qué hablaba.
A partir de ese momento, a medida que las causas judiciales por crímenes de lesa humanidad empezaron a multiplicarse, el Periodista y el Presidente coincidieron en tomar distancia de Milani. Su designación “fue un grave error”, sentenció Verbitsky, dando a entender que la calificación podría ser mucho más dura si no estuvieran Nilda y Cristina de por medio. Favor con favor se paga y una mano (sucia) tapa la otra, por eso cuando la unidad existencial llamada Horacio Verbitsky, que integran el periodista, el asesor en las sombras y el presidente del CELS, fue denunciada por Gabriel Levinas como colaborador de la Aeronáutica durante la dictadura, la Presidenta exhibió al Perro en su propio podio presidencial, como un triunfador en el Kennel Club para la Victoria.
Ahora, alentado por el auspicioso retorno al close up, Verbitsky recuperó durante un rato su añejo oficio periodístico y exhumó el vínculo inmobiliario entre César Milani y el comodoro Estrella. Que es como decir, el vínculo entre el asesinato de Alberto Ledo y el del obispo Enrique Angelelli.
El eslabón perdido entre un crimen de lesa humanidad y un magnicidio, también de lesa humanidad, eslabón que alguien busca afanosamente en el áspero territorio de La Rioja.