Este joven de 26 años, saltó a la fama no sólo por ser el primer keniata de la historia en coronarse campeón mundial en lanzamiento de jabalina, sino por ser “Mister Youtube”.
Yego comenta: “No conseguí entrenadores que me guíen...Entonces empecé a buscar videos...Así empecé a usar un modo diferente de entrenamiento. Miraba ejercicios de gimnasio, ejercicios de flexibilidad y todo cambió…Mi entrenador soy yo y los vídeos de YouTube.”
Este caso, junto a otros como el de Matt Reimer, un granjero canadiense que cuenta: "Yo no entendía nada sobre programar, pero tomé un curso gratis online del MIT (Massachusetts Institute of Technology) sobre programación básica, en tan sólo tres meses ya me sentí capaz de trabajar un código para programar drones. Luego transformé un código de software libre y lo instalé en el tractor y programé la aplicación en el ordenador. De principio a fin fueron siete meses"
O como Amira Willighagen, la niña de 9 años que emociona cantando ópera como una profesional. Nunca tomó clases de canto, aprendió en Youtube.
O el joven Timothy Doner, que con sus 17 años ha aprendido 23 idiomas gracias a youtube y a Skype.
Todos estos casos son como pequeñas piezas de un rompecabezas que van formando una imagen tan novedosa como antigua; el aprendizaje personalizado.
En 1988, Bill Moyers entrevistó a Isaac Asimov (escritor, historiador y bioquímico ruso, exitoso y excepcionalmente prolífico autor de obras de ciencia ficción y divulgación científica) quien ya entonces vaticinaba el fin de la educación colectiva y su reemplazo por una formación personalizada, intuitiva y en el domicilio propio a través de internet.
Este Nostradamus moderno, describía la evolución histórica de la educación con tres pinceladas. En un principio la educación la impartían tutores en las casas, era muy caro y sólo unos pocos tenían acceso; luego la escuela permitió popularizar el saber y bajar los costos, pero al tener que protocolizar los contenidos, no se consideraban los intereses ni los tiempos de cada alumno; conclusión, instrucción masificada.
Pero el futuro presenta la posibilidad de auto gestionarse uno mismo el estudio, elegir diferentes fuentes de información, que pueden ser locales o extranjeras, sin necesidad de moverse de la casa, definir los horarios y el tiempo que ha de dedicarle al estudio.
Esto no implica que la escuela tradicional debe desaparecer. Seguramente seguirá existiendo como un lugar de formación básica o quizás como un espacio de consulta, o como señala en su último libro Andrés Oppenheimer “se estudiará en la casa y se harán las tareas en el colegio” en un preclaro cambio de roles y de aprovechamientos de recursos.
Pero lo realmente extraño es que todo esto está disponible hoy, sin embargo, no tomamos la decisión de aprovecharlo.
Escucho en la Facultad a los pedagogos hablar de cambios de paradigmas, focalizando dicho cambio en la calidad y estilo de la relación docente-alumno. Ven la transformación de la educación como una subordinación de status, en donde el docente se ubica a la altura del alumno, tanto en su lenguaje como en su descenso del atrio. Todavía se regodean en la Reforma Universitaria y la consideran el norte de su búsqueda; ¡la Reforma Universitaria fue en 1918! ¡Hace casi un siglo!
Estos románticos del blanco y negro no vislumbran la posibilidad de producir y sumarse a una verdadera revolución, a una verdadera metamorfosis, a una transformación valiente y verdaderamente progresista.
Audiolibros, bibliotecas virtuales, tutoriales, autoevaluaciones, videos formativos, espacios de debates, trabajo cooperativo, conferencias interactivas y todo un universo de posibilidades, inventadas y por inventar están al alcance de la mano; sólo hay que animarse a tomarlo.
Por eso, el futuro ya está instalado en nuestro presente. Por eso el futuro es una reinvención de la educación personalizada del pasado.
Nuevas herramientas, viejos principios y la meta de siempre, el saber.
Que bueno que desaparezca ese antro de humillación llamado escuela.
Charly, se ve que tu experiencia escolar no ha sido la mejor; soy Docente desde ya casi 12 años, y no he humillado nunca a ningún alumno, como nunca me humillaron a mí, dejando de lado las situaciones embarazosas de la Facultad, aunque como sabrás, los boludos y las hormigas no van a desaparecer nunca; la Escuela a mi entender no va desaparecer nunca, ya que deberá cumplir el rol de formador de opinión, ya que sin una opinión crítica o no, será imposible que cualquiera acceda a Internet a culturizarse. El nivel del profesorado, me refiero a las personas que ejercen la labor, ha descendido notablemente en un gran porcentaje, ya que da lo mismo "ocho que ochenta", y en los magisterios, las/os maestras/os se forman a la luz de los "derechos" de ser estudiante, y de ahí partimos en la espiral descendente, ¿no te parece?