Con la promesa de una significativa suba del mínimo no imponible de ganancias, Daniel Scioli dio el último manotazo al tarro de indecisos para ver si logra coronarse presidente este domingo o si deberá disputar un alargue con final abierto en un balotaje.
"Solo pido un 41 por ciento y que (Mauricio) Macri quede en 25", soltó el candidato del Frente para la Victoria al hacer una incursión de última hora en el programa de Marcelo Tinelli tanteando el número mágico con el que obtendría los 10 puntos de ventaja sobre el segundo más votado para ser electo.
Hasta que la ley electoral permitió difundir encuestas, el líder del PRO y candidato de Cambiemos aventajaba a Sergio Massa (UNA) en ese estratégico segundo lugar que podría definir al retador solo en caso de que el postulante oficialista no obtenga el 45% de los votos ni saca aquella diferencia.
Concluye así una larga temporada electoral en la que Massa picó en punta tras su resonante victoria en las Legislativas de 2013, luego Macri asomó con muchas posibilidades por el impacto de la muerte del fiscal Alberto Nisman, aunque es Scioli el que llega mejor pisado al último tramo.
Esa perspectiva surgida de las PASO obligó a una fuerte pulseada por el electorado opositor. Voto "útil", "estratégico", "ganado" o "Poncio Pilatos" fueron algunas de las etiquetas que recibió la riña por esa torta de voluntades opositoras en las que están involucrados Margarita Stolbizer (Progresistas), Adolfo Rodríguez Saá (Compromiso Federal) y Nicolás del Caño (FIT).
Macri y Massa pujaron por el denominado voto útil, mientras que Stolbizer buscó romper esa polarización apelando al voto ganado de quien elige de acuerdo a sus convicciones.
Elisa Carrió, siempre filosa y ahora aliada de Macri, dijo que escoger la boleta de su ex correligionaria significaría lavarse las manos para que vuelva a triunfar el PJ.
Así, la elección se presenta cerrada como la de 2003 cuando Néstor Kirchner fue segundo de Carlos Menem pero el riojano declinó ir a la segunda vuelta para evitar una derrota abultada y dejó al patagónico debilitado para el inicio de su mandato.
Con ese antecedente trunco, esta contienda podría ser la primera que se defina en un balotaje desde que el sistema quedó consagrado en la Constitución de 1994 tras el Pacto de Olivos.
Teniendo en cuenta las denuncias de la oposición durante las Primarias de agosto y especialmente luego de las elecciones de Tucumán, un triunfo por margen estrecho podría poner en tela de juicio la legitimidad de los comicios y del nuevo presidente.
En contrapartida, una segunda vuelta pondría al oficialismo ante el desafío de buscar nuevos umbrales de votantes que hoy le son esquivos, aunque también Macri -en caso de acceder a la reválida- choca con techos bajos de popularidad.
Las provincias y el Congreso
Más allá de lo que ocurra con la carrera presidencial, las elecciones de este domingo terminarán de moldear el nuevo mapa político nacional y el Congreso, que a su vez, determinará el margen de maniobra del próximo mandatario.
Hasta ahora los oficialismos se mostraron fuertes.
De los distritos que desdoblaron elecciones solo en Tierra del Fuego (triunfó el FPV sobre una expresión provincial) y Mendoza (la UCR le arrebató la gobernación al PJ) hubo triunfos opositores.
El panorama se repetiría en buena parte de las once provincias que irán a las urnas para elegir gobernador: Buenos Aires, Chubut, Formosa, Catamarca, San Juan, San Luis, Entre Ríos, Jujuy, Santa Cruz, La Pampa y Misiones, todos gobernados por el PJ, menos en este último caso en el que el Frente Renovador para la Concordia es un aliado del oficialismo nacional.
El radicalismo, que inicialmente aspiraba a teñir de rojo y blanco un tercio del país, por ahora solo se colgó laureles en Mendoza -ya ostentaba el poder en Corrientes- pero mantiene expectativas en Jujuy, Santa Cruz y Catamarca, mientras que el PRO acuña esperanzas en la estratégica Buenos Aires y Entre Ríos. Buenos Aires y Santa Cruz son simbólicas.
El principal distrito electoral del país es un bastión del peronismo, pero la macrista María Eugenia Vidal pulsea con posibilidades ante el jefe de Gabinete nacional, Aníbal Fernández.
Tercia Felipe Solá
Es curioso pero el tironeo de las últimas semanas pasa por si Vidal tracciona votos para Macri o si Scioli arrastra a Aníbal Fernández hasta La Plata. Como sea, de esa disputa también depende en buena parte la elección nacional.
La provincia patagónica, en tanto, es uno de los distritos con menor cantidad de electores pero puede determinar el futuro de la dinastía Kirchner, con Alicia como candidata a gobernadora y Máximo postulado para diputado.
La ministra de Desarrollo Social enfrenta al gobernador peronista Daniel Peralta, pero los votos de ambos se sumarán por ley de Lemas, contra el radical Eduardo Costa.
Una derrota kirchnerista dejaría prácticamente sin territorio a esa franja política que delegará el poder al peronismo tradicional o a la oposición a partir del 10 de diciembre.
De todos modos, el kirchnerismo se replegará en una importante dotación legislativa, especialmente en la Cámara de Diputados donde aspira a contar con más del 30 por ciento de los legisladores de la bancada del Frente para la Victoria.
Si Scioli es presidente contará con una nutrida representación parlamentaria, pero en la Cámara baja tendrá esa cuña K. Macri y Massa deberían lidiar con un Congreso adverso.
En los tres casos, los consensos serán imprescindibles para el funcionamiento legislativo y democrático. Esa coincidencia obligada conlleva otro de los grandes acontecimientos de esta elección: el cambio de estilo presidencial gane quien gane.