Muchas veces se usó la figura del boxeador que, perdido por perdido, sale a tirar golpes para noquear a su rival pero -sin pretender ser ocurrentes- es la que mejor define a Daniel Scioli en su estrategia contra un fortalecido Mauricio Macri.
El candidato oficialista sintió el impacto de haber ganado la primera vuelta sin la diferencia que lo hubiera encumbrado presidente y por un margen mucho menor (2,5%) al que esperaba obtener en caso de tener que ir a un balotaje como ocurrió.
Así como antes de la elección el escenario más perceptible era la consagración del exmotonauta, ahora parece haber quedado mejor parado el representante de Cambiemos, pese a que Scioli ganó en 17 provincias, Macri en 5 -las más grandes menos Buenos Aires-, Massa en Jujuy y Rodríguez Saá en San Luis.
Después de dos días sin brújula en su discurso, Scioli desempolvó la campaña del miedo, consistente en asociar a su rival al ajuste y ubicarlo a la cabeza de una formación sin consistencia ni gobernabilidad: "El jefe de la nueva Alianza", definió a Macri recordando el fracaso de Fernando de la Rúa. También hizo suya la propuesta de cabecera de Sergio Massa de pagarles el 82 por ciento móvil a los jubilados que reciben la mínima, y reforzó dos de sus promesas previas: la eliminación selectiva de retenciones a las economías regionales y la eximición del impuesto a las Ganancias hasta los 30 mil pesos.
El replanteo de la campaña del FpV pudo plasmarse después de que aflojaran tensiones entre las diversas tribus que lo integran, especialmente los ultrakirchneristas y el sciolismo, surgidas luego del mal resultado en las urnas.
Para calmar las aguas, el jefe de Gabinete de Scioli, Alberto Pérez se reunió con su par nacional, Aníbal Fernández, quien amenazaba con profundizar acusaciones sobre el "fuego amigo", que según cree, le impidió ganar la elección en Buenos Aires y también hubo un encuentro reservado entre la Presidenta y su candidato en la que se habría acordado que él dirigiera su campaña y ella se encargaría de defender a su gobierno.
De todos modos, ese doble comando no ayuda a Scioli, quien no tiene la suficiente libertad para exponer su plan de gobierno, porque en muchos casos se contrapone con las políticas actuales. Luego de tres días de silencio, Cristina Kirchner reapareció para pedir a todas las líneas del oficialismo "no dividirse", pero evitó clamorosamente mencionar a Scioli.
Además, el mismo día en el que el candidato del oficialismo se mostró junto a los gobernadores del PJ en Tucumán y prometió el pago del 82% móvil, la jefa de Estado recordó cuando vetó por irresponsable esa misma medida aprobada por el entonces Grupo A, hoy base de Cambiemos, en el Congreso.
Macri, por su lado, aprovechó el envión "ganador" hasta el miércoles y luego decidió tomarse unos días de vacaciones en Tandil, quizá toda una definición sobre su personalidad. Para el empresario tampoco es cómodo hablar del 82%.
Era mentor del Grupo A que lo aprobó en el Parlamento pero durante el debate presidencial pasado le preguntó a Massa cómo iba a hacer para implementarlo, dando a entender que es imposible aplicarlo. Por estas horas, los economistas macristas buscaban encontrar un punto de equilibrio a estos vaivenes discursivos sobre una medida que seguramente dio a Massa parte de sus cinco millones de votos y que ahora podrían ir a Scioli.
Lo llamativo es que los dos candidatos presidenciales proponen una reducción sustancial de la carga tributaria, vía Ganancias, retenciones y/o jubilaciones, aun cuando la Argentina marcha a cerrar el año en un déficit fiscal del 7% de su PBI, una cifra muy elevada respecto de los últimos años. "Con un déficit fiscal de 8% del PBI tenés que tener un programa preciso para hacer esas reformas y contar con el respaldo político. Cualquier rebaja de impuestos te va a sumar un punto y medio (más de déficit) y tenés que ver de dónde lo sacás", sostuvo en diálogo con este columnista Nadin Arganaraz, director del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf).
El economista había sido propuesto por José Manuel de la Sota como su ministro de Economía y formaba parte del equipo de Sergio Massa en UNA. Según Argañaraz, "Argentina, para salir del estancamiento económico en el que está hace cuatro años, no tiene otra camino que no sea bajando la carga tributaria", pero necesita una estrategia más amplia para implementarlo.
"Necesitamos endeudamiento en dólares. No soy pro deuda, pero sí es necesario un puente de transición para no seguir emitiendo tantos pesos. Pero para endeudarte en dólares tenés que mejorar el tema de los holdouts”.
Sin financiamiento en dólares no hay estabilización no recesiva", resumió. Pese a haber salido tercero en la contienda presidencial, Massa buscó seguir en el centro de la escena. Consciente de la importancia de sus votantes, afirmó que la sociedad votó por un cambio y luego reveló que no quiere que gane Scioli. Sin embargo, la homogeneidad no es el fuerte de su formación política.
En ese contexto, el Frente UNA recibió ofertas de ambos presidenciables: Scioli le propuso a Roberto Lavagna que sea su ministro de Economía, la Cancillería a De la Sota y a Massa la Presidencia de la Cámara de Diputados. Los que llevaron la oferta fueron dirigentes de la CGT oficial, Alberto Fernández y José Ignacio de Mendiguren, ambos en el massismo, pero con terminales en el confín sciolista del Frente para la Victoria. Macri también le habría ofrecido a Massa la Presidencia de Diputados y la Cancillería a De la Sota.
Según sus allegados, hasta el 22, el jefe del Frente Renovador no aceptará cargos. Su objetivo es que pierda Scioli para convertirse en líder opositor y ver si tiene paño para disputar en sociedad con De la Sota la jefatura del PJ frente a Cristina Kirchner.