Se ha cumplido un año del fallecimiento del fiscal Alberto Nisman y parece atinado hacer memoria y reflexionar sobre tan trágico suceso. En este sentido, es importante comprender que, quienquiera que haya sido el responsable de su muerte, no actuó contra Nisman en particular ni contra la Argentina o los judíos, sino contra los valores humanos básicos por los que dicho funcionario luchó enfrentándose al terrorismo islamista: la tolerancia y el pluralismo, la libertad y la igualdad, en especial la igualdad entre gobernantes y gobernados y entre mujeres y hombres.
Lo llamativo no es que Nisman haya muerto, sino que haya durado tanto tiempo con vida. Puede sonar muy duro y tenebroso, pero lamentablemente es así. Sus enemigos eran muy numerosos y poderosos, manejaban aparatos estatales completos y redes internacionales de espionaje y terrorismo, y no estaban solamente en el extranjero sino también dentro de nuestro país.
Cabe preguntarse: ¿Quiénes eran los enemigos de Nisman y por qué decidieron en algún momento adoptar dicho posicionamiento frente al fiscal? ¿Quién o quiénes son los responsables de su muerte? ¿Cuál es el trasfondo político de dicho suceso? Para responder a estas preguntas y adquirir real dimensión del significado de tan trágico deceso debemos ampliar el radio de observación, incluso considerando el plano internacional.
El contexto internacional de la muerte de Nisman
Una de las consecuencias de la globalización de las comunicaciones ha sido la mundialización del radio de acción de los Estados y de las organizaciones terroristas. El terrorismo siempre fue un recurso al alcance de los totalitarismos. El marxismo lo usó intensamente para tratar de expandir su revolución autoritaria. Sirve para desgastar las instituciones democráticas, erosionar el tejido social, fragmentar y debilitar a la sociedad civil y llamar la atención de las mentes fanáticas y alienadas que estén a la espera de una solución mágica que bloquee su razonamiento y les permita sentirse poderosos y evadirse de la realidad.
Cuando el fanatismo de moda a nivel mundial dejó de ser el marxismo (aunque siguió preponderando bajo el formato populista en Latinoamérica) el fundamentalismo islámico tomó la posta. Para ello, combinó un lenguaje religioso supuestamente opuesto al consumismo y la superficialidad de Occidente, promesas de gloria y placer en el más allá para sus seguidores, demonización de Occidente a partir de su pasado colonial y del presente de pauperización del mundo árabe, y el uso intensivo y primordial de la estrategia terrorista como forma de atacar y desgastar a enemigos estatales mucho más poderosos y de reclutar fanáticos a escala global.
Así, empezaron a verse ciudadanos occidentales pasarse a las filas de Al Qaeda o Estado Islámico y posturas extremas fortalecerse en las democracias consolidadas, como el caso de Donald Trump en Estados Unidos, Marine Le Pen en Francia, e igualmente, desde la extrema izquierda, Pablo Iglesias en España o Alexis Tsipras en Grecia, además del auge del neonazismo en Europa del Este. El miedo siempre favorece a los autoritarios, con lo cual hay un interés básico común, en un mundo globalizado, entre todos los autoritarismos del planeta, de todas las formas y colores.
Dicho esto, es más comprensible el acercamiento geopolítico intenso que hubo en los últimos años entre el neomarxismo populista latinoamericano y sur-europeo, la extrema derecha nacionalista eslava y el fundamentalismo islámico chiíta (no así el sunita). A nivel estatal, esto se dio a través del eje Rusia-Irán-Cuba (cada uno liderando a sus respectivos y autoritarios satélites político-ideológicos).
Rusia promueve a los partidos y líderes de extrema derecha en Europa y Estados Unidos. Marine Le Pen, como otros líderes europeos nacionalistas, está acusada de recibir financiamiento de Putin y no es casual que, en medio de un clima de fuerte enemistad de la opinión pública estadounidense para con el presidente ruso, Donald Trump no haya escatimado elogios hacia su persona.
Pablo Iglesias, en España, ha recibido comprobadamente fondos desde Venezuela y otros países bolivarianos liderados ideológica y políticamente por la Cuba castrista. Ésta, desde el fracaso de su estrategia de guerra de guerrillas y terrorismo en Latinoamérica, no ha hecho más que intentar expandir la revolución, según el propio Fidel, por medio de “la pavada de la democracia” (es decir, echando mano al populismo como método de concentración de un poder autoritario disfrazado de democracia).
Irán, por su parte, se ha posicionado como líder del fundamentalismo chiíta, patrocinando organizaciones terroristas como Hezbolá y tejiendo redes terroristas en regiones diversas del planeta. Compite por la preeminencia sobre el fanatismo islámico y sobre la región árabe con la rama sunita, más descentralizada y caótica, donde las distintas facciones están en continua tensión, enfrentándose y aliándose entre sí, alternando estrategias terroristas y populistas, así como también tejiendo nexos con Occidente mientras por lo bajo se sigue financiando el extremismo islámico e, indirectamente, el terrorismo anti-occidental. El caso más resonante acá es Arabia Saudita, monarquía absoluta ambivalente que coquetea con Occidente y le suministra petróleo, mientras mantiene intactas las redes de difusión ideológica y financiamiento del extremismo sunita que operan dentro de sus fronteras, todo esto ante una pasividad cortoplacista y economicista de las democracias aliadas que la ven como un contrapeso frente a sus enemigos en la región. La emergencia de Estado Islámico parece ser fruto, no sólo de una equivocada estrategia de las democracias consolidadas en Irak, sino también de la política errónea hacia Arabia Saudita.
El giro copernicano de la política exterior argentina
Cuando Néstor Kirchner llegó a la presidencia de la nación en 2003, una de sus primeras medidas fue tener una larga e incomprensible reunión con Fidel Castro. La Argentina había sido infiltrada por el castro-comunismo a través del narco-populismo que ya estaba siendo implementado con éxito desde hacía varios años en Venezuela. Pero sería excesivo tratar aquí en detalle este aspecto tan complejo de la política regional. Lo importante es que Argentina se alineaba, de esa manera, con los países neomarxistas de la región y con el eje autoritario global, del cual Irán formaba parte.
Era lógico que, tarde o temprano, este alineamiento repercutiera en la única gran política de Estado de la Argentina que se había sostenido a pesar de los cambios de gobierno: la causa Amia. Alguien podrá alegar que Estados Unidos también se acercó a Cuba e Irán con Barack Obama. Ahora bien, el acercamiento de dicho país no es un alineamiento político, sino la adopción de una estrategia más flexible dentro de una política de confrontación política e ideológica. Estados Unidos no se insertó en un eje global autoritario ni dejó de reclamar por la democracia y los derechos humanos en Cuba e Irán. Simplemente aceptó reabrir embajadas, eliminar algunas sanciones y establecer canales de diálogo. En el caso iraní, selló además una alianza para derrotar militarmente a Estado Islámico que, nos parezca acertada o no desde lo estratégico, no deja de tener en última instancia un objetivo democrático.
En el caso de la Argentina esto no sería así. El acercamiento con Irán tendría connotaciones e implicancias mucho más profundas y de tipo ideológico. El “antinorteamericanismo”, que no es una postura crítica hacia los Estados Unidos sino una condena hacia los valores y el sistema democrático que dicho país lidera y representa, vino a servir de justificación teórica para la concreción de objetivos prácticos muy específicos: intercambios económicos, tecnológicos y de know-how autoritario entre Estados dictatoriales, o que se proyectaban como tales a través de la consolidación sin prisa pero sin pausa de una dictadura populista como la de Venezuela.
Esto fue lo que detectó Nisman como fiscal de la causa Amia, debido a que tenía pinchados teléfonos de altas autoridades iraníes acusadas de ser ideólogas del peor atentado de la historia argentina. Aquí alguien podrá deslizar que a Nisman lo designó Néstor Kirchner en 2004, pero es necesario recordar que no se puede comprender el gobierno del FPV de manera coherente y lógica si no se tiene presente que, según las palabras del propio Néstor, el verdadero gobierno del kirchnerismo empezó en 2005.
Habiendo ganado con apenas el 22% de los votos, con el apoyo de la maquinaria clientelar duhaldista del conurbano, en un contexto de fuerte falta de legitimidad de la dirigencia política tradicional y sin mayoría en el Congreso, de 2003 a 2005 el FPV no hizo más que lo opuesto a todo lo que haría después: atender las preocupaciones de la opinión pública, consensuar con la oposición y respetar las instituciones. En 2005 se plebiscitó, adquirió poder propio y empezó a mostrar su verdadero rostro.
Este cambio hacia un autoritarismo creciente y progresivo se fue dando por etapas (como ocurre siempre en el populismo). Primero se buscó controlar la Justicia por medio de una reforma del Consejo de la Magistratura, mientras se les abrían las puertas del país a los grandes cárteles mundiales de droga habilitando el tráfico de efedrina y desatendiendo las fronteras. (Recordemos que el neomarxismo populista latinoamericano tiene fuertes vínculos con el narcotráfico como forma de conseguir buena parte de los cuantiosos recursos que necesita para oprimir a la población renunciando a la violencia explícita). Luego se avanzó sobre la economía, con las retenciones, el fuerte aumento de la presión impositiva y del empleo público y, posteriormente, el cepo. Desde el inicio, se intentó manipular a los medios pero, cuando el Grupo Clarín demostró no ser tan fácil de subordinar, en 2009 se arremetió con la ley de medios.
Fue por aquellos años cuando, como parte de este mismo proceso, según el propio Nisman, se empieza a ver un giro drástico en relación con la causa AMIA. De apoyar a la comunidad judía y a las instituciones argentinas en su intento por capturar y enjuiciar a los responsables iraníes del atentado, el gobierno pasó a romper con la única gran política de Estado del país y, llamativa e inexplicablemente, a promover los intereses iraníes sobre la cuestión. Al denunciar esto pública y penalmente, Nisman estaba poniendo un palo en la rueda, no sólo a los gobiernos de Irán y de Argentina, sino a un plan internacional de acercamiento entre regímenes autoritarios que, por su propia naturaleza, carecen de filtro moral alguno al momento de perseguir sus objetivos.
La integridad de Nisman y sus consecuencias
Alberto Nisman no era temerario. Era consciente de los peligros de su trabajo. Pero siempre se destacó por enfrentar los miedos y las amenazas con integridad. Tanto es así que, luego de ordenar y revivir talentosamente la causa AMIA tras una década de abandono y manipulación, logrando nada menos que las alertas rojas de Interpol contra los acusados iraníes, no le tembló el pulso en 2013 al denunciar a Irán, cabeza del extremismo islámico chiíta, por tejer una red de terrorismo en Latinoamérica. Por la calidad y solidez de su denuncia, Nisman fue convocado al Congreso de Estados Unidos para informar sobre su investigación. Llamativamente, la kirchnerista Procuradora General, Gils Carbó, no le dio autorización para concurrir.
La determinación de Nisman no fue gratuita. En 2006 Irán pidió a Interpol su captura y, según el propio fiscal, emitió una condena de muerte contra él. Es decir, desde ese momento el aparato terrorista global iraní tendría, como uno de sus objetivos en el mundo, asesinar a Nisman. Para colmo de males, el gobierno argentino no estaba ni ideológica ni políticamente de su lado para protegerlo como hubiera correspondido. Es por eso que dijimos en su momento que lo raro es que Nisman no hubiera sido asesinado antes. Por el curso coyuntural de los hechos, quedó prácticamente solo, luchando con su fiscalía, sus libros y su computadora, frente a Estados muy poderosos, redes internacionales terroristas y asesinas muy aceitadas y un gobierno nacional que se alineaba, cada vez más, con el bando de los asesinos.
Quizás la amistad con Argentina llevó al gobierno iraní a posponer sus intenciones para con la figura de Nisman para no perjudicar a su aliado. Lo cierto es que en 2015 el fiscal tuvo la osadía de denunciar a Cristina Fernández por acordar secretamente con Irán un pacto para encubrir el atentado a la AMIA. Cuatro días pasaron solamente desde la denuncia de Nisman contra Cristina Fernández hasta la muerte del fiscal, la cual ocurrió un día antes de que el mismo fuera a detallar su denuncia al Congreso.
Según reveló la entonces diputada y actual ministra de seguridad nacional Patricia Bullrich a la fiscalía, en la última conversación que tuvo con Nisman éste le dijo que lo tenían condenado a muerte en Irán, que había sido amenazado y que estaba compungido porque un agente secreto argentino le había pasado información sobre él y sus hijas a uno de los imputados iraníes de la causa. Nisman sabía contra quiénes se enfrentaba y era plenamente consciente de que, sin la protección del Estado argentino, más aún con el gobierno argentino jugando a favor de los iraníes, prácticamente no había posibilidad para él de salir con vida. Sólo así se comprende la real dimensión del mensaje que envió a sus allegados por WhatsApp antes de efectuar la que sería la última denuncia de su vida:
“(…). Hace tiempo que me vengo preparando para esto, pero no lo imaginaba tan pronto. Sería largo de explicar ahora. Como ustedes ya saben, las cosas suceden y punto. Así es la vida. Lo demás es alegórico. (…). Me juego mucho en esto. Todo, diría. Pero siempre tomé decisiones. Y hoy no va a ser la excepción. Y lo hago convencido. Sé que no va a ser fácil, todo lo contrario. Pero más temprano que tarde la verdad triunfa. Y me tengo mucha confianza. Haré todo lo que esté a mi alcance, y más también, sin importar a quién tenga enfrente. Gracias a todos. Será justicia. (…).”
Y así fue. Nisman dio todo lo que tenía para dar, y más también, por la verdad y la justicia sobre el atentado a la AMIA. Apareció sin vida con un disparo en la cabeza y una 22 a su lado. En idénticas condiciones a como había aparecido en 1990 el juez instructor francés Gilles Boulouque, tras investigar y denunciar a Hezbolá y a Irán por una serie de atentados cometidos en Paris en 1986. El mismo enemigo, el mismo desenlace y la misma metodología.
Pero esta vez no todo salió tan perfecto. De alguna manera, el periodista del Buenos Aires Herald, Damián Pachter, filtró prematuramente a través de las redes sociales la información de la muerte de Nisman. El gobierno argentino reaccionó con todo el nerviosismo y la torpeza propios de quien es pescado in fraganti. Sergio Berni se adueñó ilegalmente de la escena del crimen, sin dejar pasar al juez, al Same ni a los peritos oficiales, y se encargó de contaminarla. Esto le valió una denuncia penal por “encubrimiento” e “incumplimiento de los deberes de funcionario público” por parte de la ONG “Paso a Paso Argentina”, presidida por Juan Ricardo Mussa. Tampoco se aguardaron los peritos de parte para iniciar la autopsia, como lo había solicitado la ex esposa de Nisman, Arroyo Salgado.
Berni se apuró a decir que se había tratado de un suicidio. Lo afirmó antes, no sólo de que se concluyera, sino de que siquiera iniciara la investigación correspondiente, violando la competencia de la Justicia. En una de sus primeras declaraciones, se encargó de elogiar a la fiscal Fein, quien fuera su cómplice en la contaminación de la escena del crimen, posteriormente ascendida por Gils Carbó tras pasarse inexplicablemente un año sin avances significativos en la causa y tras haber sido desplazada de la investigación por la jueza del caso.
Cristina Fernández se sumó intempestivamente a la hipótesis del suicidio pero, cuando la prensa y la opinión pública se volcaron decididamente a favor de la sospecha de asesinato, cambió su discurso para sacarse de encima las miradas de sospecha: era la principal beneficiada con la muerte de Nisman, por lo menos en lo inmediato.
Posteriormente se supo que en las manos del fiscal no se hallaron rastros del fulminante que despide un arma al ser disparada. La posición en que fueron encontrados el cuerpo y el arma tampoco permitía concluir que se hubiera tratado de un suicidio. Asimismo, la propia fiscal Fein tuvo que reconocer “falencias” en los registros de ingreso y egreso del edificio donde había sido hallado muerto Nisman. La seguridad de ese edificio, incluyendo el control de las cámaras, estaba a cargo de un militar de alto rango designado por el gobierno.
Ante la falta de respuesta por parte del fiscal, sus custodios demoraron, por lo menos, más de diez horas en entrar al departamento. Según Lagomarsino, supuestamente hombre de confianza del fiscal, el viernes anterior a su muerte Nisman le había dicho que Stiuso, ex agente de inteligencia, le había dicho que se cuidara de su propia custodia. Según relató la periodista de Clarín, Natasha Niebieskikwiat, pocas horas antes de su muerte el fiscal le expresó que podían matarlo.
Conforme pasaron los días de la muerte de Nisman, el gobierno argentino, lejos de ponerse transparentemente a disposición de la Justicia e intentar subsanar sus gruesos e inaceptables errores, se dedicó, casi como si quisiera ejercer una confesión de parte, a intentar manchar la memoria del fiscal que acababa de perder la vida por su trabajo. El propio Nisman les había anticipado a sus hijas y allegados que escucharían barbaridades sobre él. De nuevo, el fiscal no podía ser más consciente de su elección.
Versiones varias
Diversas versiones sobre la autoría de la muerte de Nisman han trascendido en medios diversos desde el día de la tragedia, pero la mayoría de ellas parecen inclinarse a favor de una coautoría entre los servicios de inteligencia iraníes y argentinos con la anuencia de sus respectivos gobiernos, o bien de una autoría iraní con el aval y la complicidad del gobierno argentino o viceversa. Esto es lógico porque, al momento de su muerte, los grandes enemigos de Nisman eran el Estado iraní y el Estado argentino. Según un famoso refrán popular: si tiene cabeza de pato, cuerpo de pato y suena como un pato, probablemente sea un pato.
El diario The Wall Street Journal fue uno de los que apuntaron contra Irán. La periodista Mary Anastasia O'Grady escribió que Teherán es “quien tiene más que ganar, y menos que perder”. “Si Nisman fue asesinado, se usó un nivel de sofisticación que no se asocia con Argentina”. Recordemos que el modus operandi parecería idéntico al utilizado para asesinar al juez francés Boulouque.
Según una nota que apareció en la revista brasileña Veja, tres ex miembros del gabinete de Hugo Chávez que hoy se encuentran exiliados en los Estados Unidos, habrían confesado que Irán envió dinero para la campaña de Fernández de Kirchner en 2007 a cambio de impunidad en el atentado contra la AMIA y secretos nucleares. Todavía hoy se investiga el financiamiento de dicha campaña, a la cual aportó el narcotráfico a través del negocio de la efedrina y sobre la cual un peritaje judicial hecho por expertos de la Corte confirmó maniobras de lavado y dinero irregular.
El año pasado se conoció una investigación llevada a cabo por Debka File, un sitio de inteligencia militar con base en Jerusalén. El mismo aseguró que el fiscal argentino “fue asesinado el 18 de enero por un agente iraní, que se había ganado su confianza haciéndose pasar por un desertor y que utilizaba el nombre de Abbas Haqiqat-Ju”. Según el mismo portal, “dos ministros de inteligencia iraníes, el influyente Mahmoud Alavi y su predecesor Hojjat-ol-Eslam Heydar Moslehi, se rompieron su cerebro durante nueve años buscando una manera de silenciar al fiscal judío”. A su vez, Debka sostiene que ambos trabajaron “codo a codo con funcionarios de agencias de inteligencia del gobierno argentino” y explica que en Irán los espías reciben órdenes directas del líder supremo, el Ayatollah Alí Khamenei. Y agrega: “En un primer momento, la presidente Kirchner temía que una abrupta muerte de Nisman la pondría bajo una sospecha tal que le costaría su puesto. Pero luego Teherán le aseguró a través de canales privados de comunicación que se realizaría de manera limpia y que no dejarían la menor huella”.
El diario inglés Daily Telegraph publicó una columna donde se incluía un supuesto reportaje a un ex funcionario argentino de alto rango de la lucha contra el terrorismo que habría pedido mantenerse en el anonimato. El matutino aseguró que el sujeto habría dicho que “la nueva camarilla de funcionamiento de los servicios secretos de la Argentina se asoció a una facción poderosa del partido gobernante encabezada por el hijo de la señora Kirchner, Máximo, que algunos han promocionado como un heredero político”. Agregó que “la unidad de guardaespaldas fue infiltrada por el grupo pro-Kirchner”. Cabe recordar que, de la investigación del Triple Crimen y por confesión del condenado Martín Lanatta, habría un agente de la inteligencia argentina apodado “Máximo” involucrado en el negocio de la efedrina, lo cual podría ser un apodo en homenaje a su jefe político o bien el uso del nombre como apodo para despistar.
Un reconocido experto en criminalística e inteligencia, que pidió mantener su nombre en reserva por temor a represalias por trabajar para el Estado, ha expresado para el sitio Tribuna de Periodistas (TDP) que “el Dr. Nisman fue asesinado por alguien perteneciente a los Servicios de Inteligencia nacionales, pero quien diera la orden es un improvisado en el análisis a futuro, por no decir un completo inútil”. Y agrega: “Si nadie escuchó el disparo, se usó un silenciador, Nisman no tenía y su amigo [Lagomarsino] no se lo proporcionó, por lo que debió haber un asesino preparado con proyectiles sub sónicos. Los casquillos son distintos. ¿Dónde está el casquillo? Si es similar a los del cargador de la pistola encontrada, entonces el asesino se llevó el casquillo y dejó otro, lo que no enturbia la investigación, la clarifica. La falta de detonación audible es la clave.”
Conclusión
Que cada uno saque sus propias conclusiones. A veces los autoritarios pueden ser tan cínicos y descarados que el sentido común, el deseo de bien y los pensamientos inocentes de la enorme mayoría de la población pueden quedar totalmente descolocados y paralizados ante la cruda realidad de los hechos.
Ojalá el reciente e inesperado cambio de gobierno en la Argentina pueda desembocar en un total esclarecimiento de la verdad y en una completa justicia en relación con la heroica entrega de Alberto Nisman. Se lo debemos.