El jueves 4 de febrero falleció el periodista de investigación José María Stella. Había creado el portal Eliminando Variables. Sus notas habían recuperado el periodismo crudo, basado en documentos. La carta de un amigo.
No soy ni quiero ser objetivo. José era el mejor de nuestra generación. La aparición de su portal, Eliminando variables, junto con el genial Ignacio Montes de Oca, puso patas para arriba al periodismo tradicional. No era el único pero sí el mejor. Escribió las investigaciones periodísticas que condenaron al kirchnerismo a su ocaso político. Provocó citaciones judiciales de funcionarios políticos como Aníbal Fernández por el escandaloso Plan Qunita. Había arrancado la semana publicando, junto al historiador y periodista Montes de Oca, los documentos inéditos que revelaban la trama para la instalación de la base espacial de China en Neuquén. Se trataba de otra nota imperdible que despertaba insultos de los tuiteros K, admiración de sus colegas y envidia del resto.
A comienzos del 2013 lo conocí en un Starbucks. A José le encantaban los cafés calientes de la tradicional cadena. Hablamos horas de periodismo. Pronto se sumó como columnista en mi programa radial “Ahora es Nuestra la Ciudad”. Aunque no participaba en las entrevistas a políticos, dirigentes, víctimas y victimarios de la corrupción, las escuchaba atentamente y, con su increíble oído, me enviaba observaciones, críticas, comentarios, información, repreguntas. Celebraba el oficio periodístico y siempre encontraba el camino correcto: el de la noticia. Era un experto en molestar al poder. No se casaba con nadie. Rápidamente su portal se convirtió en objeto del deseo de las grandes empresas periodísticas. Lo tentaron, le ofrecieron el oro y el moro y el tipo sólo quería seguir haciendo lo que sabía: Periodismo.
No le quitaba el sueño un contrato, mucho menos aparecer en televisión. José Stella era un inagotable sabueso de la información. Tampoco era egoísta. Era común recibir una llamada suya ofreciéndome un dato sobre algún negocio relacionado con organismos de derechos humanos o contándome qué había dicho tal o cual funcionario. Pero no sólo era un profesional de la hostia. Era un gran tipo. Como diría Gabriel Levinas, “no se puede ser buen periodista sino se tiene la capacidad de asombro, la sensibilidad, en fin, si no se es un buena persona”. En los últimos años, se alimentaron los grandes medios de sus investigaciones. Hacía el trabajo de una redacción entera. Ni a sus mejores amigos les reveló quién era “su garganta profunda”. Cuidaba a sus fuentes como un verdadero protector. Y era un gran compañero. La noche en que no nos permitieron ingresar a la desaparecida FM Identidad, José estuvo acompañándonos. Pasamos horas en una comisaría junto con la colega Silvina Márquez, Sebastián Turtora, Flavio Meli y un grupo minúsculo de oyentes. José hacía chistes,
Ayer hablamos por teléfono sobre proyectos futuros, sus notas, las mías pero fundamentalmente, sobre periodismo. El tipo era políticamente incorrecto. Jamás le chupaba las medias a nadie. Las relaciones públicas no eran lo suyo. En tiempos en que el periodismo se convirtió en un gran show, en que supuestos colegas confunden la militancia con el oficio y en que muchos ofrecen gritos y escándalos pero nula información, extrañaremos a José por lo que representaba y lo que nos ofreció: un periodismo puro, documentado, crudo y de investigación.
Los que lo conocimos en persona sabemos lo que implica que José Stella se haya ido. Murió, inesperadamente, de un paro cardíaco. Su último tuit hablaba del cristinismo asegurando que durará. No lo sabemos. Sí estoy convencido que las enseñanzas que nos dejó José María Stella no serán una variable a eliminar. El tiempo y la historia lo pondrán en el lugar que se merece: el de los grandes periodistas del siglo XXI.