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Opción nuclear

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JAMES LOVELOCK (*) HA CREADO UNA TORMENTA DE CONTROVERSIAS
JAMES LOVELOCK (*) HA CREADO UNA TORMENTA DE CONTROVERSIAS

Nuclear

 

Este artículo que apareció el 24 de mayo de 2.004 en "El Independiente" británico, ha creado una tormenta de controversias en Europa.

El "Calgary Herald" del 31 de mayo de 2.004, donde escribe James Lovelock, dice:

"Sir David King, el jefe científico del gobierno, fue más lejos al decir que el calentamiento global es una amenaza más seria que el terrorismo. Desde que él habló, una nueva evidencia del cambio climático sugiere que podría ser aún más serio y el mayor peligro que la civilización ha enfrentado desde hace mucho tiempo.

La mayoría de nosotros estamos enterados de algún grado de calentamiento, los inviernos son más cálidos y la primavera viene más temprano. Pero en el Ártico, el calentamiento es más de dos veces mayor que en Europa y en el verano, torrentes de agua derretida, se precipitan desde los altos glaciares de Groenlandia. La disolución de las montañas de hielo de Groenlandia tomará tiempo, pero luego de ello, el mar habrá subido siete metros, suficiente para hacer inhabitables todas las ciudades ubicadas en las costas bajas del mundo incluyendo Londres, Venecia, Calcuta, Nueva York y Tokio. Aún una elevación de dos metros es suficiente para poner a la mayoría del sur de La Florida bajo agua.

En 30 años, el hielo blanco reflectante del océano Ártico, un área equivalente a la superficie de los Estados Unidos, puede convertirse en un mar oscuro que absorba el calor de la luz del Sol del verano. El polo Norte, meta de muchos exploradores, será, entonces nada más que un punto sobre la superficie del océano.

Los climatólogos advierten que un incremento de cuatro grados en la temperatura es suficiente para eliminar la vasta selva amazónica en una catástrofe para su gente, su biodiversidad y para el mundo, el cual perdería uno de sus grandes acondicionadores del aire natural.

Los científicos que forman el Panel Intergubernamental sobre el cambio climático reportaron en 2001 que la temperatura global se elevaría entre dos y seis grados Celsius para 2100. Su terrible pronóstico fue hecho perceptible por el excesivo calor del último verano; y de acuerdo a los meteorólogos suizos, la onda de calor en Europa, que mató más de 20.000 personas, fue completamente diferente de cualquier otra ola de calor previa.

La probabilidad en contra de que esto haya sido una simple desviación de la norma, fue de 300.000 a 1. Fue una advertencia de lo peor por venir.

Lo que hace al calentamiento global tan serio y tan urgente es que el gran sistema Tierra, Gaia, está atrapado en un círculo vicioso de retroalimentación positiva. El calor extra de alguna fuente, sea de los gases de efecto invernadero, la desaparición del hielo Ártico o de la selva amazónica, se amplifica, y sus efectos son más que aditivos. Es casi como encender una pequeña hoguera para calentarnos, y que no nos diéramos cuenta de que el fuego ha tomado los muebles. Cuando esto sucede queda poco tiempo para apagar el fuego antes de que consuma la casa. El calor global, como un fuego, es velocísimo y casi no hay tiempo de actuar.

Entonces, qué debemos hacer ? Nosotros podemos continuar disfrutando un siglo 21 más cálido mientras él transcurre, y hacer intentos cosméticos, tal como el protocolo de Kyoto, para esconder el embarazoso tema político del calentamiento global, y esto es lo que yo temo que pasará en la mayoría del mundo. Cuando en el siglo 18, sólo 1.000 millones de personas vivían sobre la Tierra, su impacto fue suficientemente pequeño como para que no importara qué fuente de energía usaban, pero con 6.000 millones, y creciendo, pocas opciones quedan; no podemos seguir gastando energía de combustibles fósiles y ya no hay chance para que las renovables, viento, marea y agua, puedan proveer suficiente energía y a tiempo. Si tuviéramos 50 años o más, podríamos hacer de ellas nuestras fuentes principales, pero no tenemos ese tiempo; la Tierra está ya tan incapacitada por el insidioso veneno de los gases del efecto invernadero, que aún si paráramos de quemar todos los combustibles fósiles inmediatamente, las consecuencias de lo que ya hemos hecho durará por 1.000 años. Cada año que continuamos quemando carbono lo hace empeorar para nuestra descendencia y para la civilización.

Peor aún, es si quemamos cosechas que sirven como combustible; esto podría acelerar nuestra declinación. La agricultura ya usa demasiado territorio que la Tierra necesita para regular su clima y su química. Un auto consume 10 a 30 veces más carbono que su conductor; imagine el terreno de cultivo requerido para alimentar el apetito del auto.

Por todos los medios, usemos el pequeño aporte de sensibles fuentes renovables, pero sólo una fuente está disponible inmediatamente, que no causa calentamiento global, y esa es la energía nuclear. De verdad, el quemar el gas natural en vez de carbón o petróleo libera sólo la mitad de CO2 como mucho, pero el gas no quemado es 25 veces más potente como agente de efecto invernadero.

Las perspectivas son malas, y aún si actuamos exitosamente en su mejoría, serán todavía tiempos difíciles, como en la guerra, y comprometeremos a nuestros nietos hasta el límite. Nosotros somos resistentes y tomaría más que una catástrofe climática para eliminar todas las parejas procreadoras de humanos; lo que está en riesgo es la civilización. Como animales individuales, nosotros no somos tan especiales, y de alguna manera somos como una enfermedad planetaria, pero a través de la civilización nos redimimos nosotros mismos y nos convertimos en una preciosa ventaja para la Tierra, no menor, porque a través de nuestros ojos, la Tierra se ha visto en toda su gloria.

Hay una posibilidad de poder ser salvados por un evento inesperado tal como una serie de erupciones volcánicas lo bastante severas como para bloquear la luz del Sol y así enfriar la Tierra. Pero sólo los perdedores apostarían sus vidas a tales pobres probabilidades. Cualquiera sean las dudas que haya sobre el clima futuro, no hay dudas que los gases del efecto invernadero y la temperatura, ambos, están subiendo.

Hemos permanecido en la ignorancia por muchas razones, entre ellas es importante la negación del cambio climático en los Estados Unidos donde los gobernantes han fallado en dar a sus científicos el clima el apoyo que necesitan. Los lobbies Verdes, los cuales deberían haber dado prioridad al calentamiento global, parecen más interesados en las amenazas a la gente que en las amenazas a la Tierra, sin advertir que nosotros somos parte de la Tierra y completamente dependientes de su bienestar. Podría tomar un desastre peor que las muertes del último verano europeo, para que despertemos.

La oposición a la energía nuclear está basada sobre un miedo irracional, alimentado por una ficción estilo Hollywood, los lobbies de los Verdes y los medios de comunicación. Estos temores son injustificados, y la energía nuclear desde sus comienzos, en 1952, ha probado ser la fuente de energía más segura. Debemos parar de presionar sobre las estadísticas de riesgo de cáncer por químicos o radiación. Aproximadamente un tercio de nosotros morirá de cáncer de todos modos, principalmente, porque respiramos aire cargado con oxígeno, un carcinógeno penetrante. Si fallamos en concentrar nuestras mentes sobre el real peligro, el cual es el calentamiento global, podemos morir aún más rápido, como lo hicieron más de 20.000 infortunados por el sobrecalentamiento en Europa, el último verano.

Descubro que es triste e irónico que el Reino Unido, el cual lidera el mundo por la calidad de sus científicos de la Tierra y el clima, rechace sus advertencias y consejos, y prefiera escuchar a los Verdes. Pero yo soy un Verde y le ruego a mis amigos en el movimiento, dejar de lado sus objeciones equivocadas sobre la energía nuclear.

Aún si ellos estuvieran acertados acerca de sus peligros, y no lo están, y se difundiera su uso como nuestra principal fuente de energía, se plantearía una amenaza insignificante comparado con los peligros de las intolerables y letales ondas de calor y el levantamiento del nivel del mar para inundar cada ciudad costera del mundo. No tenemos tiempo para experimentar con fuentes de energía visionarias; la civilización está en peligro inminente y tiene que usar ahora la energía nuclear, la única fuente segura disponible, o sufrir rápidamente, las penalidades impuestas a nuestro maltratado planeta".

(*) El escritor es un científico independiente y el creador de la hipótesis Gaia, de la Tierra como un organismo auto-regulado.

El que afirma lo que antecede no es un ecologista cualquiera. Es el “gurú” del ecologismo a escala planetaria. Por eso elegí esta nota que lleva su firma como introducción al tema de la minería del uranio, tan resistida por los ecologistas de pacotilla que siguen machacando con sus argumentos cortoplacistas y mezquinos contra el uso de la energía nuclear para generar electricidad y, sobre todo, contra la minería del uranio, que es una componente esencial de la “cadena trófica” del sistema. La síntesis es que el peligro del calentamiento global por el uso de combustibles fósiles excede en mucho al del uso racional de la energía global y a la relativa degradación ambiental que implica extraer uranio para convertirlo en las mágicas “pastillas” que alimentan los reactores de las centrales nucleares de las que muchos países del primer mundo, como Francia, han hecho una ventaja comparativa mientras en Argentina seguimos escuchando a Greenpeace, una organización funcional a los intereses de la corona británica que nació cuando los franceses se plantaron para disputarles la hegemonía tecnológica en Europa.

En San Rafael, Mendoza, durante mucho tiempo se exhibió con orgullo una leyenda en el arco de acceso a su villa cabecera que decía “la tierra del buen vino y el uranio”. Hasta que el embate del coloniaje “verde” instaló la falsa idea de que cualquier cosa que tuviera que ver con uranio, energía nuclear y, sobre todo, con soberanía nacional, era inconveniente para nuestro destino de reserva de materiales estratégicos que algún día podrían hacerles falta a nuestros patrones.

Claro que, en la instalación de ese mensaje, tuvieron (y tienen) mucho que ver varios de los mismos sofistas que en la década del 50 preconizaban las ventajas de que Argentina incursionara en el desarrollo de la tecnología nuclear al mismo tiempo que  los rusos o los yanquis y aplaudieron el nacimiento de la Comisión Nacional de Energía Atómica. Una empresa del Estado Nacional que, todavía hoy, sigue siendo motivo de orgullo y es la única que nos queda en condiciones de generar tecnología de punta porque es capaz de cerrar el circuito de la investigación básica, la investigación aplicada y los desarrollos que de ellas se desprenden, igual o mejor que la NASA, el MIT o las usinas de conocimiento de los países desarrollados.

Pero, claro, la CNEA a través de una de sus empresas asociadas –INVAP- cometió el pecado de pisar los callos de los dueños del negocio de la tecnología cuando ganó una licitación para venderles un reactor nuclear a los australianos. Lo que nadie dijo es que no ganó por barata, por servil o por coimera. Ganó ese negocio legítimamente porque era la única que podía proveer lo que los australianos necesitaban en lugar de obligarlos a modificar lo que tenían para adaptar un producto “de estantería”.

Todas las discusiones acerca de los deshechos nucleares, de la basura radioactiva, de los residuos atómicos que habría que recibirles a cambio, fueron artilugios de los “verdes” de Greenpeace a cuyos patrones ingleses les disgustó que los “argies” a quienes habían humillado en Malvinas les soplaran un negocio de casi 200 millones de dólares.

Ahora bien, es una paradoja que nuestros técnicos y científicos sean reconocidos, apreciados y buscados a nivel mundial para llevar adelante proyectos de envergadura y que, en nuestro país, tengan que soportar que una manada de ignorantes que lo único que hacen es repetir lo que les dictan de afuera los cuestione sin miramientos. Eso es lo que pasa en Argentina con la minería del uranio.

Nuestro país debe importar 8 millones de dólares anuales en uranio para alimentar sus centrales nucleares (y esa suma aumentará cuando entre en servicio Atucha II) porque una caterva de brutos funcionales a intereses ajenos a los nuestros condena todo lo que tenga que ver con energía nuclear, minería del uranio o simplemente progreso.

Es cierto que en Malargüe y en San Rafael, donde durante años se extrajo y procesó uranio para concentrarlo y enviarlo a Córdoba, de donde después se lo reenviaba a Ezeiza, quedaron vestigios de esa actividad que jamás se remediaron. Pero lo que nadie dice es que las condiciones de explotación (en la que el gobierno provincial era socio) exigían que esas colas de mineral se conservaran por si en algún momento fuera rentable reprocesarlas. Obviamente, la debacle de los 90 hizo que se abandonara todo vestigio de industria nacional salvo las golosinas o los preservativos, y esas pilas de polvo y cascotes fueran abandonadas del mismo modo para preocupación de las comunidades que tuvieron que convivir con los residuos minerales.

Hoy, cuando las condiciones cambiaron y vuelve a ser rentable producir el combustible, cerrar el círculo y retomar lo que nunca debió abandonarse, se alzan las mismas voces de siempre para impedirlo.

¿Quiénes se oponen la minería del uranio? Los que se enriquecieron en los 90’s a costa de la dependencia, de la bicicleta financiera, de la especulación, el clientelismo, el desguace de los bienes del Estado y de las coimas que cobraron para hacer la vista gorda ante ese desmantelamiento. Y si les queda alguna duda, repasen los nombres de los ecologistas conversos que hoy militan en la oposición a la minería del uranio en San Rafael. De quiénes son socios? Cuándo hicieron la plata?  Cómo hicieron plata?

Alguien puede creer que realmente les preocupe la salubridad pública, la poco probable contaminación de cursos de agua o la gente enferma de cáncer?

A esta gente, lo único que le importa es su propio rédito. Y ese rédito se basa hoy en la propiedad de la tierra de la que se adueñaron a precio vil, alterando títulos, engañando gente o, lo que es peor, intimidándola con su dinero, su prepotencia y sus abogados.

A esa gente no le conviene que haya una actividad económica basada en otra cosa que no sea el modelo agrodependiente y pastoril que ellos manejan, pagando lo que se les antoja y vendiendo lo que producen a valor dólar.

Ése es el verdadero misterio de la acérrima oposición a la minería del uranio. Es que la usura y el desarrollo son incompatibles. Porque si hay trabajo y la economía regional se consolida, llegará el acceso al crédito y ellos no van a tener a quién explotar. Además, si llega el conocimiento científico, no van a poder recurrir a sus aliados oscurantistas para asustarnos con los peligros de la minería del uranio para hacernos creer que estamos desenterrando la bomba de Hiroshima.

El uranio que se extrae en San Rafael sirve, entre otras cosas, para hacer funcionar las bombas de cobalto que se usan para curar o mitigar los efectos del cáncer, para esterilizar las “pupas” de moscas con que se combaten las plagas de nuestra fruta que de esa manera tiene más valor en los mercados internacionales y hasta para hacer funcionar nuestra industria al ayudar a generar energía eléctrica barata.

Y finalmente: si el uranio es mala palabra y a todos se les paran los pelos de punta cada vez que la Comisión Nacional de Energía Atómica habla de volver a extraerlo en San Rafael, ¿porqué es tán fácil para los canadienses obtener permisos de cateo en las mismas áreas que delimitó la gente de la Comisión en la década de los 60, ahora que la demanda aumentará con una tercera central en funcionamiento dentro de 4 años?

¿No son demasiadas preguntas sin respuesta como para suponer que aquí no hay gato encerrado?

 

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