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El tiempo que le queda al romance entre Macri y la gente es el mismo que le llevará al PJ reorganizarse

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Cuando Néstor Kirchner asume, en el año 2003, lo hace desde un gobierno debil. Bastante más débil que el que encabeza Mauricio Macri hace apenas 100 días.

 

Ocho años después, CFK era reelecta en la primera magistratura del país con el 54 % de los votos, uno de los números sagrados de la liturgia kirchnerista. Sin embargo, aquí sí hay que darle la razón: no fue magia. No. Claro que no lo fue. Su esposo supo edificar poder, y lo hizo tejiendo con los intendentes.

Los Kirchner construyeron su hegemonía desde el territorio, puenteando a los gobernadores y transformándose en bocas expendedoras de dinero, siendo los municipios sus destinatarios preferenciales. Los intendentes oficiaron como auténticos mariscales de campo, fueron ellos quienes facilitaron el despliegue de un régimen disciplinador. Luego se sumarían las cooperativas, y más tarde las universidades y las radios.

En todos los órdenes, el kirchnerismo manejó el país como si nunca hubiese salido de Santa Cruz. Y ese provincianismo no sólo ponía en evidencia que tanto a Néstor como a Cristina les quedaba muy grande el saco de estadista, sino que dejaba entrever un temple unitario como pocas veces vio la historia argentina. Como en tantas otras cosas, los Kirchner fueron federales de palabra. En efecto, es posible que el by pass a los gobernadores haya sido el puntapié inicial de la destilería pseudoprogresista que forjaron a base de consignas huecas. En buen romance: charlatanes profesionales que vinieron por todo, ¡y vaya si estos días hemos podido ver, con nuestros propios ojos, qué significa ir por todo! “Ir por todo”, quiere decir: llevárselo en efectivo.

Estrategia exactamente inversa es la que puso en marcha el presidente Macri que, en una suerte de neoinstitucionalismo, ha optado por recostarse en lo gobernadores.

Fuera de reconocer que es lo que cabe esperar de un gobierno que ha apoyado su discurso pre-electoral en el respeto a la ley y la vuelta a la normalidad, y más allá del alivio que causa ver a la clase política dialogar en términos de cordialidad y respeto, no pueden soslayarse atendibles interrogantes que confrontan la iniciativa presidencial al historial dirigencial nacional.

En primer lugar, cuadra preguntarse si el sistema político argentino está preparado para un replanteo institucionalista; y, en tal caso, no es ocioso extender las dudas sobre la predisposición de sus actores para jugar con reglas diversas a las que impone una concepción agonal de la política.

Asimismo, en un plano menos especulativo, no se avizora nada promisorio para el macrcismo si el peronismo se reacomoda y logra encolumnarse detrás de un líder. La conformación de una liga de gobernadores implicaría la creación de un frente de poder importante para el gobierno nacional, máxime si se repara en que sólo dos mandatarios provinciales son macristas puros.

Ciertamente, en términos poblacionales, no es poco que el PRO gobierne la provincia y la ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, tampoco debería perderse de vista que (a excepción de aliados ocasionales como Gerardo Morales -en Jujuy- y Alfredo Cornejo -en Mendoza-) no resulta inocua una veintena de gobernadores que no le responda a Mauricio Macri.

Ante semejante panorama, es obvio que el oficialismo está forzado a arreglar -en el mejor de los sentidos- con los jefes de las jurisdicciones locales, pero es aquí donde se aloja una paradoja que puede volverse letal para el macrismo.

Con impacto directo en las elecciones de medio término de 2017, comienza a delinearse esta especie de trampa mortal que tiene al presidente negociando con ajenos y desatendiendo a los propios. Vale decir: que Mauricio Macri esté dedicado de lleno a pactar con los titulares de las autonomías provinciales y que esos acuerdos se reflejen en el Congreso, es tan saludable como peligroso, en tanto sus socios son los referentes de CAMBIEMOS en las provincias y no los gobernadores. Malo sería que se esfuerce en endulzar adversarios y, en el camino, descuide a sus aliados, a los que debe especial contención so pena de arriesgarse a que el entramado se le empiece a deshilachar.Metaforicamente hablando: grueso error sería ya el de plantar a la esposa, como para disculparse con ella diciendo que se demoró con la amante. El problema es enorme: sumar adherentes que le permitan gobernabilidad y, al mismo tiempo, mantener la fidelidad de los referentes con los que neceista ganar el año que viene las elecciones legislativas.

De modo que si no es por convicción deberá ser por conveniencia, desde que el desafío que tiene el gobierno por delante es ciclópeo y se desdobla en dos frentes que reclaman por igual su atención: por un lado, seducir a los extraños; y, por el otro, contener a los afines. Si el PRO fracasa, las tensiones con la UCR y con las huestes de Elisa Carrió no aguantarán mucho más el estado de latencia.

Finalmente, si de expectativas se trata, conviene tener presentes las que se generaron con el triunfo de CAMBIEMOS, principalmente en materia de lucha contra los delitos de corrupción cometidos desde el Estado. Cortita y al pie para concluir: si en el transcurso de este año nadie va preso por quedarse con dinero público, inevitablemente, la sintonía fina de Macri con la ciudadanía empezará a entrecortarse.

 
 

15 comentarios Dejá tu comentario

  1. Con la diferencia que el PJ tiene el peso de los delincuentes K, que cometieron Delitos Contra la Nación, Estafas y otras Defraudaciones, Abuso de Autoridad, Tráfico de Influencias, Asociación Ilícita, entre otras... Macri queda hecho un santo! El PJ y el kirchnerismo son fuerzas disferentes.

  2. Señoras/es: Todo depende quien termine encabezando el peronismo. Si resultan elegidos los infiltrados Liberales de Massa o Urtubey o algún testaferro de ellos, todo el peronismo se va a poner en fila para succionarle...(los calcetines) a Macri. Si al peronismo lo encabeza alguno de los neokirchneristas, como Scioli (no veo factible que un Kirchnerista puro asuma), en ese caso, Macri va a tener que "pelar" más la billetera para "adornar" a gobernadores e intendentes. Estimados...Bienvenidos a la realidad. Recuerden: "La política es el arte de la guerra por otros medios". Saludos cordiales.

  3. La reorganización del peronismo ya no tiene mucho que ver con el kirchnerismo... Lo preocupante aquí es que tarde o temprano el peronismo termina siendo un problema. ¿Los kirchneristas?...¿cuántos son? Esa gente ya no es un problema y por suerte la tenemos a María entre nosotros para recordar aquello tan nefasto de lo que pudismos zafar.

  4. No creo que lleguen a organizarse para ganar la próxima elección, tendrían que darse cuenta de muchas cosas. El peronismo es un partido siempre organizado con un lider al frente, un ser supremo aplaudido con fervor, y es difícil que comprenda que ese esquema ya no sirve. Este gobierno hizo abrir los ojos al pueblo , el sistema del gran lider amado u odiado quedó atrás. Ahora la organización aceptable es un semi-lider y una gran cantidad de equipos brillantes, muchísima presencia en los medios, pero no tanto del semi-lider sino de los incontables equipos, dando explicaciones todo el tiempo. Si realmente el peronismo quiere tener otra oportunidad, urgentemente tiene que formar equipos brillantes desde ahora, tenerlos listos y muy preparados para competir con cambiemos, o con Massa e incluso con los radicales.

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