Una de las características que hacen a Mauricio Macri un Presidente un tanto distinto es su manera de comunicarse con el ciudadano común, y también lo hace cuando lo entrevistan.
En el reportaje que le concediera al periodista Jorge Lanata, el presidente dijo, textualmente: "Se acabó la joda, acá se acabó la joda para todo el mundo".
Evidentemente, aquí hay un error de conceptos, a saber: Un argentino debe destinar 211 días de trabajo al año a pagar impuestos, y eso no es joda.
Así de simple es el eterno problema de la Argentina, el caótico y nefasto sistema impositivo, origen de todos nuestros males.
El nuestro es un país donde tuvimos el corralito, donde los bancos le robaron a los ciudadanos; donde se inventan impuestos temporales que duran in aeternum, y no es de ahora, ¿o acaso alguien recuerda el "Ahorro forzoso" al que nos sometió el gobierno del Dr. Alfonsín?
Y ni hablar del impuesto al cheque, creado por Domingo Cavallo en 2001 que también iba a ser temporal.
Entonces, pensemos por un momento. ¿Por qué los argentinos sacan sus capitales y/o ahorros del país? Simple, porque los argentinos conocen mejor que nadie lo que es la clase política argentina, y no le tienen ninguna confianza.
Pero volviendo al tema de la joda a la que se refiere Macri, aquí lo que está haciendo el Presidente es invertir la carga de prueba. El problema no es la evasión, el problema es la gigantesca estructura burocrática administrativa del Estado y la cantidad de dinero que se necesita recaudar a través de impuestos para mantenerla. Y volvemos al dato estadístico claro, contundente e irrefutable: un argentino debe destinar 211 días de trabajo al año a pagar impuestos.
Tanto el ex ministro de Economía de Menem, Domingo Cavallo como el mediático exdirector de la Agencia de Recaudación de Buenos Aires (ARBA) de Scioli, Santiago Montoya, solo por citar algunos ejemplos de distintos gobiernos y distintas épocas, sostenían que el problema de nuestro país es la evasión, y esto no es así de ninguna manera. Entonces, ¿dónde radica el problema? Precisamente, que en nuestro país el Estado gasta más de lo que recauda.
Cada vez que alguien enciende la luz, abre una canilla, utiliza una hornalla o habla por teléfono, está aportando impuestos; ni hablar del que compra un paquete de cigarrillos, consume una bebida alcohólica o carga combustible en su auto e incluso el chico que está en una esquina limpiando vidrios cuando juntó unas monedas y compra un sándwich, paga impuestos.
Existe, además, un agravante, que es el gasto que generan los mismos agentes del Estado. No hace falta más que visitar cualquier repartición pública y ver que hay empleados en exceso, no cumplen eficientemente su trabajo, despilfarran recursos y, como si todo esto fuera poco, ganan mucho más de lo que deberían, especialmente los altos funcionarios, ya que, si establecemos un comparativo entre sus ingresos y sus resultados como funcionarios de la administración pública, la inmensa mayoría debería ser cesanteado.
En definitiva, en este sentido, la administración Macri demuestra la misma ineficiencia y desconocimiento que todos sus antecesores, y si lo que pretende es que realmente se acabe la joda, en primer lugar, debería comenzar a reformar toda la estructura burocrática administrativa del Estado que es lo que, realmente, hace que la inmoral cantidad de impuestos que pagamos no sea suficiente.
Por supuesto que a esta problemática también deberíamos agregar una reforma impositiva, para que, finalmente, el Estado recaude lo que realmente corresponde, de una forma eficaz, y destinarlo correctamente donde realmente deba ser destinado, y no a la gran burocracia administrativa a la que estamos sometidos.
Como podemos apreciar, no es muy difícil solucionar el problema “de la real joda” en la Argentina, que está compuesto, básicamente, por el déficit del Estado y el perverso sistema impositivo, pero casualmente, quienes tendrían que solucionarlo, los políticos, son parte del problema, que como dijimos, es el gigantesco sistema burocrático administrativo del Estado. Un Estado que cuenta con muchos más empleados de los que tendría que tener, con una ineficiencia notable, un derroche excesivo de recursos económicos y propicio para crear un terreno harto fértil para fomentar hechos de corrupción de todo tipo y color.
En segundo lugar, nuestro país cuenta con uno de los sistemas impositivos más perversos del mundo, donde encontramos impuestos realmente distorsivos, como por ejemplo el IVA del 21 por ciento y otros que se pagan varias veces y de distintas formas, como Ingresos Brutos y Ganancias, siguiendo con una extensa lista de obligaciones provinciales y municipales.
Todas estas “contribuciones” fiscales, no hacen otra cosa que encarecer los productos o servicios, produciendo un lógico deterioro en el poder adquisitivo y tentar a la evasión a quienes deben pagar.
Es verdad, en Argentina se debe acabar la joda, pero lamentablemente, el Presidente Macri no está atacando a las verdaderas causas, sino a las consecuencias. Y la joda se va a acabar realmente cuando tengamos un Estado eficiente, que no sea deficitario, y sostenido por un sistema impositivo coherente. Mientras eso no ocurra -cosa que por lo visto no va a ocurrir- lamentablemente, va a seguir la joda.