Desde hace aproximadamente 15 años, la mayor preocupación del ciudadano común es la mal llamada inseguridad, que en realidad es la delincuencia (inseguridad es un término muy abarcativo y demasiado liviano para definir la ola de crímenes que venimos padeciendo).
Sin embargo, las encuestas rara vez dicen eso. Por lo general, en cualquier estadística, a la pregunta "cuál es su mayor preocupación" en los primeros lugares suelen aparecer desocupación, inflación y, últimamente, corrupción, y dependiendo de la época estos ítems van cambiando su lugar en el ranking. Luego, llamativamente, en el tercer o cuarto puesto aparece la palabra inseguridad.
Desde hace años, especialmente durante la era kirchnerista, el índice de delitos creció exponencialmente. Sin embargo, la policía fue instruida para no recibir denuncias, de modo de manejar las estadísticas. De este modo, la sociedad se mantenía atemorizada y anulada políticamente y entretenida con los conflictos preparados por el estado. Suena descabellado, pero no lo es.
Preste atención, estimado lector, y podrá apreciar que cada vez que detienen a un delincuente, en la crónica policial se puede leer o escuchar: "Contaba con un frondoso prontuario", o "estaba con salidas transitorias", o "estaba en libertad condicional", o la más común: "Estaba libre por una reducción en la condena".
Nos estamos acostumbrando, lamentablemente, a que sea normal que un delincuente ande suelto, y lo que es peor, a que no reciba un castigo por los actos delictivos cometidos.
Invito al lector a que haga el siguiente ejercicio. Pregunte a sus conocidos lo siguiente: ¿Cuáles son las funciones que deben cumplir las cárceles?
La respuesta correcta es: Las cárceles cumplen 3 funciones, a saber: 1- Que el delincuente pague su deuda con la sociedad, según el delito cometido. 2- Tratar de regenerar al delincuente para su posterior reinserción en la sociedad una vez que recupere la libertad. 3- Evitar que el delincuente siga delinquiendo.
Haga la prueba usted mismo, y podrá comprobar que casi nadie dice que son tres. La inmensa mayoría dirá dos de las tres, que el preso cumpla su condena y que el sistema carcelario trate de corregirlo para su posterior reinserción en la sociedad.
Por lo general se omite la tercera, que en realidad es la primera. Evitar que el delincuente siga delinquiendo. O sea, apartarlo de la sociedad, para luego, tratar de corregirlo y educarlo, y que pague por sus delitos.
Decididamente, las funciones de las cárceles son tres, pero nos encontramos con un pequeño inconveniente, que es la realidad, y la realidad es que el espíritu, o la filosofía, de las leyes argentinas son exactamente lo contrario.
En nuestro país, los delincuentes no deben estar tantos años para pagar sus delitos. Supuestamente, tienen que estar tantos años para regenerarse y volver a reinsertarse en la sociedad. Este es el pensamiento filosófico, en general, del código penal argentino.
Y volvemos nuevamente a la realidad, que nos dice que de los tres puntos, solo apuntan a uno. Por esa misma razón, los delincuentes siguen suelos. Este es el principal problema, algo tan claro y simple como que los delincuentes siguen sueltos por la filosofía de nuestras leyes.
Para finalizar, otro pequeño gran detalle. No solo el ciudadano común omite cual es la principal función de la cárcel, también la Justicia, y eso es lo peor, y más preocupante.