Seguramente, estimado lector, en más de una oportunidad habrá escuchado decir que el fútbol es el reflejo de la sociedad. Más allá de que esta sea una frase hecha, en verdad, esto es así.
Hoy, en Argentina, el fútbol no escapa al descalabro que se vive, en todo sentido. Violencia, delincuencia, falta de respeto, desorganización, desfalcos y corrupción son algunas de las características de nuestro fútbol que bien se pueden aplicar a cualquier segmento de la sociedad.
Si después de leer estos primeros párrafos usted cree que esta columna se refiere al fútbol, le adelanto que no es así. El fútbol, en este caso, será utilizado solo a modo de ejemplo del desorden generalizado en el que estamos inmersos.
Para no retrotraernos tanto en el tiempo, podríamos comenzar en la bochornosa elección de la AFA en la que debían votar 75 asambleístas a dos candidatos y por esas cosas de las matemáticas el resultado terminó en empate, con 38 votos para cada uno.
Es realmente lamentable que un país netamente futbolero como el nuestro sea el paradigma de, por ejemplo, una intervención de la FIFA, y único caso en el mundo donde el fútbol es financiado, subsidiado y manejado por el Estado, aunque en realidad era manejado por el gobierno kirchnerista a través del "Fútbol para Todos".
El fútbol, como dijimos, no escapa al océano de caos generalizado por el que navega Argentina. Barrabravas que manejan a su antojo negocios millonarios y aprietan jugadores y dirigentes, clubes en banca rota y campeonatos totalmente desorganizados son muestras irrefutables de ello. Un detalle no menos importante son las constantes sospechas que caen sobre los árbitros. Un claro ejemplo de ello fue como se tuvo que designar el árbitro para el partido que deben disputar Boca y Rosario Central por la Copa Argentina, después del bochornoso arbitraje que tuvo ese mismo partido por el certamen 2015.
Todo este racconto, que es muy sintético por cierto, viene a cuento porque no somos capaces de manejar algo que nos apasiona, como es el fútbol, pero no solo eso; no somos capaces de realizar, si quiera, campeonatos medianamente ordenados y predecibles en cuanto a organización se refiere.
Hay más. Argentina es el único país en el mundo en el que se prohíbe el ingreso de simpatizantes visitantes. Un clásico ejemplo de "lo atamos con alambre", que además no sirvió para absolutamente nada, ya que la violencia en el fútbol es cosa frecuente, como siempre.
En todo lo demás ocurre algo muy parecido. No solo no encontramos soluciones, sino que además complicamos aún más los problemas ya existentes.
Citemos algunos ejemplos. Un viaje en subte costaba, hasta el 31 de octubre, $4,50, o sea que era prácticamente gratis viajar en subterráneo por la ciudad de buenos aires. ¿Es magia? no, claro que no. El estado debe subsidiar el subte, y debe destinar fondos que deberían ser utilizados en otras áreas para que los porteños viajen a precio regalado.
Cuando el gobierno de la ciudad quiso aumentar el precio de $4,50 a $7,50, valor actual que sigue siendo muy barato, se presentaron recursos de amparo ante la justicia. Un total despropósito. Y ocurre exactamente lo mismo con las tarifas de luz y gas. Claro, es que durante 12 años nos inculcaron que esas cosas, como el fútbol, debían ser gratis; otra vez, único caso en el mundo.
Otor ejemplo. El gobierno intentó hacer una evaluación para establecer en qué estado se encuentra el nivel educativo, y un sector de los docentes se negaron enfáticamente. Repito, valga la redundancia, único caso en el mundo.
Eso sí, para solucionar problemas que no tenemos también somos únicos. En un país donde una mujer fue electa dos veces presidente, la provincia más importante, y la de Santa Cruz son gobernadas por mujeres, el municipio más grande del país tiene un intendente mujer, y hay personalidades sobresalientes del sexo femenino, la provincia de Buenas Aires sancionó la "Ley de paridad de género", ley que también obtuvo media sanción en el Congreso Nacional que dice que tiene que haber la misma cantidad de legisladores mujeres que hombres; otro despropósito al cual se abocan nuestros representantes, mientras Sergio Massa boicotea, por ejemplo, el tratamiento del proyecto de "iniciativa público privada" y para la obra pública.
Vuelvo al principio, el fútbol. Antiguamente, los clubes de fútbol se mantenían con la cuota de los socios, la venta de entradas, publicidad en el estadio y algún eventual bono que se cobra en partidos especiales, y funcionaban.
Desde hace décadas, además de tener esos ingresos los clubes cobran derechos de televisión, "esponsoreo" de la camiseta, venta de "merchandacing" en el caso de los clubes más grandes, y ventas millonarias de jugadores, y están todos, salvo alguna honrosa excepción, fundidos, y además, se podía ir a la cancha sin correr el riesgo de que un grupo de delincuentes barrabravas hagan lo que quieran.
Cualquier parecido entre el desorden caótico por el que atraviesa la sociedad y la política argentina con nuestro fútbol no es pura coincidencia. Es más que claro que todo forma parte de lo mismo, nuestra idiosincrasia. Evidentemente, la casa no está en orden.