Hacer negocios truculentos, sucios, utilizando las imágenes de Gustavo Vera abrazando al papa Francisco, tarde o temprano iba a tener sus consecuencias.
La oscura historia de este hombre y esa presunta ONG estaba en la mira de la policía argentina, pero también del servicio de informaciones del Vaticano, quizás uno de los tres organismos de espionaje mas infalibles del Planeta.
La supuesta lucha contra la esclavitud laboral y la trata de personas derivó en episodios que cuentan que era una toda una mascarada de chantajes y hasta vínculos íntimos con obreros textiles bolivianos de ambos sexos, que hasta nos avergüenza contar en detalle.
No es extraño que Vera, un “paladín” luchador contra la prostitución femenina (aún la consentida y en la que no participan proxenetas) nunca hiciera nada en materia de prostitución masculina y la turbia madeja de los taxis boys relacionados con hombres de fortuna que ocasionaron varios crímenes.
O si lo hacía, era para no denunciar esas redes a cambio de recompensas.
Eric Frattini es un escritor español que investigó y llevó a publicar “El libro negro del Vaticano”, pero su obra anterior es mas reveladora aún. Se llama “La Santa Alianza, cinco siglos de espionaje Vaticano”... lamentablemente libros imprescindibles que nunca llegaron a la Argentina.
La síntesis de ambas obras es imaginable, y más ahora en tiempos de amenazas de terroristas fanáticos que las cumplen. El Vaticano tiene ojos y oídos por doquier en todo el mundo, y mucho más en la Nación de la cual es originario el Pontífice de turno.
Con Juan Pablo II nada de lo que ocurría en la Polonia comunista escapaba a los informes secretos del Vaticano. Con nuestro Bergoglio sentado en lo más alto de Roma sucede lo mismo.
Imaginamos que el Vaticano debe tener esos sistemas de vigilancia interna que parecían fantasías de ficción en series como “24”... pero son reales. Cada individuo que entra en ese Estado es monitoreado y comparado con archivos fotográficos de posibles enemigos.
Y muy rara vez alguien recibe esa orden de retirarse en un plazo perentorio, y más cuando se sabe que no se trata de un posible terrorista.
Gustavo Vera se paralizó cuando el Guardia Suizo lo intimó a retirarse del Vaticano, pero debe haber entendido al instante que su juego de falso moralista y justiciero de la Argentina había llegado a su fín.
Hay ciertas reglas estrictas que en Roma son el protocolo básico de todo Sumo Pontífice. Francisco puede recibir tranquilamente a Milagro Sala (ahora tendrá que esperar mucho para verla de nuevo), a Hebe de Bonafini y a personajes que el común de los argentinos aborrece. En definitiva, cumple al pie de la letra el mandato bíblico de Jesús, cuando dijo que venía a este mundo a salvar a los perdidos y enfermos.
Pero el caso de La Alameda es más que una “orga” de perdidos y enfermos. Hacer negocio lucrando con los esclavos laborales y hasta aprovechándose de ellos para regocijo propio, asquea a cualquiera.
Francisco le puso punto final al declararlo a Vera persona no grata en el Vaticano, y echarle Raid negro en pleno corazón de Roma.
¿Las relaciones de Vera con el narcotráfico del peruano “Marco”? Ya la vas a leer en este mismo portal.
“Game over”, juego terminado y como diría Pappo: “Nene, buscate un laburo decente”.