Para entender la visita del magnate chino Jack Ma (dueño del portal de ventas Alibabá) a la Argentina, es necesario conocer de qué se trata la serie titulada Black Mirror.
Esta producción de la TV británica adquirida por Netflix gira en torno a cómo la tecnología afecta nuestras vidas, en ocasiones sacando lo peor de nosotros.
El "espejo negro" (Black Mirror) es lo que usted encontrará en cada pared, en cada escritorio, en la palma de cada mano: la pantalla fría y brillante de un televisor, un monitor, un teléfono inteligente.
“Alguien” utilizará los datos para controlar a la sociedad sin miramientos ya que las personas son puntuadas y, por lo tanto, la sociedad está repleta de seres falsos que sólo quieren complacer a los demás.
Jack Ma acepta tener más de 30.000 millones de dólares lo que lo convierte en uno de los hombres más ricos del mundo. Extraña paradoja de un régimen comunista donde nueve de los diez más adinerados son, casualmente, miembros de la “nomenklatura” del Dragón.
En esa conocida firma Alibabá figuran también hijos y nietos de los “próceres” de la revolución comunista como Deng Xiaoping, Yan Zeming, Hu Jintao y el actual premier Xi Jimping.
¿Es este tipo el dueño real de semejante fortuna o es apenas el simple “palo blanco” de la organización partidaria?
Mientras el PCCh vocifera a cada minuto a favor de la igualdad y el socialismo, su gobierno crea una nueva clase política y económica que esclaviza sin miramientos, a sangre y fuego, al resto de la sociedad.
El llamado “Crédito social” que Jack Ma ha ayudado a crear es la dictadura perfecta del Siglo XXI.
Los cientos de millones de chinos no pueden votar a sus gobernantes pero el Estado todopoderoso sí le puede dar una nota a cada uno de los habitantes de su país.
Aunque resulte increíble, de acuerdo a esta puntuación, los ciudadanos podrán conseguir determinados trabajos o acceder a líneas de créditos.
En un primer momento, la entidad que medía la situación de los residentes en China era el Centro de Referencia del Crédito (CRC) organismo dependiente del Banco Popular, el más importante del país. Eso cambió completamente en 2015.
Los jerarcas comunistas, en alianza con dos de las empresas tecnológicas más relevantes, la nombrada Ali Babá y Tencent, han desarrollado un nuevo sistema para medir la fiabilidad de sus gobernados.
Su principal ventaja radica en su casi infinita capacidad para rastrear los movimientos económicos de aquellas personas no bancarizados.
El proyecto se denominó Sesame Credit Management.
¿De qué depende este “ábrete sésamo” del siglo XXI?
Se combina la situación financiera con otras variables personales derivadas de su actividad en la red (como las compras digitales).
Sesame Credit pondera todos sus parámetros, los vuelca en su base de datos para luego subirlo a la red.
A partir de ahí, cada chino tendrá la posibilidad de descargar una app en la que podrá conocer, en forma numérica, cuál es su calificación.
Sesame Credit evalúa también las amistades, actividades de ocio y estilos de vida a la hora de medir a cada chino.
La puntuación de los usuarios oscilará entre los 350 y los 950 puntos.
El mínimo representa un alto riesgo para el banco dispuesto a prestarte dinero, y el opuesto casi el ideal.
Se ofrecen beneficios instantáneos para cualquiera que supere los 600 puntos como préstamos de 800 dólares destinados a compras en línea, arrendar un auto sin dejar un depósito en garantía e incluso capacitación para optar por cargos dentro del gobierno.
Por encima de los 700 puntos se obtiene un visado para viajar a Singapur. Por encima de los 750, se puede viajar a Europa, sin necesidad de mostrar un contrato de trabajo en el viejo continente.
Hasta aquí, todo parece relativamente “normal”.
Sin embargo, irrumpe en escena una herramienta de control político total.
Este sistema no sólo mide cuánto gasta cada uno sino, fundamentalmente, en qué lo invierte.
Sesame Credit está al servicio de la vigilancia del gobierno chino sobre sus ciudadanos, para observar toda su vida privada.
China no pretendía medir el estado económico de sus ciudadanos: quería medirles a ellos mismos.
Los más afines al Partido Comunista suben rápido su puntuación, postergando a los desinteresados en política y a los que asomaban como posibles disidentes.
Esto generó fuerte autocensura a la hora de consumir y redireccionó las preferencias ideológicas.
Por ejemplo, si alguien emite una opinión contraria a la versión oficial del gobierno en algún foro público sobre la masacre de Tiananmen, su puntuación se reducirá en forma casi inmediata.
Si difunde noticias sin la autorización del gobierno, sucederá lo mismo.
Aquellos comentarios que entreguen una visión alternativa a la oficial, serán castigados con una baja significativa en su puntaje.
Y lo que es peor: su crédito social también quedará determinado por las mediciones que alcancen sus amigos o familiares cercanos.
La presión del entorno con los “díscolos” suele ser mucho más efectiva que los condicionamientos que plantea el propio estado omnipresente.
Para poder acceder a un crédito hipotecario o prendario o para conseguir vacantes para estudiar los chinos tendrán que reprimir de forma automática sus preferencias políticas y sus opiniones.
La publicidad de sus puntuaciones y el hecho de que estos datos públicos están ligados a las de su gente pueden crear un estado de presión social inmediata.
Si un ciudadano observa que la valoración de un amigo suyo es baja y está afectando a la propia, tendrá el incentivo de tratar de reprimir su comportamiento “subversivo” o lo dejará solo para no perjudicarse.
Las ONGs sin fines de lucro Private Internet Access y American Civil Liberties Union determinaron tras una delicada investigación que el sistema será obligatorio para los 1350 millones de la segunda potencia económica mundial a partir de 2020.
El Sesame Credit tiene como objetivo hacer que las personas que no son confiables no puedan alquilar un auto, no puedan recibir dinero e inclusive encontrar trabajo.
Tal como hay beneficios, los ciudadanos que tengan un nivel de crédito inferior serán sancionados con limitaciones en la conectividad de Internet.
En definitiva, este proyecto supone recuperar los sistemas de control social de la época maoísta, desfasados a raíz de las reformas introducidas a partir de finales de los 70.
"El emperador está lejos, pero las montañas son altas", reza un antiguo proverbio chino.
En la era de la "big data", la capacidad de generar, recabar y analizar información es ilimitada.
“El emperador ya no está lejos, sino dentro del bolsillo de tu propio pantalón” dicen hoy en broma los comunistas, en obvia referencia al “trabajo” silencioso que hacen los smartphones.
Los “ciudadanos” de esta super potencia no pueden siquiera tener acceso a la plataforma de medios sociales que existen en el resto del mundo.
Viven dentro de la llamada "Gran Cortafuegos", un proyecto de censura operado durante décadas por el Partido Comunista.
Miles de sitios web tampoco pueden ser vistos dentro del país, pero las plataformas de medios sociales son las que principalmente llaman la atención de los censores.
Los analistas dicen que Pekín estaba particularmente nervioso por el papel que jugaron los medios sociales en la Primavera Árabe y en la Revolución Verde del 2009 en Irán, dando lugar a un apagón en el servicio.
China bloqueó Facebook en el 2009 y también Twitter.
No existen señales que gobierno planee restaurar el acceso a la plataforma de medios sociales con base en Estados Unidos con 1500 millones de personas adheridas en todo el mundo.
El creador del sitio, Mark Zuckerberg, tiene como sueño conectar a cinco mil millones de usuarios de internet en el mundo, pero para lograrlo debería romper la gran muralla china invisible que le han levantado.
Sin embargo, no todos padecen estas restricciones.
Los sitios de medios sociales con sede en China están autorizados para operar en el país. RenRen (gente), el Facebook chino, tiene casi doscientos millones de usuarios.
Por supuesto, los contenidos de RenRen son meticulosamente vigilados por el PCCh, lo que ayuda a individualizar las tendencias de cada uno de los internautas que se suscribe.
Su Granja Feliz, Kaixin, llegó a sumar hasta cien millones de jugadores. Por supuesto, se trata de una mera copia de Farmville, una de las estrellas de Facebook.
Los usuarios chinos tampoco pueden tener acceso a Snapchat y el Youtube también está bloqueado.
Como contrapartida, Weibo y WeChat cuentan con cientos de millones de usuarios, mientras que los servicios de transmisión de vídeo como Youku, Sohu e iQiyi son muy populares.
En materia de páginas web, los mutiladores también prohíben que los usuarios de Internet visiten sitios que critican al Partido Comunista o aborden temas internos delicados como la defensa de los derechos humanos.
Resumiendo, en manos de este tipo Jack Ma ha dejado el presidente Mauricio Macri (cuya familia trabaja para China desde hace ya varios lustros) nuestros vinos y carnes para que supuestamente lleguen al gigante oriental.
Dejamos entrar al lobo al gallinero sin que siquiera tuviera que disfrazarse.
Guillermo Moreno, ex Secretario de Comercio de la Nación, le abrió las puertas de par en par durante los años kirchneristas a este impresentable merced a las restricciones ridículas que impuso para importar bienes (salvo que fueran chinos). El Pro fue aún más allá y le entrega nuestro mercado a un tipo que va a dejar sin trabajo a cientos de miles de compatriotas cuando nos inunde con el suicida régimen "puerta a puerta" que impulsan Macri y el capo de la Afip, Alberto Abad.
Van a dejar tierra arrasada. Estos criminales, asesinos de su propio pueblo a lo largo de décadas de locuras como "el salto adelante" y "la revolución cultural" son los principales sostenedores del dictador venezolano Nicolás Maduro, quién acaba de decretar el fin de la democracia liberal y la instauración de un sistema de comunas similar al que se ha instaurado en Cuba, Corea del Norte, Vietnam, Pekin y el resto de los países más esclavizados del planeta.
Nos toman de pelotudos y, en verdad, nos hemos ganado ese premio con creces.