Dicen que en los pequeños detalles se ven las grandes cosas. Argentina es el único caso en el mundo en el que: Las plazas están enrejadas, no se puede hablar por teléfono en un banco, y además, las cajas de los bancos están tapadas con biombos; la cadena perpetua no es perpetua; más del 50% de lo que uno gana se lo sacan en impuestos; un paquete de chicles es más caro que un viaje en subte; un delincuente o asesino de 15 años no va preso; o a quienes cortan una calle o ruta la policía los protege.
No es necesario hacer un análisis exhaustivo para determinar que las cosas no funcionan correctamente. Pero si el análisis lo hacemos un poco más profundo, encontramos que Argentina es el único país en el mundo en el que los sindicalistas tienen mejores autos, casas y pasar que los empresarios que le dan trabajo a los afiliados de los sindicatos que manejan.
Argentina, único país en el mundo en el que los terroristas no solo están sueltos, ocupan cargos públicos y son indemnizados, sino que además se los homenajea.
Argentina es el único país en el mundo en el que los que perdieron la guerra son quienes escriben la historia.
Pero vayamos a un ejemplo más cotidiano, el fútbol. Argentina es un país netamente futbolero. Tanto que, cuando juega el seleccionado nacional de fútbol, especialmente durante los campeonatos mundiales, no solo se permite tener recesos en los trabajos para "hacerle el aguante a la selección", sino que hasta se permite suspender las clases en los colegios.
Y si hay un clásico en el fútbol argentino, es la violencia. ¿Y qué hicieron las autoridades para combatir y solucionar semejante flagelo? Una idea única, maravillosa, fiel al ingenio argentino: se determinó que el público visitante no pueda ir a las canchas. Una vez más, único caso en el mundo, pero con el agravante de que ni si quiera con tan brillante medida se pudo erradicar la violencia de los estadios.
Tal es nuestra irracionalidad, que Argentina es el único país del mundo en el que los jugadores de fútbol salen a la cancha a través de una "manga" para no ser agredidos ni escupidos. Y esto demuestra claramente dos cosas: La primera es que este hecho, por sí mismo, nos describe perfectamente como somos como sociedad. La segunda, como solucionamos los problemas.
Seguramente, estimado lector, en alguna oportunidad usted habrá leído o escuchado que en un país en el que la justicia no funciona nada puede funcionar correctamente, y si hay algo que no funciona en nuestro país, o funciona muy mal es, precisamente, la justicia.
La justicia argentina tiene "solo" tres defectos. El primero es que es lenta; el segundo es que siempre estuvo bajo sospecha de corrupción; y el tercero es, simplemente, la suma de los dos anteriores, que la hace totalmente ineficiente.
Todo lo hasta aquí expuesto no son datos subjetivos, sino datos extraídos de nuestra triste realidad, que nos desgasta.
Mientras tanto, en Argentina, los delincuentes siguen matando y los que se robaron más de un PBI entero están en campaña los ciudadanos comunes seguimos pidiendo justicia, y los responsables nos responden con la libertad de Boudou.