En más de una ocasión hemos hecho referencia, en esta columna, a la "herencia que dejó el kirchnerismo", donde señalábamos, entre otras cosas, que lo que "nos regaló" la administración Kirchner fue, metafóricamente, un campo minado, y que para poder sortear ese campo minado era necesario tomar una serie de medidas fundamentales para comenzar a corregir esa desastrosa herencia, para lo cual si o si había que pagar, indefectiblemente, un costo político.
Pero además, detallábamos cuáles serían los 5 puntos fundamentales a resolver para desactivar ese campo minado que dejó, vaya uno a saber si de manera implícita o, por pura impericia, el kirchnerismo, que eran los siguientes: Pago de deuda a los "fondos buitres", blanquear el retraso cambiario, sincerar las tarifas, achicar el desmesurado gasto público y, por último, reordenar los planes sociales.
Hoy la cuestión es un poco distinta. Si bien no todo está solucionado, ni mucho menos —a pesar de los palos en la rueda que sistemáticamente mete el kirchnerismo— lo cierto es que las bombas económicas que dejaron plantadas no explotaron, y de a poco los números van mejorando.
A propósito de meter palos en la rueda. Un claro y reciente ejemplo: la mismísima ex presidenta le ordenó a los intendentes K, especialmente a la de La Matanza, Verónica Magario, rechazar la llegada del SAME a esos partidos bonaerenses.
Por lo tanto, fiel al estilo peronista, vaya uno a saber quién, o quiénes, algunos muchachos que están un poco nerviosos empezaron con las bombas reales.
Repito: vaya uno a saber quién, o quiénes, pero no hay dudas de que el estilo es 100% peronista.
La triste lista indica que tuvimos, en 18 días 6 atentados, a saber: En la oficina de Indra, frente al Congreso Nacional, en el edificio de Gendarmería de Córdoba, frente al Ministerio de Seguridad y la Legislatura en la ciudad de La Plata y, por último, evacuaron un juzgado federal de Lomas de Zamora donde peritos de gendarmería detonaron un artefacto explosivo en un auto sospechoso (abandonado y con pedido de secuestro) en la puerta del edificio.
No olvidemos, además, los hechos de violencia de los "mapuches" que destruyeron la casa de Chubut y, lo que ya podríamos denominar como un "clásico", el enfrentamiento interno en la última marcha de la CGT.
Por supuesto que el gobierno sabe perfectamente bien que alguien está interesado en generar caos. "Cuando los votos no alcanzan comienzan los hechos de violencia", sentenció el Ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, Cristian Ritondo en declaraciones a la prensa, y agregó: "Se manifestaron y arrojaron una bomba molotov, está claro que buscan que las fuerzas de seguridad repriman", en relación a la última protesta en la capital de la provincia.
Un párrafo aparte merece, dentro de toda esta trama, la desaparición del artesano Santiago Maldonado. No es intención, en esta columna, tratar de resolver el misterio de dónde está y/o la causa de su desaparición, pero si hacer notar la perversidad de los que hacen uso político de un desaparecido para justificar un relato mentiroso. Lo peor, en este sentido, fue cuando la mismísima Cristina Fernández, en la madrugada del lunes festejando su "victoria" en la elección primaria dijo, textualmente: "Este domingo debió haber votado un joven llamado Santiago Maldonado". Claro, es verdad, pero omitió decir que también deberían haber votado las más de 70 personas que desaparecieron durante 2003/15, como por ejemplo Julio López, o María Cash, por citar algunos casos.
Pero volviendo al joven Santiago Maldonado, pensemos un minuto lo siguiente: ¿A quién le es funcional su desaparición? ¿Para que querría el gobierno hacer desaparecer a un perfecto desconocido dos meses antes de una elección?
La campaña del miedo
Durante la campaña presidencial de 2015, el kirchnerismo basó prácticamente toda su estrategia electoral, especialmente en redes sociales, en generar una campaña de miedo en relación a lo que ocurriría si Mauricio Macri resultaba electo presidente, cuyos principales eslóganes eran: "no quiero volver a los 90" y "no quiero volver al neoliberalismo".
Algo sumamente extraño, ya que absolutamente todos los funcionarios kirchneristas fueron partícipes de ambos gobiernos de Carlos Menem, especialmente sus principales candidatos para la ocasión, Daniel Scioli y Aníbal Fernández.
Evidentemente, no escarmientan, y no logran comprender que las campañas del miedo no funcionan; y parece ser que tampoco entendieron que no solo no queremos volver a los 90, sino que mucho menos queremos volver a los 70, décadas que los peronistas, además de no olvidar parecen extrañar, y mucho.