"Llevar adelante una revolución trascendente como la cubana generó una épica de la imagen que ubica al Che entre las figuras políticas más relevantes del siglo XX", explicó el sociólogo Esteban Dipaola, en tanto el antropólogo Alejandro Grimson, autor de "Mitomanías argentinas", también puso en su presencia en la isla ese valor "único, que es haber estado en la única experiencia socialista en América, con impacto gigante en el continente".
Dipaola y Grimson, ambos investigadores del Conicet, fueron convocados a propósito de los 50 años transcurridos desde el 9 de octubre de 1967, cuando el Che fue ejecutado, un día después de ser capturado por el Ejército boliviano, un acontecimiento histórico que llevó al líder revolucionario a convertirse en un estandarte de las izquierdas.
Dipaola consideró que "el emblema Guevara" excede a las izquierdas políticas y partidarias, lo que genera que su imagen "se convierta en un símbolo problemático para ellas". "Las izquierdas partidarias deben hacer esfuerzos por 'limpiar' esa imagen de sus reapropiaciones artísticas y de sus lenguajes culturales y estéticos, y eso es todo un problema", puntualizó el sociólogo.
En tanto una testigo de los momentos previos a la ejecución menciono que “al Che lo trajeron herido pero caminaba sin ayuda”.
Irma Rosales tenía 21 años aquel 8 de octubre de 1967 y se amontonaba con otros vecinos de La Higuera por el ruido de ametralladoras y morteros que se escuchaba desde la quebrada del Yuro, cuando a las 5 de la tarde los militares trajeron al Che Guevara, herido en un pie, pero caminando sin ayuda, según recordó muchos años después aquella mujer.
"Vivía con mis padres a un kilómetro de La Higuera, pero los tiros y morteros (desde la una de la tarde) nos asustaron y bajamos a juntarnos con otros vecinos, teníamos mucho miedo", relató la mujer hace diez años, al cumplirse 40 de la muerte del mítico guerrillero. Entonces, Irma tenía 61 años y regenteaba el almacén La Estrella, en un pueblito en el que sólo vivían 20 familias.
La mujer, en ese entonces analfabeta, agregó que junto al Che vio que traían al "Chino" (Juan Pablo Chang, guerrillero peruano) al que "lo tenían agarrado" porque no veía nada sin sus lentes, y a "Willy" (Simeón Cuba, guerrillero boliviano). "Nunca habíamos visto a esa gente barbuda y melenuda. Al Che y sus compañeros los tuvieron presos en la escuelita y los han matado a eso de las tres de la madrugada. Yo escuché los tiros. Ha sido un borracho (el sargento Mario Terán) porque nadie quería hacerlo; todos tenían terror", afirmó.
Irma contó que "esa gente (los guerrilleros) nos daba miedo. Todo nos daba miedo". Por eso se reunieron esa tarde del 8 en varias casas de vecinos. "Había muchísimos militares; eran unos 300 que estaban rodeando (la zona)", agregó.