Súbitamente a una semana de las
elecciones del 23 de octubre, cuando el oficialismo festejaba y se probaba los
ropajes para la reelección del 2007 y la corporación mediática participaba de
esa mascarada, en la mañana del martes 1° de noviembre una oleada de furia
estalló en la estación Haedo. Una formación de
TBA, empresa ferroviaria que recibe
del Estado 20 millones de pesos anuales y mal maneja el ex Sarmiento, dejó de
funcionar a causa de un principio de incendio en uno de sus vagones. Luego de 40
minutos de retraso, 2000 indignados pasajeros la emprendieron contra el resto
del convoy apedreando e incendiando 7 vagones. Este fue el principio, de una
ordalía que se extendió hasta pasadas las 13.40 hrs. cuando la Bonaerense, la
Guardia de Infantería de la Federal y efectivos de la Gendarmería retomaron el
control de la situación. Pero no solo la lapidación fue contra los bonaerenses y
todo lo que representaba la empresa concesionaria, sino también contra los
medios que incluso sufrieron desde el repudio generalizado hasta la agresión
directa que incluyó golpizas y robos. Uno de los iracundos acusó directamente a
la corporación mediática de ser cómplice de
“los políticos maquillados que van de canal en canal, pensando en el 2007”.
También resultó
sorprendente que, a pesar de lo gravísimo de la situación, el gobierno nacional
y provincial durante horas mantuvieron un espeso silencio. Sobre todo, Ricardo
Jaime, secretario de Transporte, y los lenguaraces Fernández hicieron mutis por
el foro. Hacia las 13:00 hrs., el inefable ministro del Interior Aníbal
Fernández aludió que los incidentes fueron provocados por
“militantes de Quebracho en repudio de la
visita de Bush, y de opositores al gremio de la Unión Ferroviaria”,
cuando según los malogrados movileros que cubrían los acontecimientos, en ningún
momento se vio nada de eso. Ni siquiera una pintada por ahí, aunque se
especulaba con certeza que la bronca de los usuarios fue bien aprovechada por
los vándalos de siempre.
“Es
tremendo, esto es un verdadero campo de batalla”,
relataba la movilera de
América 24, observando los destrozos que redujeron a escombros
humeantes la estación Haedo. Más allá de la gravedad de los sucesos, hace rato
se vislumbraba que algo así acontecería, pues a pesar de la pésima calidad del
servicio y las constantes quejas de los usuarios, ni el Estado ni la empresa
concesionaria realizó ninguna modificación al respecto.
Inmadurez congénita
Como casi siempre, a las
corporaciones políticas y mediáticas se les volvió a escapar el quelonio.
Sorprendidas en medio de las especulaciones sobre las eventuales candidaturas
del 2007, quedaron embretadas ante tamaño estallido de furia contenida durante
mucho tiempo. Como bien dice el Corán, “uno
recoge lo que siembra”, y si precisamente se siembra constantemente
antinomias, y no se escucha nunca nada ni a nadie, pasan cosas como lo relatado.
Por supuesto, se repudia la violencia pero que quede bien en claro que esto sólo
es la imagen cruda del abismo que sigue separando a la sociedad civil con la
corporación política. Evidentemente, a ésta se le habrán acabado las vanas
promesas electorales y los electrodomésticos, absolutamente incapaz de generar
medidas eficaces tendientes a evitar esta locura. Y cuando acontece algo así,
cometen menemismo explícito y culpan del desaguisado a
Quebracho. Otro de los repudiados
fue la corporación sindical, entidad meramente corrupta cuyos gordos y ricos
integrantes siguen pretendiendo comprar voluntades a fuerza de asado y choripán.
Pasaron cuatro años de aquel
sangriento diciembre de 2001, y estas tres corporaciones continúan mirándose el
ombligo. Evidentemente, a pesar de la paciencia de muchos lo seguirán haciendo
durante bastante tiempo más.