Por curioso que parezca, los más ácidos cuestionadores de Boca son algunos hinchas de Boca que, dicen, no ven al equipo para ganar la Copa Libertadores 2018, pero resulta que para esa competencia faltan varios meses y entretanto el Xeneize disfruta de un presente luminoso en todos los casilleros: ¿Qué mayor satisfacción que vencer a River en el Monumental y ser puntero e invicto, medida de todas las cosas?
Claro, desde luego, puede ser que haya dichas más vigorosas y duraderas desde el momento en que Boca aspira a reverdecer sus copiosos laureles internacionales, pero tal respetable propósito está lejos de cancelar que por el lado de la Ribera se viva una de las semanas más redondas y radiantes de bastante tiempo a estos días.
La cosa pintaba bien por beneficio de desdicha ajena (casos y cosas de las identificaciones futboleras, tan pobladas de buenos deseos para adentro como de malos deseos para afuera) y cerró en clave de planetas alineados.
A Boca le falta un montón para ser un gran equipo, más por juego y porte que por números (que los suyos son óptimos y ya constan en el Guinness virtuoso), pero así y todo dispone de recursos, cabeza fría y corazón caliente como para avanzar a paso de Atila. Inclusive, a la vista está, cuando va a la casa de un primo urgido de regalarse y regalar talla emocional y un triunfo que cotice en la Bolsa.
Fue un Superclásico nervioso, abundante en pierna fuerte, con un arbitraje que transcurrió de más a menos y a poco estuvo de fomentar un desmadre sin retorno.
Pese a Néstor Pitana (insólita la expulsión de Edwin Cardona y grave error compartido por un juez de línea en la jugada que hubiera sellado el 2-2 de Nacho Scocco), el partido se dejó ver, ofreció alternancia de dominado y dominador. Y mantuvo el suspenso hasta el último suspiro.
Contra lo que pudiera deducirse, esta vez Boca no ganó por el poder de fuego de los ligeros de arriba sino en todo caso por defender bastante bien, por saber soportar los momentos de marea baja y porque jamás dejó de sentirse superior.
“Personalidad”, dijo Guillermo Barros Schelotto, y por lo menos esta vez dio en el clavo.
(No será casual que el gol decisivo lo haya convertido el fervoroso oriental Nahitan Nández al cabo de una asistencia de Pablo Pérez, igual de talentoso que de temperamental).
Contra lo que pudiera deducirse, River no perdió por flaquezas anímicas.
Por lo contrario, entrega fue lo que le sobró; perdió por un conjunto de razones entre las que destaca una escasa lucidez en los últimos metros de la cancha, la irresponsabilidad del tal Nacho Fernández, cuya criminal patada lo dejó en inferioridad numérica, y la blandura de su retaguardia: los defensores y el arquero, Germán Lux, que no saca ni las imposibles ni las posibles.
En fin, River padece una pesadilla interminable y Boca alarga su exclusivo almanaque sin precedentes: jamás antes había ganado los primeros ocho partidos en una competencia oficial ni había sacado la sideral ventaja que ha sacado, en el historial con sus primos de Núñez y en la tabla de posiciones.
(Una nota de color: desde 1995 dos extranjeros no convertían en un Superclásico. Aquella noche lo hicieron el uruguayo Rubén Da Silva y el camerunés Alphonse Tchami).
Habida cuenta del paso arrollador del Boca extraterrestre, en la Superliga terrenal el segundo puesto es compartido por Talleres y San Lorenzo a nueve puntos, y el cuarto por Huracán, Unión, Colón, Banfield y San Martín de San Juan a diez.
San Lorenzo perdió el invicto del ciclo de Claudio Biaggio a manos de un Banfield que ha recuperado solidez; Talleres tuvo todo para llevarse los tres puntos del Cilindro de Avellaneda, dejó pasar un par de trenes y permitió el empate del indescifrable Racing de Diego Cocca; Huracán malogró demasiadas oportunidades de gol y cayó ante un Godoy Cruz con el “Morro” García en clave estelar, mientras que Colón y San Martín entregaron un partidazo que se correspondió con un salomónico 3-3 más festejado por los cuyanos.
Colón, que es uno de los dos equipos que todavía no ha perdido, dilapidó una renta de dos goles de ventaja.
La undécima fecha de la Superliga deparó asimismo el descolorido 0-0 de Independiente y Belgrano en Córdoba; la muy buena victoria de Atlético Tucumán a expensas de Rosario Central, en Arroyito; y la goleada de 4-1 que Defensa y Justicia propinó a Temperley, en caída libre.
Chacarita atesoró su primera conquista desde que regresó a Primera (2-0 a Gimnasia y Esgrima La Plata); Estudiantes frenó la racha de Argentinos Juniors con el 1-0 consumado por un gran cabezazo del misionero Jonatan Schunke y Olimpo se aprovechó de los suplentes de Lanús, que por atendibles razones anda con la cabeza en otros menesteres.