“Mataron a una adolescente durante un asalto en La Plata. Abril Bogado Scenna tenía 12 años, volvía de una fiesta familiar con su mamá, papá, una hermana y la abuela. Antes de entrar a la casa, aparecieron dos delincuentes armados. Uno disparó al interior del vehículo y la bala le dio en el rostro”.
“Asesinaron de un balazo a un joven de 17 años. La víctima, Cristian Marcelo Montaño, iba acompañado por dos amigos cuando fueron sorprendidos por dos hombres en una moto, que le dispararon”.
“Asesinaron a un chico de 15 años de un balazo en el pecho. Dos adolescentes de 15 y 16 años fueron detenidos, acusados de cometer el crimen tras un partido de fútbol”.
Tres noticias de este fin de semana, tres familias que vieron como cambiaban sus vidas en un segundo; familiares, amigos y compañeros de escuela que no compartirán más con estos chicos un cumpleaños, una fiesta o un almuerzo de domingo.
Padres que no verán a su hijo/a crecer, estudiar, ponerse de novio/a casarse y darle nietos; abuelos que no podrán malcriar a sus nietos, hermanos que no tendrán con quien pelear.
Y todo esto, no por un accidente o por una fatalidad, tampoco por imprudencia de las víctimas, ni porque el destino quiso que alguna enfermedad terminal acabara con sus vidas.
Todos ellos fueron víctimas de la delincuencia, víctimas de personas que no valoran la vida, ni la libertad, ni la propiedad ajena.
¡Y es mentira que están jugados y que no les importa que los maten! Bien que cuando los detienen llaman a algún abogado para que “los saque” o cuando son heridos o caen muertos, reclaman “gatillo fácil” o exceso en la legítima defensa por parte de la víctima.
Nosotros somos las víctimas, no ellos. Pero también somos víctimas de algo aún peor, de algo mucho más perverso. Somos víctimas de lo políticamente correcto y del garantismo y del padre de estos dos monstruos, el postmodernismo.
En nuestra ingenua bondad, dejamos que nos cambiaran el foco de discusión fundamental de la convivencia, que es el análisis de qué es actuar correctamente y qué no lo es (respeto al prójimo); para pasar al debate acerca de qué tiene más valor, si la vida o la propiedad.
La vida en sociedad sólo es posible si existe (parafraseando a Benegas Lynch) el respeto irrestricto por el otro y por su proyecto de vida, y nuestro proyecto de vida incluye nuestra libertad y nuestra propiedad.
La justicia debería actuar para defender la vida, la libertad y la propiedad de la víctima por sobre el delincuente, y no para definir en abstracto qué vale más, si la vida o la propiedad, abstrayéndose de quien agrede y quien se defiende. No como con el detenido por el primer crimen descripto, Abril Bogado, delincuente que gozaba del beneficio de la libertad asistida, a pesar de tener al menos tres condenas en su haber.
Para finalizar transcribo parte del libro “El Imperio de la Decadencia Argentina RECARGADO” en donde se puede leer: “El uso monopólico de la fuerza que delegamos en manos del estado, le permite a cada ciudadano enfocarse en su desarrollo personal, sin tener que distraer esfuerzo alguno en proteger su persona y su propiedad de aquellos que no respetan ni a una ni a la otra.
La función del estado NO ES procurar el bienestar de todos, la función del estado ES el prevenir y repeler el ataque contra cada uno.
Los linchamientos o el crecimiento en el uso de armas de fuego por parte de las víctimas, no se deben a una imposibilidad estatal de resguardar a las personas; se debe a su incapacidad, a su inoperancia y a una subversión del valor de la cultura del mérito a la justificación de la necesidad dentro del imaginario de lo políticamente correcto.
Las reacciones violentas de las víctimas son una consecuencia, no una causa; juzgarlas en forma aislada y descontextualizada sólo indica no comprender el problema. Las personas de bien no andan por la vida deseosas de ver correr sangre; las personas de bien comercian, negocian bienes y virtudes, reniegan de la violencia y sólo recurren a ella en la desesperación y la desesperanza.
Decía Juan Bautista Alberdi: “El Gobierno es una necesidad de civilización, porque es instituido para dar a cada gobernado la seguridad de su vida y de su propiedad. Esta seguridad se llama y es la libertad”.
Te extrañamos y necesitamos Juan Bautista.