Cristina fue la jefa de la asociación ilícita para saquear al estado y hoy es la jefa de la conspiración contra el gobierno de Mauricio Macri. Cristina lo hizo. Ella fue la autora intelectual y su estado mayor, fue el autor material del furibundo ataque a la democracia que nos inquietó ayer a todos.
Calladita. En silencio, fue Cristina la que arengó a su tropa para que fueran a generar todas las provocaciones. Ninguno de ellos se atreve a mover un dedo sin la orden de ella. Los motivos son varios. Primero su actitud negadora de la derrota. Jamás en su vida fue capaz de decir: felicito al ganador. No concibe su derrota. Tuvo dos gestos simbólicos muy fuertes que confirman esto que le digo. No quiso entregar los atributos del poder y parió una situación tan bizarra que convirtió a Federico Pinedo en un presidente fugaz de la Nación. Su capricho, su soberbia de no querer aparecer en una foto cediendo la banda presidencial y el bastón produjeron el primer daño institucional a Macri. No hay fotos de Néstor muerto. No hay fotos de Cristina entregando el poder y volviendo al llano. Lo que no se ve, no existe, según su lógica perversa. Por eso, Néstor no se murió. Y por eso Cristina no perdió.
Pero eso no fue todo. En ese momento ella había pasado a ser ex presidenta. Pero ahora que es senadora por la minoría, tampoco fue capaz de reconocer la victoria y saludar a Esteban Bullrich que la había derrotado. Perdió por amplio margen en una de las peores actuaciones del peronismo de la historia y, tozudamente, no quiso felicitar al ganador como ocurre en todas las democracias maduras del mundo. Pero la cosa fue peor. Como Bullrich es un caballero y además tiene fuertes convicciones católicas, puso la otra mejilla y la llamó dos veces. Cristina nunca le atendió el teléfono.
Este es el ADN de la mujer más dañina, corrupta y autoritaria que tuvo la democracia recuperada en 1983.
Ella, con estas actitudes de puro resentimiento, envía a su propio cerebro y al corazón de su militancia un mensaje que dice: no perdimos. Y actúan en consecuencia.
Ese es el primer motivo que impulsa la conspiración golpista de Cristina. Pero no es el más importante. Porque el miedo no es zonzo. El gran motor que la impulsa es evitar terminar sus días en la cárcel de Marcos Paz o Ezeiza. Cristina no come vidrio. Ella sabe que su situación legal es muy comprometida y que más temprano que tarde, el año que viene tal vez, podría ir a parar a una celda. Eso lo sabe por dos motivos: primero porque tiene 4 procesamientos y en cualquier momento aparece el quinto, juez Ercolini mediante. Hay muchas pruebas y evidencias del robo del siglo que fue su gobierno. Pero además ella es consciente de que gran parte de sus testaferros y cómplices más cercanos están presos, a saber: Julio de Vido, Carlos Zannini, César Milani, Lázaro Báez, y José López, entre otros. Hasta su propio contador, Víctor Manzanares está detenido por dibujar tantos libros contables para ocultar lo inocultable: las megas coimas y la hiper corrupción de estado.
Por eso Cristina quiere destituir a Macri. Por eso lo odia. Porque sabe que la única posibilidad que tiene de zafar de la prisión es que caiga el gobierno de Cambiemos en medio de turbulencias institucionales similares a las del 2001. Por eso Cristina es la presidenta del club del helicóptero que sueña con ver a Macri huyendo por los techos de la Casa Rosada, convertido en Fernando de la Rúa. Por eso festejaron ayer a los abrazos. Porque van sembrando vientos y quieren cosechar tempestades. Ayer Cristina y su banda iniciaron una metodología que va a ir creciendo a lo largo de los días.
Estos muchachos nada tienen que ver con la defensa de los jubilados. Eso no les interesa. De hecho fue Cristina la que vetó la ley del 82% móvil y la que especuló con la muerte de 300 mil jubilados para no pagarle lo que les correspondía. Su argumento es que con el pago a los jubilados querían quebrar al país. Ahora exige lo que ella vetó.
Hay que ver los videos y aparecen claramente todos los soldados más cercanos a Cristina. Leopoldo Moraeu, un provocador profesional que sacó de quicio a Emilio Monzó. Lo escupió, insultó a su madre, le sacó el micrófono y como un patotero de pacotilla, lo desafió a pelear. Es el mismo Moreau que traicionó al radicalismo para colgarse de las polleras de Cristina, es el mismo que sacó el 2% de los votos como candidato a presidente en la actuación más humillante de la Unión Cívica Radical. Por algo lo expulsaron del partido.
Para Moreau y varios de los más agresivos, tal vez hay que pensar en sanciones más importantes. Monzó es el presidente de la Cámara de Diputados, el tercero en la línea sucesoria presidencial. Tiene una investidura que Moreau mancilló. Los que a pedradas, fogatas, quemas de autos, hondazos con tuercas, encapuchados, saqueos y bombas molotov quisieron entrar al recinto del Congreso para evitar que funcionara uno de los poderes del estado deben ser acusados por la ley de defensa de la democracia. Por atentar contras las instituciones republicanas. Son chavistas en estado puro. Todo el peso de la ley les debe caer para que no crean que es gratis degradar el sistema en el que todos elegimos vivir.
Todo el cristinismo estaba tan verticalista que hasta Hebe Bonafini suspendió por primera vez en la historia la ronda de los jueves para participar de las protestas frente al Congreso. “Es el lugar en donde estarían nuestros 30 mil hijos desaparecidos”, argumentó.
Los mismo le cabe a otro gurka de Cristina: el intendente de Berisso, Mario Secco. Hay que ver las imágenes para comprender el grado de violencia y salvajismo con que ingresó a la legislatura de la provincia de Buenos Aires. A los empujones, pateando puertas, rodeado de lumpenes y pibes chorros y banderas de La Cámpora. Ensució con su irracionalidad la legislatura bonaerense.
Tanto Moreau como Secco cruzaron una raya que jamás se había cruzado. Fueron como dijo Marcos Peña, los piqueteros de adentro del Parlamento. Afuera, detrás de las vallas, todas las organizaciones cristinistas, incluso los vergonzantes, como los seguidores del papista Juan Grabois o el Movimiento Evita, más la izquierda más minoritaria y dogmática hicieron todo lo posible para impedir que funcionara el poder Legislativo, uno de los tres poderes en los que se divide nuestra República. Eso también es atentar contra el orden democrático. Eso también es golpismo liso y llano. El presidente de la Legislatura bonaerense, Manuel Mosca ya denunció a Mario Secco ante la justicia por el delito de intimidación pública e incitación a la violencia colectiva contra las instituciones”. Son pocos pero muy agresivos y peligrosos. No son meros alborotadores. Acatan las órdenes de Cristina y van por todo. Convocan a su gente a una rebelión destituyente. Se sienten dueños del país y de la Casa Rosada. Solo creen en la democracia cuando ganan ellos. Cristina lo hizo. Ella es la jefa de la conspiración.