Poco a poco se han ido imponiendo en el mundo hombres fuertes que gobiernan con vena despiadada y gran egolatría en desmedro de una mayoría menos ruidosa.
Lo del botón nuclear "mucho más grande y más poderoso" de Donald Trump en respuesta a la supuesta facilidad con la cual Kim Jong-un podría oprimir el que tiene "siempre" en su escritorio no sólo refleja las bravuconadas en las cuales ambos suelen embarcarse, sino, también, la vena despiadada de la cual se jactan. El botón nuclear no existe. Ni en Estados Unidos ni en Corea del Norte. De estallar una guerra nuclear, Trump y Kim deberían seguir protocolos que podrían demorarla o, inclusive, abortarla. El asunto es otro. La egolatría de uno y del otro se codea con el autoritarismo, aparentemente más habitual en Pyongyang que en Washington.
En el mundo, creo yo, prevalecen los líderes alfa sobre los presidentes beta. Estruendosos unos; recatados los otros. Un profesor universitario de Michigan, otro de Harvard y otro de Toronto se preguntan en un meduloso análisis publicado en la revista Foreign Affairs si la democracia está a salvo en Estados Unidos. La respuesta es negativa. No hablan de fascismo, sino de autoritarismo competitivo, "sistema en el cual, aunque existan importantes instituciones democráticas, el gobierno hace uso abusivo del poder del Estado para perjudicar a sus adversarios". Atribuyen ese impulso a la polarización de la sociedad.
Ese fenómeno, contundente en Rusia, Turquía y Venezuela, lleva a líderes alfa como Vladimir Putin, Recep Tayyip Erdogan y Nicolás Maduro a "politizar instituciones estatales y emplearlas contra la oposición". Es como comprar al árbitro de un partido de fútbol. No sólo puede evitar sanciones. También puede aplicárselas a los adversarios. Putin se deshace de ellos acusándolos de corrupción mientras ignora comportamientos similares entre los suyos. Erdogan silencia a aquel que desentona con su gobierno por medio de purgas. Maduro se apoya en sus mejores laderos, las fuerzas armadas y policiales, para reprimir protestas y soslayar reclamos.
No todo está perdido, parece. "Cuando estuvieron acompañados por una sociedad movilizada y actores multilaterales que actuaron con eficacia, esos líderes mostraron que el ascenso de gobiernos que desprecian los derechos no es algo inevitable", advierte el informe mundial 2018 de la organización Human Rights Watch. Las sociedades supieron ponerles límites o, en otros casos, contaron con apoyo externo. El presidente de Francia, Emmanuel Macron, encaró una resistencia exitosa contra la capitulación de líderes de centroderecha de Austria y Holanda que "optaron por competir adoptando posturas racistas y contra los inmigrantes y la comunidad musulmana, y de esta forma incorporaron políticas populistas y abusivas".
Entre los líderes alfa, Xi Jinping logró imprimir sus pensamientos en la Constitución del Partido Comunista de China; el presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, apodado The Punisher (El Castigador), se ufana de los 12.000 muertos que dejó la guerra contra el narcotráfico en apenas un año y medio, y el príncipe saudita Mohamed bin Salman, aún no coronado, alardea como reformista por la detención de un tendal de príncipes, ministros, funcionarios, militares y empresarios bajo cargos de corrupción. La demagogia, como la polarización, alienta la dureza, a veces bendecida por las sociedades. Por una porción de las sociedades, en realidad.
Desde el final de la Guerra Fría, Occidente ha procurado la integración de los regímenes no democráticos en el orden liberal. La paciencia estratégica, como definía Barack Obama su vínculo con Corea del Norte, terminó con Trump en un contexto marcado por el Brexit. Trump y el Brexit son sinónimos de rupturas, de aislamientos y de la abdicación de valores. Los gobiernos autoritarios contagiaron, en cierto modo, a democracias no exentas de abusos en un sistema regido por la prepotencia de los líderes alfa, más ruidosos que los presidentes beta. Nadie les exige a China, Egipto, Siria y otros gobiernos que respeten los derechos humanos.
La oleada de autoritarismo competitivo, alentada por la crisis de confianza desatada por el quebranto global de 2008 y las esperanzas frustradas de la Primavera Árabe y de los indignados europeos y norteamericanos de 2011, no encontró resistencia. En Egipto, la dictadura de Abdel Fatah al Sisi aplastó el disenso político y resultó ser más represiva que la del faraón Hosni Mubarak. En Siria, otro dictador, Bashar al Assad, derrotó al Daesh, ISIS o Estado Islámico y se mantiene en el poder después de siete años en guerra gracias a otro autócrata, Putin. No por nada admirado por Trump en abierto desafío a los valores que, se supone, pregona en casa, empezando por la división de poderes.
Para empezar, a las bravuconadas no se las enfrenta con tolerancia y aceptación. No puede haber negociación si la otra parte se entera que uno no esta dispuesto o que está incapacitado para defenderse. En cuanto al autoritarismo, el autor de la nota está totalmente desinformado. Una de las causas del triunfo de Trump es que la gente se dió cuenta que los demócratas estaban entrando en la onda ideológica de Maduro. Porque toda la onda de la corrección política, la defensa militante y casi militar de una cantidad de minorías oprimidas, las demandas para legislaciones que castiguen con multas e incluso cárcel a lo que llaman "discurso de odio" y que no es otra cosa que cualquier desviación al discurso que quieren imponerles a todos, son muestras claras de hacia dónde va la gente "progresista" en EU. Si alguno tiene dudas puede buscar ANTIFA, o cualquier militancia de género y verá que los procedimientos son los mismos que los de los piqueteros y militontos de acá, nada más que allá les dicen SJW "Social Justice Warriors".
Continuando con las cosas elementales. Autoritario no es el que tiene autoridad. Autoritario es el que quiere construir autoridad por la fuerza. Por ejemplo, vos escribís un libro y sos el autor. Autoritario es el que plagia tu libro y pretende apropiárselo porque tiene más seguidores que vos. El autoritarismo surge de arriba hacia abajo y también de abajo hacia arriba. Desde arriba, el líder autoritario quiere nada más que poder, y les vende a los seguidores la idea de una identidad y una participación inmediata en ese poder. Es lo mismo que un esquema Ponzi, pero de la militancia. Desde abajo, la gente compra la idea porque desde la escuela los han acostumbrado a que no hay desafíos ni responsabilidades personales: todo es copiar y pegar, comprar y vender, la identidad se elige y el respeto te lo tienen que regalar, sólo es necesario seguir una corriente con fanatismo. Pero la autoridad, como el respeto, son cosas que se ganan y, al igual que la moneda de un país, son algo valioso sólo en la medida que representan un contenido de valor y un recorrido. El autoritarismo pretende imponer por la fuerza una farsa de autoridad y respeto, pero sin contenido. En cuanto a los machos alfa, cualquiera puede intenta se el macho alfa de la manada, los posmodernos lo saben. l problema es que los posmodernos creen que la realidad no existe y que cualquier narrativa es válida si se la impone por la fuerza. Ese es el peligro, son todos machos pero ninguno sabe realmente qué hacer para que una sociedad sobreviva y sea exitosa y sustentable, a menos que su "manada" se trate sólo de un pequeño grupo militante que lucha para obtener privilegios a costa del resto de la comunidad. Eso ya lo vieron todos de gente que piensa y anuncia cosas como que cuando todos los baños públicos sean multigénero, vamos a ser un país mejor. Porque la regla es esa, la propuesta más absurda se justifica nada más que con una declaración de buenas intenciones, diciendo que la intención es "transformar la sociedad para hacer un país mejor" cuando en realidad detrás de eso no hay ni hubo nunca nadie que tenga la más remota idea de si eso realmente funciona o no y tampoco les importa. El resultado es muy fácil de adivinar porque ya lo vimos en funcionamiento. Si todos luchan para obtener "derechos" que en realidad son privilegios a costa del "patriarcado" o del "capitalismo" o de la "oligarquía opresora", al final se quedan luchando entre ellos porque la "guerra" puede darle ganancias a un grupo durante un tiempo, pero después viene el racionamiento y la pobreza, cuando no la muerte, especialmente si es una guerra interna. Por eso la gente está perdiendo la confianza en gente que sigue buscando excusas para imponer por la fuerza ideas que vienen fracasando durante los últimos sesenta años en todas partes.
En cuanto a los machos alfa, cualquiera puede intentar ser el macho alfa de la manada, los posmodernistas lo saben pero confían demasiado en eso. El problema es que los posmodernistas creen que la realidad no existe y que cualquier relato es válido si se lo impone por la fuerza.
Que exista un macho alfa en una manada o país fracasado, es solamente una muestra de la suspensión temporal del mecanismo de selección natural. En toda la evolución, excepto ahora, el macho alfa es el que sobrevive y hace sobrevivir a su manada. El que no sobrevive o fracasa se quedó en aspirante. Ahora cualquiera que fracasa sobrevive igual y sigue dándoselas de macho por más idiota y ridículo que sea. Son como piratas con seguro de vida y accidentes de trabajo; como Maduro o el otro de Siria. Eso es porque compran tiempo al precio de hacer pelota los recursos naturales de sus respectivos países.
Y una más, porque hay más. Líder es el que toma la iniciativa a favor del grupo que lo reconoce como líder. O sea que no basta con ir primero en la tabla de posiciones para ser líder sino que el líder tiene que tener una visión de cómo su grupo puede enfrentar el futuro y sobrevivir al intento y además su grupo debe reconocer o vislumbrar que está en lo cierto. El liderazgo no tiene nada que ver con detentar o administrar el poder. Tampoco el liderazgo es compatible con el autoritarismo, la diferencia es que en el autoritarismo la construcción de autoridad es artificial, todo se basa en identidad lealtad y obediencia, las decisiones del que está más arriba no se discuten ni se evalúan, porque ese es el principio básico del autoritarismo. De modo que un pibe que hereda el poder de su familia es imposible que sea un líder o que llegue a serlo, por más poder que tenga.