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¿Por qué no existe objetividad en el periodismo?

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RESPUESTA A CHRISTIAN SANZ (Por Roberto C. Neira)
RESPUESTA A CHRISTIAN SANZ (Por Roberto C. Neira)

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"Mi conciencia tiene para mí más peso
que la opinión de todo el mundo" (Cicerón).
 

    No es la primera vez que disiento con Christian Sanz sobre un tema de actualidad. Pero pienso que ese disenso sirve para equilibrar la balanza y, en este caso, poder transmitir una opinión más sobre lo que solemos denominar "periodismo independiente".

    El periodismo independiente no existe. Los periodistas también somos ciudadanos de este mundo, por lo tanto, pensamos, sentimos, sufrimos, amamos y luchamos por nuestros ideales. El periodista siempre es "dependiente" de sus propias ideas y de sus valores personales, aunque esto para el lector sea muy difícil de comprobar. Cada uno de nosotros maneja íntimamente estas cuestiones en el ámbito de su propia conciencia.

    Ni siquiera son "independientes" los colegas que por el hecho de no trabajar para algún grupo mediático lo hacen por su propia cuenta. Y hay una sola razón para que esto suceda: todos tenemos nuestra ideología y opinamos acerca de las cosas que suceden a nuestro alrededor desde aspectos relacionados con la moral, la religión, las creencias, la política y las cuestiones sociales. Por lo tanto, aunque para el escalafón del gremio también los cronistas son periodistas, en este caso no estoy refiriéndome a ellos, pues, por lo general, son los que transmiten o relatan la noticia fríamente, sin aditamentos, y dan testimonio, casi siempre "en vivo" a través de la pantalla de la TV o desde el móvil de una radio.

    Mi comentario está dedicado expresamente a los periodistas que tienen a su disposición espacios en los medios gráficos, radiales o televisivos, como columnas de opinión, notas de investigación o entrevistas.

    No tengo dudas que, en todos los casos, lo que hacen es transmitir al lector su análisis personal, sus propias ideas, sus puntos de vista, a lo sumo el oyente o el televidente disentirá con lo expuesto pero quedará en segundo plano la posibilidad de que se dude de la veracidad de lo que afirma. Por eso, el que sabe manejar un buen nivel de oratoria corre con cierta ventaja cuando el apasionamiento con que se expresa parece demostrar hasta qué punto el periodista se juega por lo que dice.

    Por supuesto, también están los que esconden alguna ventaja personal económica o política y les agrada quedar bien con éste, aquél o el de más allá, de acuerdo con la simpatía o interés que le irradian ciertas personas. Por lo general, las que detentan el poder.

    ¿Quién puede negar que estas cosas forman parte del ámbito del periodismo profesional? Se las ve todo el tiempo y a toda hora.

    Particularmente, periodísticamente hablando, abogo por la confrontación de ideas. Sin embargo, no niego que tengo mis convicciones respecto a los hechos que analizo cuando escribo y me agrada exponerlos sin tapujos. No me interesa quedar bien con nadie y prefiero estar tranquilo con mi conciencia antes que con cualquier otra cosa. Cae de maduro entonces que ningún periodista que se precia escribe todo aquello que puede ser contrario a sus ideales, descartando, por supuesto, a los conocidos "mercenarios de la pluma y la palabra" que pululan en los grandes medios.


EL CASO AMIA

   
Pero si nos encontramos con un tema tan difícil, complicado y enrevesado, como el del atentado a la AMIA, por qué se elige el camino de favorecer a uno de los sectores en pugna, sea esta la versión oficial o la de numerosos y conspicuos dirigentes que por razones de sangre, intereses económicos o antisemitismo se aprestan a cargar las tintas sobre la teoría del AUTOATENTADO.
    En la misma medida de lo presentado hasta ahora por las investigaciones oficiales sobre la existencia de un "coche-bomba", ¿cuáles son las pruebas contundentes que echarían por tierra la información oficial, dando credibilidad a la teoría del autoatentado?
    Si por descarte (o intuición) analizamos todas las declaraciones de los últimos 10 años en la materia, comenzando por la corte adicta al menemismo, y continuando por la serie de personajes que aportaron datos, rumores, comentarios, para convalidar la posibilidad de un autoatentado, sinceramente, tratándose de quiénes se trata, me hacen pensar todo lo contrario.
    No niego que Christian Sanz haya investigado el caso a fondo y, quizás, más, que cualquier otro periodista en el mundo, pero por qué limitarse a descalificar a otro colega. ¿Por qué no elegir la vereda del neutralismo hasta que todo esto se vaya aclarando y dejar, en todo caso, que sea el lector, el que haga sus deducciones con los elementos que tiene a mano? Salvo, por supuesto, que Sanz cuente con pruebas fundamentales que sirvan para que el caso AMIA no siga embarrándose todavía más.
    En este aspecto, considero que ante la posibilidad de un error, un periodista no puede ni debe jamás traicionar sus convicciones.
   
1) Por más que Truman haya justificado decenas de veces haber arrojado las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, en defensa de la supuesta muerte de un millón de soldados norteamericanos en el frente de batalla, la desaparición de 300.000 seres inocentes y las secuelas que dejó en la población japonesa, hace que me hierva la sangre y considere ese acto como un crimen aberrante y absurdo.
   
2) Si los neonazis aseguran que la muerte de 6 millones de judíos (el Holocausto) es una absoluta mentira y que fue una maniobra urdida por el eje: Israel-USA-Gran Bretaña, para dominar el mundo, jamás dudaría de lo que he visto cientos de veces en documentales, testimonios, libros, etc. Es imposible que como periodista sobre este tema pueda escribir una nota dudando de la historia oficial.
   
Yendo al caso AMIA (o el de la Embajada de Israel), aunque los hechos no sean comparables con los dos ejemplos anteriores que, evidentemente, necesitaron de bastantes años para quedar suficientemente comprobados en la historia, no tengo ninguna duda que el "terrorismo islámico" o, para evitar susceptibilidades, "los grupos árabes organizados para actos de legítima defensa", cómo se suele decir para justificar con hechos de violencia la invasión e intromisión de los norteamericanos e israelíes en Irak y Palestina, no son bebés de pecho. No se trata de un invento de la Twenty Century Fox para lanzar la promoción de una película taquillera; los que ponen bombas, se inmolan y planifican atentados, por lo tanto, existen...
    Desde esta posición, es cómo debe verse la debilidad de una u otra teoría. Mientras tanto, todo lo que se pueda decir al respecto, son puras especulaciones, que no van más allá de simples conjeturas para que el opinólogo de turno se posicione en el lado que más le conviene.
    Y a veces, por compasión, apoyando al que a simple vista parece ser el más débil.

Roberto C. Neira
neiracomunicaciones@argentina.com

Nota del Director:

    Esta carta le fue respondida al Sr. Neira oportunamente, aclarándole que este periodista jamás ha apoyado la descabellada teoría del "autoatentado" en el marco del magnicidio de la AMIA. No apoyar la "versión oficial" no significa que la única alternativa sea la del autoatentado. Lo que se cuestiona desde este periódico es la utilización de una Traffic-Bomba para derribar el edificio de la mutual judía, cuya presencia jamás fue demostrada fácticamente.

    Lo que sí parece más lógico es que haya habido una bomba en el volquete que sí vieron la mayoría de los testigos del sangriento hecho en la puerta de la AMIA.

    Por lo demás, respecto al periodismo independiente, vale el disenso. En ese marco se construye el diálogo y se puede crecer cada día.

 

Christian Sanz
Director Ejecutivo
Tribuna de periodistas

 

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