Últimamente, a Mauricio Macri se lo ve demacrado. Muy caído y cansado. En su círculo íntimo reconocen que es así, pero aseguran que se trata de lo ocurrido en los últimos días, corrida cambiaria mediante.
Otros creen que se trata de algo más, que el presidente tiene alguna dolencia —o dolencias— y no quiere hablar sobre ello. Lo comparan con Néstor Kirchner, que siempre sabía ocultar sus problemas de salud.
En realidad, todos los mandatarios hacen lo mismo. Carlos Menem ocultó su obstrucción de la arteria carótida en 1993 y Fernando De la Rúa terminó con una operación similar en 2001.
En medio de esas especulaciones, Macri se realizó esta mañana una serie de análisis clínicos de rutina, que incluyeron un examen de sangre y de orina, una ergometría y a una ecografía general.
Los chequeos coordinados por el director de la Unidad Médica Presidencial, Simón Salzberg, fueron realizados en el Centro de Diagnóstico Maipú.
La prueba de esfuerzo y la ecografía arrojaron resultados satisfactorios, en tanto que restan esperar los del análisis de sangre y orina, siempre según los partes oficiales.
Debe recordarse que Macri tuvo ya un problema en junio de 2016, que fue dado a conocer públicamente como una simple “arritmia”.