Crónica de los hechos de un robo muy bien preparado
El día viernes, la sucursal de Acasuso (Partido de San Isidro) del Banco Río fue asaltada. Todo comenzó a las 13 horas aproximadamente con toma de rehenes y “finalizó” alrededor de las 19 horas. Es decir, siete horas de angustia y extrema tensión.
Pero lo curioso no es el robo, lo curioso es el paradero de los delincuentes. Al igual que se pregunta la cantante colombiana Shakira en uno de sus álbunes, aquí, todos se preguntan ¿dónde están los ladrones? Porque los rehenes fueron liberados sin lesiones pero los delincuentes desaparecieron como por arte de magia con dinero y joyas, luego de un suculento almuerzo de pizzas.
Sin duda, una verdadera payasada violenta. Una gran burla delictiva que terminó siendo comentada, más por sus dotes de hazaña, que por el delito en si mismo.
Y mientras todo sucedía, los medios…
Se vanagloriaban de las primicias, ya que el viernes pasado, la provincia de Buenos Aires se convirtió en un campo de batalla donde víctimas y victimarios tuvieron que padecer el morbo mediático.
Porque mientras todo sucedía, Crónica TV, ponía en pantalla sus tradicionales carteles de fondo colorado y letras blancas donde decía: “Así informa Crónica TV” y luego sacaban todas las primicias que habían tenido.
Otros noticieros, también se adjudicaban la primicia del asalto al banco aunque con un poco más de sutiliza. No obstante, todos los medios informativos decían cosas diferentes y sacaban conclusiones descabelladas mientras los rehenes permanecían en el interior de la sucursal bancaria.
Mensajes confusos, imágenes reiteradas que figuraban como en vivo y en directo. Y la eterna persecución de un teoría conspirativa contra el gobierno de la provincia de Buenos Aires. Es decir, contra Felipe Solá (Gobernador de la provincia) y León Arslanian (Ministro de seguridad bonaerense).
Metamorfosis de las actividades delictivas
Desde hace ya varios años el aumento de la delincuencia ha puesto en jaque la cuestión de la seguridad en nuestro país, pero también en el resto del mundo.
Atrás quedaron los hombres al estilo de Robin Hood, que robaban a los ricos para darle a los pobres, marcando la etapa del bandolerismo social en muchas partes del mundo.
Históricamente, los bandoleros representaban una forma primitiva de protesta social, un fenómeno de sociedades primitivas, agrarias, tenazmente tradicionales, de estructura precapitalista. Eran fundamentalmente campesinos y trabajadores sin tierra, oprimidos y explotados por otros, como ser: señores, ciudades, gobiernos, etc.
La visión que tenían los diferentes estratos de la sociedad, sobre este tipo de bandidos, era paradójica. Por un lado eran considerados criminales, por el Señor y el estado; mientras que por otro lado, permanecían dentro de la sociedad campesina, siendo vistos como héroes, vengadores, luchadores por la justicia, etc.
Hoy en día, podemos hablar de las conocidas conductas desviadas. Conductas que generan todo tipo de temores sociales. Secuestros express, secuestro extorsivos, cautiverio, asaltos con toma de rehenes, hurtos, violaciones, etc son las modalidades delictivas de las que debemos cuidarnos todos los ciudadanos.
La delincuencia, si bien jamás representó un juego de niños, en la actualidad, se presenta como un fenómeno mucho más complejo.
Tengamos en cuenta que los avances tecnológicos que han venido de la mano de la modernidad, facilitan de manera extrema el modus operandi de este tipo de sujetos.
Identificación del delito
Históricamente los estudios acerca de la delincuencia han procurado contestar a la pregunta causal acerca del por qué la gente delinque.
En la actualidad, la criminología, también intenta contestar la pregunta acerca de cómo aprendemos a identificar, interpretar y catalogar determinados comportamientos como delitos. Mientras los primeros se centran en la motivación de delinquir, los segundos lo hacen en los procesos de definición.
A diferencia de otros conceptos como desviación (infracción de normas sociales), actos delictivos son aquellos comportamientos cuya realización está sancionada con una pena en una ley. No obstante, el delito, tiene un trasfondo de suma profundidad analítica que se encuentra relacionado con la perspectiva del etiquetamiento. Es decir, según esta perspectiva, no toda infracción de una norma penal es definida como delito ni toda persona que vulnera una norma penal es etiqueta como delincuente. Porque para que exista delincuencia se requiere que se produzca una reacción social negativa -formal o informal- que identifique, interprete y catalogue este comportamiento como delito.
En síntesis, cabe destacar que la desviación está creada por determinado orden social. Las condiciones de pobreza, como las crisis políticas, por ejemplo, constituyen elementos esenciales para la expansión de tales conductas.
Pero lo importante, es saber definir a que uno se refiere con conductas desviadas y cuantos tipos de desviaciones existen.
Los grupos sociales crean la desviación al hacer las reglas cuya infracción constituye la desviación. No es una cualidad del acto cometido por la persona, sino una consecuencia de la aplicación que los otros, hacen de las reglas y las sanciones para un ofensor. Por lo tanto, el que un acto sea desviado, depende de cómo reaccionan las personas frente al mismo.
Existen dos tipos de desviación: Primaria y Secundaria. Se habla de desviación primaria cuando un individuo ha cometido por una sola vez, un acto contrario a las normas sociales vigentes. Mientras que la desviación secundaria, tiene que ver con la reiteración de dicha actuación y se etiqueta a la persona como desviada en la interacción social subsiguiente, y acepta (interioriza) esa identidad.
Por ende, será la sociedad la etiquetadora.
Delincuencia Organizada
Evidentemente, lo ocurrido en la sucursal del Banco Río lleva el nombre de delincuencia delicadamente organizada, puesto que el grado de complejidad organizativa con el que se operó ha sido literalmente asombroso. Tanto es así, que más que indignación social, lo ocurrido causó, una profunda admiración social al mismo tiempo que un fuerte quiebre en la imagen de las fuerzas de seguridad bonaerenses.
En términos tácticos y estratégicos, la inversión de los delincuentes en materia de inteligencia fue literalmente impecable.
Los hechos demuestran que nada fue librado al azar, al contrario.
En un primer momento se estimaba que los delincuentes se habían tomado entre tres y cuatro meses para realizar el boquete que los conduciría hacia el éxito final de un robo finamente estudiado. Sin embargo, los últimos datos que se han dado a conocer tienen que ver con que el túnel que se encontraba en las cercanías de las cajas de seguridad había sido construido por la empresa de aguas Argentinas en el año 2001 con motivo de revisar algunas filtraciones.
Las versiones son encontradas. La empresa dice una cosa y los investigadores a cargo otra. Lo cierto es que los delincuentes lograron su objetivo mostrando entre otras cosas la existencia de la organización delictiva.
Entonces, dadas las características de los sucesos, podemos estar frente a dos tipos de organización:
Delincuente en pequeña o mediana organización (tradicional, bandas, mafias)
Delincuente en gran organización (es la corporatización de la delincuencia, analizable a escala nacional e internacional, e incluyendo en ella a los Estados)
Ahora bien, en este caso estaríamos entre ambas organizaciones. O sea, hay condimentos de cada una de ellas.
La organización del robo también requirió el riguroso estudio del terreno sobre el cual se pensaba operar, puesto que a la hora de dar un golpe de semejante envergadura como el ocurrido en el Banco Río, dicho recorrido es fundamental. Porque como es absolutamente notorio, el robo, no se efectuó en un banco elegido aleatoriamente. Todo lo contrario, los delincuentes sabían perfectamente en que lugar estaban ingresando y entendían que el campo de acción reunía las condiciones necesarias y propicias para lograr el gran escape pero por supuesto, con el botín en mano.
La sociedad “encantada”
La anomia, cuando de delincuencia organizada se trata, debe ser corregida y ampliada por los análisis de las clases sociales, el poder y el corporativismo.
La reacción social frente a este tipo de delincuencia es escasa. Por un lado por la opacidad de sus agresiones -poco visibles e inmediatas y a veces muy complejas- y por otro lado, por el poder desde el que se llevan a cabo -por esto resultan mucho más impunes-.
Ahora bien, más que delincuentes, los sujetos que protagonizaron el robo al banco se convirtieron en genios, en “ídolos” que se consagran ante los ojos de una sociedad en crisis, con profundas heridas y quiebres en la consolidación de lazos de solidaridad.
Nos encontramos frente a un tipo de reacción social que habla de una construcción de sentido ambigua. Porque por un lado, el reclamo colectivo es tomar medidas mucho más minuciosas en lo que a la seguridad respecta, fundamentalmente en la provincia de Buenos Aires y por otro lado, ese mismo reclamo colectivo pasa a esfumarse, convirtiéndose en una reivindicación colectiva del robo al banco.
Las opiniones que pudieron escucharse en los diferentes noticieros televisivos y radiales tenían que ver con una cierta admiración hacia los delincuentes que fueron más inteligentes que los inteligentes de la policía bonaerense. Que los grupos supuestamente especializados.
Finalmente, la idea de conspiración antes mencionada puede interpretarse como una manera de querer tapar la inoperancia de quienes actuaron en las negociaciones para así desviar la atención social. Es decir, el último comunicado de prensa que partió del gobierno de la provincia decía que la delincuencia en el conurbano bonaerense había disminuido. Por ende, si el gobierno no se agarra de una tesis conspirativa que tenga como fin el boicot, los datos emitidos se desvanecen automáticamente.
La única certeza que existe es que los delincuentes lograron burlar todas las medidas de seguridad y escaparon sanos y salvos con el “tesoro” que fueron a buscar.
Y la otra certeza, que más que certeza es una sensación, es el goce de la sociedad por la acción misma que termina reivindicando implícita y explícitamente la “hazaña” de los delincuentes.
Sin duda, esto abre un espacio abierto a la reflexión y al debate acerca del por que estamos como estamos.
Laura Etcharren
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