Pueden ser enemigos declarados o simples individuos que se esconden detrás de las pantallas. O, peor aún, pueden ser “mercenarios de la información en línea” que se alistan en “ejércitos de trolls” creados por regímenes autoritarios. En ambos casos, según Reporteros sin Fronteras (RSF), el fin es el mismo: callar a los periodistas que difunden contenidos que les molestan. Están dispuestos a emplear métodos violentos, agrega el informe Acoso en línea a periodistas: cuando los trolls arremeten contra la prensa. Son predadores de la libertad que se valen de las nuevas tecnologías para expandir su modelo represivo.
“Estos déspotas hacen que sus mercenarios agredan a los periodistas y les disparen en el mundo virtual de la misma manera en que otros lo hacen en las zonas de guerra”, dice Christophe Deloire, secretario general de RSF. Los asocia con regímenes autoritarios, como los de China, Rusia, India, Turquía, Irán y Argelia, entre otros. El fenómeno de los trolls (usuarios de redes sociales que publican contenidos ofensivos o falaces en internet) también se ha multiplicado en países con gobiernos democráticos y buena reputación en el barómetro mundial de libertad de prensa, como Suecia y Finlandia.
En las presidenciales de México, donde 11 periodistas han sido asesinados en 2017 y seis en lo que va de 2018, “bandas de trolls emprendieron luchas a golpes de hashtags masivos en las redes sociales a favor de un candidato con la intención de convertirlo en trending topic (palabras clave a seguir en Twitter)”. Los aplausos virtuales no provenían de usuarios, sino de programas informáticos. A los ciudadanos de a pie se les ha hecho difícil distinguir entre el contenido periodístico y la mera propaganda, a veces a cargo de supuestos periodistas o influencers (líderes de opinión) que, en realidad, se venden al mejor postor.
Entre los nuevos mercenarios se encuentran los cibersoldados vietnamitas, la “fábrica de trolls” de Rusia, los “pulgarcitos rosas” de China, los yoddhas de Narendra Modi en India, los “trolls blancos” de Recep Tayip Erdogan en Turquía y los “ciberguardias de la revolución por un internet lícito” en Irán. En Filipinas, dice RSF, ganan 10 dólares al día por difundir en las redes sociales información falsa a favor del presidente Rodrigo Duterte.
El modus operandi consta de tres etapas:
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Desinformación (el contenido periodístico es ahogado en las redes sociales por un torrente de noticias falsas y contenidos a favor del régimen);
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Amplificación (personas a sueldo de los Estados publican o difunden mensajes en las redes sociales para que parezca que ciertas noticias o comentarios son populares),
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E intimidación (los periodistas son agredidos personalmente, y los insultan para desacreditarlos y los amenazan de muerte para hacerlos callar).
¿Qué ganan los acosadores? Que el periodista se imponga la autocensura.
En 2017, revela RSF, “se enviaron tuits desde cuentas ubicadas en México con el propósito de influir en el referéndum de independencia de Cataluña en un periodo de fuerte polarización”.
En India, la periodista Rana Ayyub se ha convertido en blanco de los partidarios del primer ministro Modi. Los llamados yoddhas la han agredido por sus investigaciones sobre el ascenso de su líder al poder. “Me trataron de prostituta, hicieron un fotomontaje de mi cara con un cuerpo desnudo, tomaron una foto de mi madre de mi cuenta de Instagram y la alteraron con Photoshop de todas las maneras posibles”, afirma.
Las periodistas mujeres son las más afectadas por el ciberacoso. En Filipinas, la periodista Maria Ressa, directora del portal informativo Rappler, recibió duros hostigamientos de trolls por sus críticas a la gestión del presidente Duterte, alias The Punisher (El Castigador), orgulloso de los 12.000 muertos que dejó en apenas un año y medio su cruzada contra el narcotráfico. Un intolerante, como Donald Trump. En Francia, el día y la noche, dos personas fueron condenadas en julio de 2018 a seis meses de prisión condicional y a pagar una multa de 2.000 euros por haber amenazado en internet a la periodista Nadia Daam.
El modus operandi consta de tres etapas: desinformación, amplificación e intimidación a los periodistas, de modo de lograr la autocensura
En abril de 2017 el Consejo de Europa publicó un estudio sobre el acoso a periodistas, Journalists under pressure: Unwarranted interference, fear and self-censorship in Europe (Periodistas bajo presión: interferencia injustificada, miedo y autocensura en Europa). De los 940 periodistas entrevistados en 47 países, el 40 por ciento señaló que en los últimos tres años había padecido alguna forma de hostigamiento que “afectó su vida personal” y el 53 por ciento aseguró haber padecido acoso en internet.
Un año antes, en abril de 2016, estalló el escándalo de los Panamá Papers. El entonces presidente de Ecuador, Rafael Correa, citó a cinco periodistas de su país que habían participado en la investigación y habían revelado que personas cercanas al gobierno estaban involucradas. Correa los acusó de parcialidad, fiel a su estilo de romper periódicos en público como si fuera el dueño de la verdad. Los periodistas ecuatorianos comenzaron a ser víctimas de una campaña de acoso sistemático en las redes sociales, convidadas de piedra de la intolerancia y de la cobardía del poder.