Una gran cantidad de ciudadanos honestos le estamos pidiendo al peronismo, y en particular a sus senadores, dos gestos importantes en la lucha contra la corrupción.
Le pedimos que vote una ley efectiva para la extinción de dominio de los bienes provenientes de la corrupción. Y le pedimos el desafuero de Cristina Fernández de Kirchner.
Le pedimos que, de una vez por todas, haga posible que ningún argentino quede por encima de la ley, y al margen del accionar judicial. Le pedimos recuperar lo robado, no sólo para aliviar a la ciudadanía en el esfuerzo de sostener al estado, sino para darle un golpe letal a las organizaciones delictivas que utilizan los bienes sustraídos para burlarse de la Justicia y promover el caos. ¿Es mucho pedir?
Probablemente sí. Porque se lo pedimos al peronismo que en sus primeras épocas supo proteger a criminales de la Segunda Guerra Mundial. Al peronismo que abrió las cárceles para alegría de los delincuentes en épocas de Cámpora. Porque se lo pedimos al peronismo que apoyaba la ley de autoamnistía de la última dictadura militar, para proteger a quienes cometieron crímenes de lesa humanidad. Al peronismo que no quiso integrar la CONADEP. Al peronismo que voló una fábrica militar para ocultar la venta ilegal de armas organizada desde su propio gobierno. Al peronismo que indultó a militares del “proceso” y terroristas, y como si fuera poco, a aquellos militares “carapintadas” alzados en armas contra un gobierno constitucional. Se lo pedimos, nada más y nada menos, que al peronismo que votó masivamente el Memorandum encubridor del estado criminal iraní y sus funcionarios.
¿Es demasiado inocente este pedido? Quizá no. Porque con el peronismo o sin el peronismo, tarde o temprano, a la democracia ya reafirmada con el juicio a las Juntas, le seguirá una sólida república, refundada sobre la base del juicio y la sanción penal, a los autores de los peores delitos de corrupción de los que tenga memoria la humanidad.
Si lo que pedimos no ocurre por convicción, que ocurra al menos por mero instinto de supervivencia. Instinto que, dicho sea de paso, nunca le ha faltado al movimiento fundado por Perón. En definitiva, que sepa el peronismo dejar atrás su histórica tradición de garante de la impunidad y se sume a la república.