Bestiario
A comienzos de la década de los sesenta se publicaba una revista llamada Ulises. Tuvo en su momento gran repercusión en los sectores de derecha y en su contraparte, la izquierda vernácula. Era lapidaria en sus afirmaciones, pero aún más en sus definiciones. Recuerdo siempre la ocasión en que publicó un artículo titulado “La alabanza del reaccionario”. Con mis amigos Ricardo Caballero y Fernando Pascual, con quienes habíamos formado el más gorila y anticomunista de los grupos de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, resolvimos copiarlo en tremendos cartelones que con gran paciencia realizó mi hermana Silvia. Los colocamos a la entrada del bar. El efecto fue increíble. Las demás agrupaciones políticas de la Facultad, que usaron la palabra “reaccionario” para denostar a sus adversarios, cesaron de hacerlo. ¿Qué había sucedido? Pues, simplemente que la descripción de lo que era un reaccionario, según el mural, representaba acabadamente las aspiraciones de la inmensa mayoría de los estudiantes que frecuentaban la casa de la Av. Figueroa Alcorta.
Esta revista traía en cada número una sección titulada “Bestiario”. Sus personajes eran inolvidables. Yo he deseado agregarle a La erupción un capítulo que plagia la idea de Ulises. Verán que los dos personajes que aquí figuran son como los de la revista: inolvidables. Y es bueno que así sea.
Corach
Este capítulo podría ser interminable. Tanto como la lista de los más estrechos colaboradores de Carlitos. Me imagino que voy a tener que sufrir el reproche de algunos que consideran tener méritos suficientes como para figurar en él. Mi intención ha sido poner de relieve los casos que pueden considerarse emblemáticos del mamarrachaje menemista.
Carlos Vladimiro “aterrizó” en el justicialismo luego de una amplia parábola dentro del espectro político argentino.
Como su nombre lo indica, parece ser que desde chiquitito, y conste que no creció mucho, tuvo una marcada inclinación por Vladimir Illich, Detto Lenin. Aunque hay pocos rastros y muchos que podrían dar informaciones, tienen ciertos reparos, parece ser que debutó políticamente hablando dentro de las filas del viejo PC (Partido Comunista). Desde su paso por el Colegio Nacional de Buenos Aires, era un activista político. Luego hay quienes lo recuerdan accionando contra las unidades básicas peronistas. ¡Bah!, cosas de muchachos... Isidoro Gilbert, miembro conspicuo de la escasa “Nomenklatura” del PC local, lo recordaba hace tiempo “escribiendo consignas antiperonistas en las paredes”. ¡Quién diría las vueltas que tiene la vida!... Luego del 55 anduvo dando vueltas dentro del radicalismo frondicisita. Dentro de la abogacía, dedicaba sus “afanes” a los casos laborales, y allí fue haciéndose de una cierta reputación. “Corachetti”, como lo llaman cariñosamente en el peronismo capitalino, recaló como abogado en las empresas del “Padrino” Jorge Antonio. Siempre le han gustado los pescados, los mariscos y las lindas mujeres...
Lo conocí en 1983 en el Congreso Metropolitano del Justicialismo. Ambos éramos congresales. Luego, en la interna del peronismo, resultó apoderado del MUSO, el grupo que nucleaba Antonio Cafiero. Ágil y movedizo como buen petiso, se convirtió en inspirador y manager de las aspiraciones a la presidencia del chaqueño Felipe Deolindo Bittel. Fracasó en sus intentos y, barrido por el “aluvión Alfonsín”, desapareció, pero siempre estando... A la “era de Carlitos” entró de la mano de “robo para la corona” Manzano. No hay duda alguna que entre los “favores” que el país le adeuda y que no conviene olvidar, está la manipulación de un amplio sector de la justicia nacional. El hombre de la “servilleta” decía tener en sus manos a gran parte de la justicia federal. Al menos así lo afirmaba el Mingo Cavallo y yo, por experiencia propia, le creo. Mis aventuras con el Juez Canicoba Corral y otros magistrados, así me lo demostraron.
Cuando el Béliz después de mucho, mucho tiempo se dio cuenta de que vivía “en un nido de víboras”, el petiso llegó a Ministro del Interior. Allí dejó de ser el simpático “Corachetti” para transformarse en el detestado “Ministro Abrochado”. Se convirtió en el gran manipulador de todo tipo de operaciones políticas, capaz de apelar a la mentira más burda sin que se le moviera un pelo. Pero para su patrón, el “estadista de Anillaco” era de una suprema eficiencia. No pudo, pese a todos sus desvelos, lograrle la tan ansiada “re-re”.
A mí, personalmente, me seguía de cerca. Esto no es paranoia mía. Me lo contó Juan Carlos (a) “El uruguayo”, uno de los matones que tenía la instrucción de “estarme encima” y que terminó haciéndose amigo hasta que resolvió pegarse un tiro... Me divertí en grande haciéndole yo mis propias “trampillas”. La mejor de todas fue la de la notas que periódicamente le mandaba, la última de la cuales denunciaba la militancia del ex “tacuara” y entonces Ministro de Justicia Barra. Las mismas sirvieron de pie para que la revista Noticias y la reacción de su propios paisanos, terminaran con el “incandescente” Barrita.
Solíamos encontrarnos circunstancialmente en el bar del Plaza Hotel . El saludo se limitaba a una inclinación de cabeza. Hasta que un día me harté. Crucé el bar y le dije: “Te prohíbo que me saludes”. Poco tiempo después me encontraba parado frente a un restaurante en la calle San Martín, cuando pasó el “enano” rodeado de su custodia, y con voz meliflua me dijo: “¡Adiós!”. Mi reacción fue explosiva. Con mi voz más tonante le grité: “Ya te dije que no me saludaras más, sor... con orejas.” Al día siguiente le dio un patatús y tuvieron que internarlo. Corach será lo que será, pero no es tonto. Si uno como yo, a quien él suponía estaba no “en la lona”, sino debajo de ella, era capaz de tener un desplante semejante delante de la sonrisa burlona de su “custodia” que lo gozaba, qué podía esperar cuando no la tuviese...
Pero el golpe más duro le llegó de sus propios paisanos, y a él me refiero en el capítulo sobre la AMIA.
La necesidad de tener el futuro más o menos seguro lo llevó a conseguir un aguantadero en el Senado. Eso lo liberó de causas judiciales pero no de investigaciones sobre sus actividades como ministro. Tampoco le sirvió para esquivar el desprecio de sus conciudadanos. Cuando terminó su mandato, prudente y sobre todo “vivo”, se fue a Europa. Allí bajo la cobertura de un “supuesto” conchabo universitario en Inglaterra se dedicó a vacacionar por su amada París lejos d escraches, cacerolazos y otras acechanzas que tiene por demás bien merecidas. Con el lanzamiento de la candidatura de Menem volvió para “echar un vistazo”. Pero como estaban las cosas, sin “plafond” y con el negro panorama que se vislumbraba para las ambiciones del truco, comenzó a preparar nuevamente las valijas. No sabemos nada de él, pero no se lo ha vuelto a ver. No dudo de que volvió presto a la “cátedra” de Oxford.
Ah!, me olvidaba, si tienen ocasión y antes de que el tiempo lo haga desaparecer definitivamente, díganle que me devuelva la “tablita mágica” que, algunos equivocadamente, dicen me dejé en su despacho una tarde calurosa de enero de 1993.
Alberto Kohan
Este es el último personaje de la era de Menem que voy a nombrar. Habría muchos otros más. Algunos me causan repugnancia física, como es el caso de Bauzá. Otros, como el hermano “Caín”, no tienen relevancia para ser considerados; no tienen entidad propia, sino “portación de nombre” y creo que ya están condenados al tacho de basura de la historia nacional. Puede ser que lo remplce su hijo Adriancito, más conocido como “belfo caído”. pero, tal vez me equivoco y el “Turco” Asís, que tantos favores le debe, consiga darle “prestancia intelectual”. Si es así, pronto veremos en la Av. Corrientes las “memorias” de su vida aventurera.
Pero volvamos al personaje de este capítulo. Alberto Kohan originario de la Provincia de Santa Fe se recibió de Geólogo en la Universidad de Córdoba. Nunca fue peronista ni tampoco militó en los movimientos estudiantiles o sindicales que generaron el “Cordobazo”. Llegó a La Rioja a trabajar en la Dirección de Aguas Subterráneas.
Según Gabriela Cerrutti, se asoció con Bauzá que, según parece, se dedicaba a regar con aguas cloacales una granja frutihortícola que entonces dirigía.
A Kohan, en cambio, lo señala por haber invertido en comprar minas de oro en Famatina. Su socio en la operación fue un empresario que después se haría célebre: Omar Fassi, “el de Lavalle” que estuvo preso por evasión impositiva bastante tiempo...
En cambio, su mujer, a quien conocí en las épocas en que Karim era el cabaret famoso de Buenos Aires, conservó su libertad para cuidar a sus hijos, según el Juez Cruciani...
Fue miembro del primer Consejo del menemismo. Luego estuvo siempre. Es más, cuando lanzado Carlitos a la carrera presidencial, fue él quien armó el equipo de acompañamiento. El famoso “Menemóvil” en que tantas vueltas dimos por el país fue un aporte de la gente que reclutaba Kohan. Efectivamente, un ex chofer de la compañía Chevallier y asociado de la empresa General Urquiza, Juan Carlos Cobas, a quien Menem bautizó “Lindor” fue con Horacio Patiño, otro ex chofer de Chevallier, quienes aportaron el vehículo que ha hecho historia en el anecdotario político argentino. Yo a Alberto lo conocí en Italia. Fue en el segundo viaje que hacía Carlitos. Estaban el “mucamo” Hernández” y el “negro” Erman González. Es el día de hoy que siempre que me lo cruzo a Erman lo saludo con simpatía. Será timbero, se habrá jugado hasta las armas de Croacia y hoy estará parapléjico, pero conmigo siempre fue correcto, aún en los momentos más duros.
Cuando volví al país desde Arabia Saudita para la interna, en Salta compartíamos el cuarto con Alberto. Esa fue la última vez. Ya que el que suscribe, según su calumnia, roncó...
Me sorprendió siempre que tuviese a su alrededor un personaje de quinta categoría como es Fassi “el de Lavalle”. Pensé que “algo” tendría que ver con la pizpireta Liz, pero conociendo a Marta Franco y el santo temor que le produce, imaginé otras “razones” más de peso... Alberto podrá tener lo defectos que se le quieran atribuir y que posiblemente todos sean ciertos, pero en cuestiones de familia trata de comportarse... y evita en lo posible –aunque a veces es carne débil- cometer algún mal “paso”. Eso es, realmente, lo único que lo diferencian notoriamente de los menemistas, siempre dispuestos a cambiar “legítima” por “secretaria”, o algo peor. Tuvo sus momentos de exilio, pero volvió siempre. Como decía el Sultán turco después de la batalla de Lepante respecto de su flota, “retoñaba con más fuerza.”...(Continuará)
Oscar Spinosa Melo
Especial para Tribuna de Periodistas