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Antifa: un desafío para la democracia norteamericana

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¿Quién los banca?
¿Quién los banca?

El grupo de choque de la izquierda radical norteamericana ANTIFA aparece cada vez más a menudo con sus acciones violentas, intimidatorias, especialmente a sectores políticos republicanos o conservadores, en el complejo y peligroso escenario político del país del norte. Un muy mal síntoma para la democracia más importante del mundo. ANTIFA es la abreviación de antifascista, y es el término usado en los Estados Unidos para definir un grupo amplio y heterogéneo de personas, cuya visión política se sitúa en la extrema izquierda, muy próxima a grupos terroristas. En su encarnizada lucha contra todo lo que ellos consideran de derecha o conservador o capitalista, este movimiento se ha aliado con colectivos locales de rasgos extremos como el Black Bloc, un grupo anarquista particularmente violento, o Black Lives Matter, supremacistas negros que dispararon el año pasado a policías, además de perseguir a blancos por un supuesto privilegio racial, erigiéndose en verdaderos sheriffs sociales.

 

El único objetivo de ANTIFA es confrontar y combatir violentamente las políticas y las personas que ellos consideran fascistas, racistas, homofóbicas, etc., etc. Por supuesto en la palabra fascista se engloba todo aquello que no sea de izquierda o de extrema izquierda. Creen luchar contra el totalitarismo, cuando en realidad son ellos la personificación de lo fascista en la política, no permitiendo la libertad de expresión ni de movimiento de los demás. Sus últimas acciones terroristas estuvieron dirigidas contra senadores, diputados, periodistas, intelectuales de renombre, que ellos consideraban conservadores y que debían ser combatidos sea como sea.

El movimiento ANTIFA no tiene un líder oficial o una cara reconocible; tampoco dispone de un centro de mando o de sede. Dispone sí de varias redes diseminadas por todo los Estados Unidos, con un perfil muy agresivo y activista. ANTIFA quiere hacer creer que está luchando contra el totalitarismo, y esta máscara le sirve porque es también utilizada por la militante oposición política del país que los trata con una peligrosa benevolencia igual que gran parte de la gran prensa y amplios sectores de izquierda, cada vez mayores, dentro del propio partido demócrata. Un juego muy peligroso. Con la excusa de la protección de sectores vulnerables de la sociedad, los ANTIFAS, junto a los grupos políticos y periodísticos progresistas, se están erigiendo como una autoridad que decide lo que debe pensarse y como deben organizarse los ciudadanos estadounidenses. Toda esta atmósfera malsana que está invadiendo a los EE UU, nos lleva inevitablemente a pensar en el terrorífico mundo descrito en esas magníficas novelas del siglo 20, como lo son Fahrenheit 451 de Ray Bradbury o 1994 de George Orwell, novelas distópicas con muchas semejanzas al mundo nuestro de estos días, donde la mediocridad se está estableciendo como norma, un mundo apático, insulso, conectado por infinidad de medios electrónicos que nos manipulan y hacen que no nos atrevamos a enfrentarnos decididamente a estos terribles brotes fascistas como lo son los ANTIFAS.

 Desde que este movimiento se llenó de anarquistas, los ANTIFAS prefieren más y más la acción directa, como bloquear carreteras y avenidas para combatir y evitar concentraciones legales de adversarios políticos o presionar a las empresas para que despidan a trabajadores y empleados de diferentes rangos que no tengan el perfil que ellos determinen. Sus intervenciones se cuentan en estos días por decenas, y se vuelven cada vez más violentas, utilizando métodos propios de la guerra urbana. Desde la proclamación de Donald Trump, su archi-enemigo, como el presidente número 45 de los Estados Unidos, los ataques y acciones se han multiplicado exponencialmente y expandido por todo el territorio norteamericano.

Con la expansión de sus acciones por todo el territorio norteamericano llegó su diversificación y con ella la multiplicación de sus símbolos tomados de épocas anteriores de activismo político: la bandera negra clásica del anarquismo del siglo XIX, a la que se unió la roja del comunismo, y a la que se sumaría la “A” del anarquismo, de los años 50 y 60. Con la llegada del New Age y de las nuevas luchas sociales desde los años 70 se agregaron otras, como la estrella soviética y engranajes de fábrica que reinvindican un pretendido carácter obrero, más el gato negro, símbolo del anarco sindicalismo. Para hacer aún más diversa su imagen encontraremos también elementos representativos de la paz de los hippies, el anarquismo verde o ecoanarquismo surgido bajo la influencia del escritor norteamericano Henry David Thoreau, y últimamente símbolos del anarco feminismo y el anarquismo LGBT. Obviamente encontraremos siempre la infaltable imagen del Che. Los ANTIFAS se presentan casi siempre de negro y encapuchados para ocultar cobardemente su identidad y actúan como una verdadera guerrilla urbana.

Registremos ahora tan sólo algunos de los enfrentamientos y acciones más recientes de este grupo terrorista-fascista. Las víctimas son casi en su totalidad miembros destacados del gobierno republicano o círculos conservadores del país, periodistas críticos, independientes, muy pocas veces personajes del Partido Demócrata. Es más varios senadores y diputados de ese partido incluso llegan a azuzar a grupos ANTIFA en sus peligrosas acciones, como es el caso de la impresentable congresista afro-americana por el Estado de California, que ocupa el cargo desde hace 34 años, Maxine Waters , que tiene bastantes seguidores en el partido, y que declaró pocas semanas atrás: “ Si Uds. ven algún miembro republicano del gabinete en un restaurant, en un negocio, en algún super mercado o en una gasolinera, deben juntar gente para echarlos del lugar, y darles a entender que allí no son bienvenidos, ni allí ni en otros lugares “. Un discurso incendiario, completamente fascista y antidemocrático, que hasta el momento no se había visto en los EE UU con esta crudeza. Además palabras emitidas por una congresista que tanto ella como su marido están siendo investigados por la justicia por fraudes económicos contra el Estado. Hostigar, difamar, amenazar a los opositores políticos que no comparten su ideología, esa es su divisa. Y cada vez son mayores los círculos dentro del ala izquierda del Partido Demócrata que permanecen callados ante semejantes atropellos. Esta congresista, como otros que comparten sus métodos, debería ser enjuiciada y condenada ejemplarmente en nombre de la buena salud futura de la democracia norteamericana.

En febrero del año 2017, grupos de ANTIFA secundados por estudiantes universitarios, aterrorizaron y destruyeron parte del campus de la Universidad de Berkley en California para impedir una conferencia del polémico editor Milo Yiannopoulos de origen griego-británico , conocido por sus posturas anti-progresistas y contra la ideología del género y el feminismo.

En marzo del mismo año, agredieron al científico y político conservador Charles Murray mientras impartía una charla en la Universidad de Middlebury, en Vermont.

En julio del 2017 en Charlottesville, Virginia, se enfrentaron con activistas de la derecha norteamericana al tratar de derribar allí una estatua del aclamado General confederado de la Guerra Civil estadounidense Robert E. Lee.

Más recientemente, en los últimos meses, miembros de ANTIFA interrumpieron la cena del senador republicano Mitch Mc Connell, que estaba disfrutando junto a su esposa, la Secretaria de Transporte, Elaine Chao, en un restaurant de Louisville, arrancándole los platos y tirándolos a la calle.

En junio pasado simpatizantes de una célula terrorista, pertenecientes al grupo ecologista Clean Virginia, junto a los dueños de un renombrado restaurant en Lexington, impidieron servirle la cena que había pedido la actual Secretaria de Prensa, Sarah Huckabee Sanders que se encontraba acompañada por su familia, obligándola a dejar el local en forma vergonzosa.

Días después le sucedía algo parecido a la Secretaria de Seguridad Nacional Kirstjen Nielsen, en un restaurant a pocas cuadras de la Casa Blanca.

A principios de este mes de noviembre le tocó el turno en estas vergonzosas acciones fascistas de elementos simpatizantes o integrantes de ANTIFA al conocido periodista conservador Tucker Carlson, que mientras estaba en el aire con un programa de TV por cable, su casa ubicada en la zona noroeste de Washington DC, fue atacada por un grupo ANTIFA, denominado Smash Racism D.C., conocido ya en la zona por otras acciones terroristas similares, y que en esta oportunidad pudo bloquear las calles adyacentes, pretendiendo derribar la puerta de la vivienda en la cual se encontraba sólo su esposa, aterrorizada, pudiendo ser salvada por la policía a último momento.

Ben Stein, un renombrado economista, abogado y periodista independiente, de origen judío, comentó días atrás en el marco de una entrevista, amargado y sorprendido por todas estas acciones evidentemente de corte totalitario que “repugnantes métodos fascistas, las bandas de Antifa se están transformando en copias de los camisas pardas de los primeros días de las acciones del partido nazi alemán. Es muy desagradable, horrible. La democracia en acción se muestra votando, y no usando la violencia. Estas bandas son simples gangsters, y la gente decente debería condenarlos fuertemente. Soy un gran estudioso de la segunda guerra mundial y de la llegada al poder del Partido Nazi, y bien puedo decir que lo que contemplamos ahora, es como todo comenzó en la Alemania de aquella época”.

EE.UU. vive actualmente una gran división política, un gran enfrentamiento en el seno de su sociedad, con peligros de rasgos totalitarios como lo son los que caracterizan ANTIFA. Hasta el momento los principales medios de comunicación norteamericanos han presentado en forma banal, superficial este peligro para la democracia; no le han dado la importancia que merece. Muchas veces muestran a este peligroso grupo fascista como un grupo de jóvenes inconformes desahogando su ira; pero con un poco de investigación periodística seria, rigurosa e imparcial, bien podrían saber que ese no es el caso.

El periodismo investigativo independiente está llamado a jugar un rol preponderante en informar y prevenir males mayores a nuestras instituciones, porque especialmente en la importante democracia del norte la gran prensa, en muchos casos, está manejada por empresarios multimillonarios, verdaderos zares, sin ningún vínculo con el periodismo, y lo ven como un simple negocio rentable. Es por esto que me gustaría citar nuevamente al gran maestro polaco del periodismo, Ryszard Kapuscinski que acertadamente afirmó: “Cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante “

 

1 comentario Dejá tu comentario

  1. Che Jose, sacata el sombrero de MAGA que se te nota demasiado tu orientacion politica. Estas citando a gente que apoya a Trump, obviamente que van a estar en contra de aquellos que lo critican. Hasta un nene de 5 entiende que 2+2=4. Estas criticando gente que quiere: sacar la estatua de un general de la confederacion (gente que fue a la guerra para tener esclavos), por dios santo, fijate donde estas parado. Verguenza de periodismo es esto, y deberia ser movido a una columna de Opiniones como minimo, no tiene nada que hacer este panfleto en Actualidad.

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