¿Qué tiene que ver la fuerte disputa que se viene entre la India y China con la crisis venezolana?

¿Qué relación existe entre la obturación del Estrecho de Malaca y las desventuras del mencionado país caribeño?

En apariencia, nada. A pesar de la tremenda lejanía, todo. 

India (1200 millones de habitantes) va camino a convertirse en el país más poblado de la tierra ya que en una década superará a China (1350 millones de personas).

Las tasas de natalidad de Nueva Delhi son muy superiores a las de Shangai o Pekin.

Ambas potencias tienen extensas fronteras en común (3400 kilómetros) y viejas cuitas.

India es la democracia más grande del planeta y va rumbo a ser la tercera potencia económica en pocos lustros.

China es la segunda economía mundial y apunta a la hegemonía planetaria antes de 2030.

Los recelos entre los gigantes asiáticos son proporcionales a sus fenomenales tamaños.

India es la gran potencia emergente. Está erigiendo decenas de puertos, centenares de nuevos aeródromos y planea ejecutar 150 millones de viviendas industriales para dar un techo a cada una de sus familias.

La expansión militar de India también es inédita por lo que una eventual colisión con su vecino es una posibilidad concreta tanto por tierra como por mar.

La RPCh sabe que tiene una debilidad, un talón de Aquiles que puede ser alcanzado fácilmente por una precisa flecha hindú.

El llamado “paso de Malaca” es un larguísimo estrecho de mar (800 kms de longitud) localizado en el Sudeste de Asia. Constituye un corredor marítimo vital que une al Océano Indico con el mar Meridional de China.

Tiene menos de tres kilómetros de ancho y por allí pasan a diario buques que transportan más de 20 millones de barriles de petróleo que viajan desde Medio Oriente hacia las industrias de China y Japón.

¿Qué pasaría si Pekin entra en conflicto con India y los de Nueva Delhi decidieran destruir ese desfiladero?

Sencillamente, el régimen comunista quedaría al borde del colapso en pocas semanas.

Por ello, los mejores pensadores del Dragón estuvieron durante años analizando ese peligro que los desvela.

Los últimos tres presidentes de China (Jian Zeming, Hu Jintao y Xi Jinping) fueron ingenieros consumados. En este coloso asiático se reciben cada año 300 mil nuevos profesionales de la ingeniería.

La construcción de grandes obras es una verdadera obsesión nacional.

Mientras desarrollan oleoductos y gasoductos terrestres que ayuden a superar el cuello de botella de Malaca, los chinos vieron en Venezuela una posible tabla de salvación para sus hipotéticas desventuras.

Actualmente, importan la mitad del crudo que consumen pero, en quince o veinte años, deberán comprar dos de cada tres barriles de oro negro para abastecer su economía.

Por su parte, Caracas tiene a su disposición el 20 % de las reservas comprobadas de hidrocarburos de todo el planeta. Se trata de yacimientos de petróleo pesado que se encuentra fundamentalmente en la Faja del Orinoco.

Pero, existe un problema: Venezuela es una potencia que navega con sus naves tanques por el Caribe y el Atlántico.

¿Cómo traspasar el producto de esos fenomenales yacimientos hacia el Pacífico para “zafar” del conflictivo paso de Malaca?

La solución concreta de los ingenieros chinos fue ingeniosa. Gracias a la “amistad” que tienen con el régimen sandinista de Nicaragua, lograron que el presidente Daniel Ortega, entre gallos y medianoche, hiciera aprobar la creación de un supuesto canal interocéanico que están hoy construyendo empresarios chinos con un desembolso de 50 mil millones de dólares.

En realidad, sólo se construirá un gran oleoducto que conectaría a gigantes de 300 mil toneladas que quedarían anclados al Este y el Oeste de la angosta Nicaragua.

Además, China comenzó a jugar fuerte en Panamá, Costa Rica y El Salvador para armar carreteras y vías férreas que lleven productos desde una costa a la otra ya que los Panamax son buques de apenas 65 mil toneladas que en algunas décadas quedarán obsoletos.

Resumiendo, la RPCh juega fuerte en Venezuela y el Caribe por cuestiones estratégicas y por temor a un futuro conflicto de grandes proporciones con la India.

Por ello, patrocina y ayuda con decenas de miles de millones de dólares a la narco-dictadura de Nicolás Maduro y hace lo propio con otro dictador, Daniel Ortega.

Las petroleras chinas están comprando de a poco al gigante PDVSA mientras que los rusos, en un verdadero operativo de pinzas, se han quedado ya con la mitad de CITGO una colosal empresa venezolana que trabaja dentro del voraz mercado norteamericano.

En Estados Unidos, CITGO tiene refinerías, en Texas, Illinois y Luisiana, y una red de 15 mil estaciones de servicio. Ese enorme bocado Moscú lo consiguió con un mísero préstamo de cinco mil millones de dólares que proveyó Rosneft y se garantizó con las acciones de la firma caribeña.

Todo se hace ya a plena luz del día, sin colocarse siquiera un antifaz o una máscara para disimular el alevoso robo.

Entre las primeras medidas que adoptó la ilegal Asamblea Constituyente venezolana que responde a las fuerzas bolivarianas se destaca una reforma que suprime los límites de la actual Constitución chavista para la explotación extranjera de los recursos petroleros y gasíferos del país.

China le ofrece una liquidez inmediata a Caracas para zafar de un inminente default de su deuda que siempre es salvado “en el último minuto”.

Los repugnantes gobernantes chavistas pidieron a sus funcionarios "ampliar la participación accionaria de todos los inversionistas chinos" que ya tienen presencia en la Faja Petrolífera del Orinoco para "enfrentar la guerra económica" de Estados Unidos.

Para blindar esta mega operación, se ha creado en Caracas, junto a tres bancos chinos, un subfondo para la recompra de la deuda venezolana, tanto soberana, como la de Pdvsa.

Resumiendo: hasta que los chinos no se aseguren el manejo completo de las reservas de la Faja y tengan listo el oleoducto que les asegure la llegada del crudo por el Pacífico no habrá paz para nuestros hermanos sudamericanos.

Se calcula que el éxodo de los agobiados por el chavismo supera ya los tres millones de personas (el diez por ciento de la población) pero podrían sumarse tres millones más entre 2019 y 2020.

Luego del disciplinamiento que supone la quiebra completa del sistema económico nacional, los venezolanos estarán muy pronto dispuestos a aceptar cualquier barbaridad, a cambio de una vida más o menos normal.

Será el momento de la estocada final.