Mauricio Macri o Cristina Kirchner. Democracia o populismo. República o chavismo. El balance del año se debate, una vez más, entre estos dos platos opuestos a cada lado de la báscula.
Hoy, no parece haber alternativa a este dilema de hierro. Muchos, acaso con razón, se enfurecen ante esta dicotomía y miran el paisaje del futuro inmediato a través de la lente engañosa de sus propios deseos.
¿A quién no le gustaría que existiera una tercera opción? Antes de ser quemado en la hoguera de la Inquisición, Lucilio Vanini, el sabio de Taurisano, dijo que se retractaría de sus afirmaciones sólo cuando fuera “viejo, rico y alemán”. Ese aserto de imposible cumplimiento está hecho de la misma lógica de la Ancha Avenida del Medio.
Al menos hasta hoy, esa avenida no existe: un carril está cortado por los piquetes de Cristina y el otro fue socavado por las obras del viaducto de Horacio Rodríguez Larreta. Muchos sostienen que la antinomia Macri-Cristina se mantiene viva gracias a la respiración artificial que le insufla el oficialismo.
Hace pocos días me decía el hombre que más influye en las tácticas electorales del presidente que a él le encantaría que Macri se enfrentara en un balotaje con Daniel Filmus, el eterno perdedor que suma más derrotas que su conmilitón Jorge Sampaoli, otro triste protagonista del año.
El peronismo no logró construir un candidato con chances de competir no ya con el presidente, sino con la primera gran enemiga del PJ: Cristina Kirchner.
2018 será recordado como el año de las mujeres. El fenómeno del Me Too global se hizo sentir con mucha fuerza en la Argentina. Igual que con otras causas nobles, el kirchnerismo se encaramó en la cresta de una ola que lleva siglos de lucha. Cristina Kirchner se apuró en sumar el término “feminista” a los ya raídos “nacional” y “popular”.
Sin embargo, la sucesión de denuncias de varias militantes de La Cámpora sobre la dirigencia, hizo que la ola rompiera en las encorvadas espaldas de los seniles pibes para la liberación. La voz oficial que más y mejor se hizo oír, fue, cuando no, la de María Eugenia Vidal cuya madera de líder cobra cada vez mayor lustre.
Ni el peronismo federal ni el massismo se pronunciaron con contundencia, como si se hubiesen resignado a ese lugar marginal al que los confinó Cristina Kirchner. La sutura terapéutica que le prescribió al PJ todavía mantiene los puntos bien firmes. Violencia de género a la inversa.
Estos hechos tuvieron un antecedente cercano que mostró la fuerza y la magnitud de las vindicaciones feministas: la gigantesca manifestación en apoyo de la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo fue otro de los grandes hitos del año.
La enorme marea verde fue un océano en el que salieron a pescar descaradamente el kirchnerismo y la izquierda. Tan impúdica fue la excursión de pesca, que la Sra. de Kirchner no se ruborizó siquiera al saltar del bote celeste al verde. Es conocida su tradicional posición contraria al aborto.
Los cuadernos de Centeno mostraron con precisión contable los montos, la mecánica, los nombres y los alcances de la corrupción en la Argentina. Quedó más claro que nunca que la verdadera política en nuestro país ha sido la corrupción y todo lo demás se ordenaba según la forma de esta matriz.
Los apellidos de los protagonistas van de la K a la M sin distinción de linajes políticos o empresariales. Pero los procesados de la familia presidencial no están acusados de pagar coimas para Mauricio Macri, sino para Cristina Kirchner. Excentricidades argentinas. En este tópico tampoco talló el peronismo marginal. Pichetto anticipó que el bloque de senadores resguardará los fueros de la expresidente y Massa, como siempre, se mantuvo infiel a ambos.
Otro triste capítulo del calendario muestra cómo los eternos contendientes terminan igualmente complicados en la tragedia naval de ARA San Juan. La reparación de la nave en épocas de los Kirchner está sospechada, cuando no, de sobreprecios. Pero la desidia de haber permitido que el submarino zarpara en malas condiciones le cabe a la actual conducción de Defensa. El silencio en torno de estas 44 muertes suena a complicidad tácita.
Pasamos de la pesadilla del ataque al micro que llevaba al equipo de Boca al ensueño del G-20 con esa sensación de lo inaprensible que dejan los sueños. Sarmiento no habría encontrado una metáfora más potente para demostrar cuán extensa y a la vez tan breve puede ser la distancia que separa a la civilización de la barbarie. Esos dos hechos resumen la historia de la patria. De la generación del 80 al golpe del 1943 en apenas unas horas.
El último mes del año, afortunada e inusualmente calmo, está, sin embargo, coronado con espinas. El malhumor social que la oposición no pudo imponer como en otros fines de año, fue instalado por el propio gobierno con el anuncio del descomunal aumento de tarifas y transporte.
Pero tal vez la postal del año sea la del Dr. Grabois y sus huestes en la toma de Canal 13. Esa aciaga fotografía no nos muestra el año que pasó sino los tiempos que vendrán si volvieran al poder aquellos que hostigaron a quienes osaron no cuadrarse ante la voz castrense del kirchnerismo. Para muchos, esa ocupación fue una toma de conciencia de que sólo existen dos opciones y una de ellas tiene un nombre: Venezuela.
Macri o Cristina. Una vez más, la moneda gira en el aire. Pero tan imprevisible es este país que no hay que descartar que pudiera caer de canto en el bolsillo de algún oportunista que pase por ahí. Es la Argentina, estúpido.