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El año que vivimos destapados

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Hace 35 años se iniciaba en Argentina un fenómeno cultural que iba a cambiar la vida de los argentinos
Hace 35 años se iniciaba en Argentina un fenómeno cultural que iba a cambiar la vida de los argentinos

Si 1983 había sido un año intenso por la adrenalina del retorno a la democracia después de más de una década de dictadura militar, 1984 fue el arranque de un cambio cultural en el país que de un día para otro derribó tabúes y decretó el fin de la censura.

 

Esta etapa tan vertiginosa se dio en llamar “el destape”, una época de liberación que fue posible gracias a la Ley 23.052 que derogó la censura cinematográfica, y en la que supieron convivir gravísimas denuncias de violaciones a los derechos humanos con todo tipo de chabacanerías. Los desnudos y la liberación sexual fueron la tónica hasta fines de los 80 tanto en películas como en televisión.

Ni bien despuntó aquel 1984, comenzó la fiebre de mostrar todo y hablar de todo. De golpe, ya sin la amenaza de la represión con la que se había formado toda una generación, en Argentina cualquiera podía ver en televisión a la hora que fuera mujeres semidesnudas y escenas de sexo bastante explícitas, algo impensable apenas unos meses antes.

Para el que tenga ganas de conocer más, hay un excelente documental de Marcelo Raimon“Nos habíamos ratoneado tanto” (2013), donde se hace un repaso de esta explosión de sensualidad que se experimentó en aquellos años, con testimonios de artistas y directores que en aquel entonces supieron escandalizar.

“¡Qué bien se TV!”

La primera en reflejar el gran destape fue por supuesto la televisión, el medio masivo por excelencia. Ni bien asumió Raúl Alfonsín y pasó el primer verano, la TV argentina empezó a poblarse de programas como Situación Límite yCompromiso, dos clásicos ochentosos en los que se tocaban esos llamados “temas adultos” que hasta entonces la televisión local estaba obligada a evitar. Artistas emblemáticos como Miguel Ángel Solá, Ana María Picchio, Susú Pecoraro, Victor Laplace, Cristina Benegas y Jorge Marrale, por mencionar algunos, pasaron por estos elencos que empezaban a contar historias de sexo y adicciones.

También las telenovelas cambiaron radicalmente sus historias. De pronto, la famosa Doña Rosa se las tenía que ver con parejas protagónicas que ahora hacían algo más que tomarse de la manito y darse un beso, y con villanas que no dudaban en tener sexo con todo el elenco masculino. La heroína ya no era una cualquiera si se acostaba con su novio, y eso había que digerirlo.

De esa época es la exitosísima Amo y Señor, telenovela con Arnaldo André y Luisa Kuliok que alcanzó promedios de 39 puntos de rating y que quedaría inmortalizada por los famosos cachetazos que le propinaba el protagonista a su compañera de elenco.

De hecho el programa fue conocido como la “telenovela del destape”, no sólo por esta rara manera de relacionarse que tenían el héroe y  su heroína, sino porque además mostraba escenas de sexo en pleno horario del almuerzo de los chicos recién llegados del colegio (se emitía a las 13.00 por Canal 9).

Aunque parezca tonto, el planteo de esta novela significó una revolución enorme porque aquí la chica no era la buena y dulce, y él tampoco era el gran caballero. Ella era tirando a mala y bastante materialista, mientras que él era un bruto que en lugar de discutir, cacheteaba. Hasta entonces eran los hombres los que recibían la bofetada femenina y por supuesto no la devolvían, pero el inolvidable Alonso Miranda,  si era agredido, agredía y punto. Y lo extraño es que a nadie le parecía grave en aquella época. Tanta fue la repercusión de estas locas escenas de golpes que el cachetazo se repetía cada tres o cuatro capítulos, para que no decaiga. Luisa Kuliok incluso contó una vez que uno de sus lentes de contacto salió volando en una de las escenas de sopapos.

También los comerciales supieron prenderse a la ola del destape. Entre programa y programa empezaron a verse escenas cargadas de sensualidad para vender casi cualquier cosa y un ejemplo fue la marca de televisores Hitachi.

La empresa había tenido un primer intento en 1981, con un comercial donde la cámara reparaba demasiado tiempo en  los traseros de las jóvenes mientras se oía una cancioncita de doble sentido, “¡Hitachi, qué bien se te ve!” ♫ ♫ ♫Fue un verdadero escándalo y no quedó oficina ni aula de colegio donde no se hablara de ese comercial atrevidísimo que obviamente el gobierno militar censuró y levantó en menos de tres días. Sin embargo, en 1985 Hitachi volvió a la carga, esta vez con una propaganda de chicas futboleras entre las que se puede ver a una muy joven Adriana Brodsky, todas moviendo el pompis en primera plana.

El cine del destape

Esta etapa dejó algunos productos buenos en la cinematografía nacional y otros tan bizarros que se volvieron obras maestras del absurdo. En todos los casos la consigna era contar una historia plagada de escenas de sexo y violencia con la máxima sordidez posible, aunque algunas versaban sobre argumentos fuertes en serio, como lo hizo En retirada.

Este film de 1984 del director Juan Carlos Desanzo fue la primera en hablar sobre los criminales de la dictadura, con la historia de un ex torturador que se ve acorralado por una de sus víctimas y que, ya sin trabajo, intenta escapar del país para no ser juzgado y, sobre todo, para no terminar siendo asesinado por los que habían sido sus aliados. El papel protagónico estuvo a cargo del todo-terreno Rodolfo Ranni y hay una perlita: una escena actuada por Gerardo Sofovich.

Otro exponente fue Camila, de María Luisa Bemberg, que relataba la historia real de la joven de alta sociedad a fines del siglo 19, Camila O’Gorman, fusilada junto su pareja, un ex sacerdote. El Decreto 828 que en aquel lejano 1984 modificó el régimen de calificación de las películas permitió a las chicas que entonces peinábamos 13 ó 14 años entrar a ver esta peli (medio discursiva, hay que decirlo), super romántica y dotada del trasero de Imanol Arias. Las que fuimos testigos quedamos absolutamente anonadadas.

Entre los grandes bodrios que produjo esta etapa se cuentan Atrapadas (1984) y  Sucedió en el internado(1985), dos joyas de culto que en general cuentan con buenas actuaciones pero con unos guiones horriblemente obvios. En estos casos se trataba simplemente de disfrazar de película “adulta” y “comprometida” lo que en esencia era un exponente del género exploitation, y del barato.

Revistas “de desnudos”

Un capítulo aparte merecen las revistas “de desnudos”, como las llamábamos los que entonces todavía éramos niños. Humor había sido la precursora de las publicaciones contestatarias ya que su primer número salió en 1978, en pleno proceso militar. Prácticamente fue la única que logró publicar caricaturas que desafiaban al gobierno de facto, con historietas donde se graficaba el tema de las relaciones sexuales sin tapujos. Humor actuó en soledad hasta que llegó la democracia y sufrió la censura de algunas de sus ediciones.

Sin embargo, fue justamente la democracia la que comenzó a marcar el final de esta revista. Uno de sus fundadores, Tomás Sanz, explica muy bien los motivos: “Una cosa era cuando todos estábamos contra los militares y otra fue cuando llegó la democracia. Porque los peronistas nos veían como gorilas, los radicales suponían que teníamos que acompañarlos en su gestión y la gente de izquierda se dio cuenta de que nosotros muy de izquierda no éramos. Así fuimos perdiendo lectores”.

Con la libertad absoluta para hablar y opinar, fueron llegando otras publicaciones que escandalizaron. Libre, lanzada en 1984, mezclaba información política y la investigación periodística con groseros desnudos femeninos.

Otras directamente entraban en la categoría de pornográficas. Publicaciones como Destape y Shock se nutrían de relatos eróticos donde abundaba el sadomasoquismo, los abusos sexuales y el incesto, todo condimentado con fotos de desnudos bien explícitos (tanto que casi eran manuales de ginecología). En aquellos años ir al kiosco a comprarlas requería de una cara muy dura y de hombres valientes a la fuerza, porque no se podían esconder detrás de un teclado para mirar pornografía.

La explosión del rock

La música preferida por los jóvenes fue otro elemento que reflejó esta etapa que entonces parecía desenfrenada y que hoy es hasta inocente. En 1984 ya empezaban a sonar en las radios artistas como Juan Carlos Baglietto, Fito Páez, y Fabiana Cantilo y un año más tarde el rock tendría su propio templo –la disco Cemento, fundada por el fallecido Omar Chabán– y su propia emisora, la legendaria FM Rock & Pop, que empezaría a pelear de igual a igual con toda una generación de tangueros y folcloristas hasta dejarlos relegados a alguna estación para nostálgicos.

De toda esta época por suerte quedaron videos y grabaciones que pueden conseguirse en la web. Para aquel que vivió esos años de desahogo, no viene mal la aventura de volver a ver algunos fragmentos de estos trabajos que en su momento hicieron cimbrar a toda una sociedad y la cambiaron para siempre.

 

2 comentarios Dejá tu comentario

  1. Llego el destape, la liberación total pero ahora esta prohibido mirar a una mujer, admirar su cuerpo y hasta decirle un piropo. Si viera jardin florido, hoy estaria en cana.

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