Conmoción y preocupación son las dos palabras mas repetidas
en estos ultimos días frente a las imágenes que llegan del Brasil, donde se
ven desmanes callejeros, disparos, violencia en penales, muertos y detenidos. Los
derechos humanos parecen haber muerto ante los hechos que se observan, y mas aún
cuando se indaga más profundamente en la problemática del país/continente
hermano del Brasil.
Los escuadrones de la muerte del Estado
No es la primera vez que ocurren hechos de esta naturaleza en
América Latina, región del mundo donde los derechos humanos parecieran no
existir. Vemos cómo las fuerzas policiales (y militarizadas) disparan a
mansalva a cualquiera, supuestamente desbordadas e impotentes ante la toma de
cientos de rehenes en las decenas de penales "subdesarrollados" que
una mala política criminal generó en la época de la dictadura militar (de más
de 20 años) y de la que los gobiernos posteriores (Sarney, Collor de Melo,
Cardoso, Lula) no parecerían tomar cuenta.
Los hechos de violencia se repiten en las calles de los
barrios más pobres y hasta en el centro mismo de la ciudad, en las "delegacías"
(especie de "complejos" de comisarías y lugares de detención). Hoy la noticia
demoniza a "los narcos". No deja de ser cierto que el poder narco
busca países pauperizados, con marginalidad profunda de la que no se vuelve (de
generaciones a generaciones) y sin respuesta social.
El narcotráfico es un delito político, social, económico e
internacional que merece un análisis que va mas allá de la superficialidad
de la violencia televisiva de un micro quemándose o presidiarios en los techos
de los pabellones intimidando con el mayor horror que logren. El desafío es
profundizar el por qué se llegó a un número tan desorbitado de penales,
verdaderas jaulas para animales que no respetan ni las más mínimas condiciones
humanas.
También habría que preguntarse por qué un país como Brasil, integrado
culturalmente, aplica la política de "mano dura" que lo único que ha
logrado es envilecer a miles y miles de jóvenes empujados a la pequeña rapiña
por haber nacido en una "favela" (barrio de emergencia). La
mayoría de estos jóvenes son condenados a partir de los 14 o 15 años y aún
menores en "institutos" que son cárceles encubiertas.
Muchos de ellos son mano de obra "barata" para los narcos,
quienes por pocos Reales o sólo por la droga que consumen funcionan como
verdaderos sicarios.
Sea como fuere, el camino final es la carcel, donde no sólo se ejercera violencia sobre
los más jóvenes sino que los códigos que se aprenderán allí serán los del delito.
Pocos sobreviven a este verdadero infierno, y los que logran salir juran morir
antes que volver.
Toda esta política demagógica de la mano dura, que en
nuestro país fue alabada por políticos como Carlos Menem y Carlos Ruckauf -últimamente
también elogiada por la (supuesta) conocedora de temas de seguridad Paola Spatola-
lleva necesariamente a la superpoblación carcelaria, la difusion del VIH, el envilecimiento de los
jóvenes primerizos (que entran a la "academia del delito") y a la
erogación de enormes presupuestos en institutos de detención
realmente inecesarios.
Y todo esto de manera innecesaria, visto los resultados.
Sao Paulo
En San Pablo solía existir una división de policía militar
denominada ROTA. Estando el que suscribe en dicha ciudad, en el año 1996, se
le
advirtió de la peligrosidad de este verdadero grupo de choque, verdadero grupo
parapolicial sin identificaciones y con cheque en blanco. La advertencia consistía en que, de ser detenido o
encontrándose en un local en el cual ROTA
irrumpía con un operativo, no debía uno moverse, ni llevar las manos a los
bolsillos o bolsos, pues estos movimiento podrían ser tomados como sospechosos
y sería uno baleado sin preguntas. Pasaron 10 años y aquellos "grupos
de tareas" legales paracen multiplicarse, esta vez, con una organización
que enfrenta al Estado mismo.
Todo muy parecido a los "grupos de tareas" de la
dictadura militar que gobernó de facto entre los años 1976 y 1983 a nuestro
país.
Condiciones
Todo lo descrito nos revela la aparición de emergentes.
Estos emergentes, a primera vista, son delicuentes, narcotraficantes o una
mezcla de ambos.
Si bien esto es cierto, el verdadero fenómeno es la construcción
de una organización paralela al Estado que lo ha puesto en verdadero jaque: ha
generado un negocio multimillonario que retroalimenta la organización. Esta
organización es económica, social, militarizada e ideológica. Cuenta con un núcleo fuerte, organización celular y mercenarios (externos) contratados.
Al mismo tiempo, cuenta con una sociedad altamente permisiva y pasiva, gran consumidora
de droga a escala: sólo San Pablo es un conglomerado de 17 millones de
habitantes en un Estado de 35 millones.
Desafiando al Estado
Estos hechos han traspasado los límites de la delincuencia
y las fronteras. La organización cuenta con redes en Bolivia, Paraguay y
Colombia.
Argentina también es alcanzada, pero sólo a través decélulas
económicas, de lavado y no
activas, que no son parte del núcleo "duro".
Hace pocos años, en la misma Sao Pablo, más precisamente en
la carcel de CARANDIRU ocurrió un "genocidio": las cifras oficiales hablan de 600
muertos y hay quienes hablan de más. Todo comenzó con la toma de un penal
preparado para 2.000 internos y que estaba debordado en más del doble. Pasaron
los días y al ingresar las fuerzas policiales militarizadas no tuvieron mejor
idea que abrir las puertas de los ascensores de los últimos pisos y arrojar a
los amotinados al vacío.
Fue un verdadero escándalo para el Gobernador de esa ciudad y, por añadidura, para el
entonces presidente Henrique Cardoso.
Lula da Silva, al contrario de Cardoso, prefiere transar: los 160 muertos le
sirven de muestra y se sienta a negociar con el "nuevo poder", ahora legitimado. La sociedad Brasileña es profundamente
conservadora, en
principio reprobaría el acuerdo, máxime porque legitimar el poder de los
"criminosos" sólo logrará consolidarlos.
El otro camino, inviable, hubiera desatado un genocidio de
miles de muertos (no menos de 200 por cárcel, habiendo 44 carceles tomadas), cosa
que Lula no hubiera podido resistir.
Con estos antecedentes brasileños, sería muy positiva la existencia de un debate al
respecto en nuestro país, sin
demagogos que propalen la mano dura, que nada soluciona y que sólo incita los
factores de la violencia.
Se debe debatir sobre el aumento de las condiciones de
indigencia, la violencia discriminatoria de clases, la violencia producto de la
marginación de oportunidades, la violencia estúpida del futbol, etc.
De lo contrario, llegaremos a la situación de Brasil o de Colombia, y creo que nadie
quiere eso.
Dr. José Luis Terenzio
www.doctorterenzio.8k.com
Presidente de "El Agora, Centro de Estudios"
Asociación Civil sin fines de lucro (IGJ 495/05)
(www.el-agora.blogspot.com)