“Quien gana, conduce, y quien pierde, acompaña”, solía
decir Juan Perón con una sonrisa de viejo ladino, allá en la primavera de
Puerta de Hierro. Treinta y pico de años después, en este pasteurizado mayo de
2006, el presidente Néstor Kirchner suele juguetear con el pensamiento de una
concertación superadora de la fenecida transversalidad. En un reportaje
concedido a los periodistas de Clarín Julio
Blanck, Daniel Fernández Canedo y Fernando González, “reveló su intención de armar para las elecciones de 2007 una
concertación que lleve a una fórmula con un candidato a vice de otro
partido”. Claro, un segundón proveniente seguramente del baqueteado
radicalismo o del ARI, porque adelante, presidirá el podio el apellido
Kirchner. Sólo bastará dilucidar con el correr del tiempo, si se tratará del
actual mandatario o de su señora senadora. Semanas atrás, Eduardo van der Kooy
en otra edición dominical aventuraba esa hipótesis. Se fundaba que en la
cumbre vienesa, a pesar de las desmentidas constantes, se había motorizado una
maquinaria destinada a este fin cuyo punto fuerte sería la Plaza del Sí al
Pingüino del 25.
Kirchner es un dirigente hábil, que
supo construirse a sí mismo superando aquel lapidario 24% de las elecciones de
2003. Pero ese manejo se evidencia en saber manipular a la opinión de los
adictos con sus constantes apelaciones al conflicto apocalíptico desde su púlpito
en el Salón Blanco. Esa es su faz pública, una suerte de misa pagana donde él
sólo comulga y deja para los otros los aplausos redentores de siempre. Ante
cierta prensa acrítica, muestra un costado más afable donde se permite
traslucir su ideario.
Es posible que haya dos K, o que cultiva
dos imágenes con las cuales intenta mantener su costado hegemónico. Ante el
mencionado matutino, el patagónico se cuidó muy bien de mostrar ese costado
peleador y guardarlo en un cajón. “En
la Argentina, por toda la destrucción institucional que hubo tenemos que
reconocer que los partidos –el que pertenezco yo, también- están en un
proceso de severa crisis y tiene que mejorar su calidad. Eso lleva un tiempo
pero acá hay dirigentes del oficialismo, del ARI, del Frente Grande, que están
ayudando, que pueden aportar una gobernabilidad con mucho consenso, que permita
seguir afrontando las asignaturas pendientes. Porque cuando yo digo salir del
infierno, ¿qué significa?. Que nosotros, el 10 de diciembre de2007, le podamos
decir a la sociedad que están las bases para discutir el país. Es vital tener
la responsabilidad histórica de entender que el próximo gobierno que necesita
este país debe ser plural”.
El anverso del discurso
A pesar de los
indicios que revelan que diciembre de 2001 fue una explosión inducida por el
aparato bonaerense, es innegable inferir que significó la degradación suma de
la clase política vernácula. Durante los primeros días de 2002, como se afirmó
anteriormente, sus integrantes eran insultados y agredidos en la vía pública
por ciudadanos airados y por ahorristas estafados. Lamentablemente, la utopía
de las asambleas vecinales se derrumbó víctima de sus propias contradicciones
y además por la desidia de cierta izquierda mesiánica y manipuladora. El
interinato de Eduardo Duhalde desembocó en unas elecciones que en un principio
entronizaron a Carlos Menem para luego, llevar a Balcarce 50 al ex gobernador de
Santa Cruz. Pero quien en la campaña electoral intentó despegarse de los usos
y costumbres de la vieja política, y marcar un punto de inflexión frente a la década
maldita del 90, no vaciló en apelar a ellos durante los pasados comicios de
octubre de 2005. Aunque desde el citado estrado se mofara del denunciado
clientelismo por parte de la prensa independiente, es clarísimo que en su
partido subsiste vivito y coleando. Como muestra, el aludido aparato partidario
desplegado el 25 de mayo en el histórico paseo porteño.
El discurso de la concertación, que
aunque tenga como modelos los Pactos de la Moncloa o el modelo chileno post
Pinochet, se convierte en letra muerta si previamente se pasa a mejor vida esa
forma bastarda de cooptar voluntades. Pues si siguen pesando más los micros
alquilados y el chori con tinto, con el acompañamiento de los electrodomésticos
de onda, el grueso de la ciudadanía continuará dando la espalda a la actividad
partidaria. Para que ese deseo, necesario por cierto, sea una realidad concreta,
necesariamente debe hacerse esto. De lo contrario, sólo será una buena intención
de esas que, como puntualiza el dicho, tapizan el camino del infierno tan
temido.
Fernando Paolella