El torbellino desatado por la dimisión de la primera ministra británica, Theresa May, a raíz de su insolvencia para concretar el Brexit, llevó a muchos a pensar dos veces el voto en las elecciones del Parlamento Europeo. El plan de la ultraderecha era regalarle a Europa un Caballo de Troya, de modo de asaltarla y, una vez dentro, dinamitarla. No prosperó. Excepto la Liga de Matteo Salvini en Italia, con su prédica contra los inmigrantes y las minorías, pocos pudieron cantar victoria. Incluida Marie Le Pen, más allá de su ajustado triunfo en la Francia de los chalecos amarillos frente al presidente Emmanuel Macron.
Los conservadores y los socialdemócratas perdieron escaños, pero no el control de una Unión Europeaabrumada por las tiranteces internas y las externas, comenzando por la eurofobia de Donald Trump y de Vladimir Putin. En estos comicios, celebrados en los 28 Estados, los ejes se ajustaron a la inmigración y el ambiente. Retos incompatibles con las preocupaciones de las anteriores. En los de 2014 primaban el desempleo, la economía y la deuda pública. El crecimiento de los liberales y de los verdes, sobre todo en Francia y en Alemania, atenuó el impacto de la ola radical. De ultraderecha y de ultraizquierda.
Que el Partido del Brexit, del ultranacionalista Nigel Farage, haya ganado en el Reino Unido o que el de Viktor Orban se haya consolidado en Hungría no desentona con el fiasco de Alexis Tsipras en Grecia, obligado a convocar elecciones legislativas anticipadas frente al rotundo avance de la conservadora Nueva Democracia (ND). Tanto en ese país como en España y en Bélgica, las elecciones para el Parlamento Europeo coincidieron con las regionales y las municipales. Resultaron ser un referéndum para los gobiernos de turno. Lo impresionante ha sido la participación de la ciudadanía: votó más de la mitad del padrón. Algo inusual.
Todas las campañas se hicieron en clave interna, como si se tratara de evaluar la gestión de los gobiernos de turno. Malos resultados para May y para Macron; buenos para el reciente ganador de las generales en España, el Partido Socialista Obrero Español de Pedro Sánchez, y objetables para Angela Merkel, ausente con aviso en la campaña de Alemania, donde los verdes superaron a los socialdemócratas y alcanzaron el segundo lugar. Meros recálculos del GPS europeo, con fuerzas xenófobas y ultranacionalistas descafeinadas en su afán de explotar el malestar general.
Patente en una campaña relativamente libre de fake news o noticias falsas en Polonia, Austria, Dinamarca, Hungría, Italia, Eslovenia y Francia. Las retóricas contra el sistema expresaron en las urnas los miedos. El miedo de perder la identidad. El miedo de sentirse avasallados por los extranjeros. El miedo de competir por los puestos de trabajo. El miedo de dejar de estar cobijados por el Estado de bienestar. El miedo, en realidad, de ceder espacios en beneficio de otros que ven en ellos un ideal. El ideal del progreso cada vez más lejano en el territorio más cercano, Europa. De cara a un nuevo orden.