Generalmente, el 7 de Septiembre se recuerda en todo el país,
el día del Trabajador Metalúrgico, en homenaje
a Fray Luís Beltrán, y a quien San Martín por sus
conocimientos de química, matemática y mecánica, designó Jefe
del Parque de Artillería del Ejército de los Andes.
Fue precisamente el que entendió que la riqueza mineral del país
podía prestar servicios valiosísimos a la lucha por nuestra
independencia ya que gracias a ella, podían fabricarse cañones,
fusiles, etc, de fundamental importancia entonces.
Su visión estratégica, fue continuada por el Gral. Manuel Nicolás
Aristóbulo Savio (1892 - 1948) quien manifestó "O
sacamos hierro de nuestros yacimientos o renunciamos a salir de
nuestra situación exclusiva de país agrícola ganadero,
renunciando a alcanzar una mínima ponderación industrial, con
todas las consecuencias que ello implicará en el futuro de la
nación".
El 26 de Julio de 1946, el entonces Presidente Perón y su
ministro Sosa Molina, rubricaron el proyecto del Gral. Savio
sobre el Plan Siderúrgico Nacional y lo elevaron al Senado. El
proyecto se convirtió en ley de la Nación el 13 de Junio de
1947, con el número 12.987. Semanas después, el 31 de Junio, el
decreto 22.315 crea SOMISA, segunda acería Argentina,
cuyo directorio fue presidido por Savio.
Su prematura muerte, hizo que no alcanzara ver su sueño
realizado.
Eran tiempos en que la industrialización por sustitución de
importaciones iba ligada a un proyecto nacional de país. De esa
forma la antigua ciudad de San Nicolás, otrora sede del famoso
"Acuerdo de San Nicolás" que hizo posible el
entendimiento necesario entre las provincias argentinas para
posteriormente, sancionar una Constitución Nacional en Santa Fe,
paso a conocerse como "Ciudad del Acero".
Las migraciones internas que brindaron la enorme mano de obra
necesaria para poner en marcha la principal acería Argentina,
transformó totalmente la tranquilidad de esa ciudad en la mitad
de distancia entre Buenos Aires y Santa Fe.
Perón fue derrocado en 1955, y los militares argentinos no
dejaron de estimar la importancia estratégica de la producción
de acero tanto para la industria bélica como para el desarrollo
integral y moderno del país.
La inauguración oficial se llevó a cabo el 25 de julio de 1960,
a cargo del presidente constitucional de ese momento, Dr. Arturo
Frondizi, quién al asumir su cargo el 1º de Mayo de 1958 había
expresado en una parte de su discurso:
"Deberá imprimirse, también, fuerte impulso a la
siderurgia, que es otra garantía de progreso y soberanía
nacional. La puesta en marcha de la planta de San Nicolás, tendrá
prioridad en los programas de ejecución".
Cumplida esta decisión, durante la inauguración de la planta
decía:
"Este día señala un jalón de gran trascendencia para
la vida del país. Hoy comienza en la economía argentina una
nueva etapa en el proceso de transformación estructural que ha
de llevar al pueblo argentino a conquistar el alto nivel de vida
que demanda
"
La planta siderúrgica ubicada en "Punta
Argerich", límite del Partido de Ramallo con el de San
Nicolás, alcanzó a ocupar a cerca de 12.000 obreros más los de
las empresas contratistas que sumaban aproximadamente 4.000.
Luego del Proceso, y recuperada la democracia, comenzó a
vislumbrarse, al vaivén de los acontecimientos mundiales, la
intencionalidad manifiesta de la dirigencia política de poner en
marcha un "proceso de reestructuración" primero que
soslayadamente dio paso luego a uno de "privatización".
Se argumentó su escasa capacidad tecnológica para afrontar el
desafío de la competencia de mercado, su supuesta "excesiva
y sobredimensionada cantidad de mano de obra", la necesidad
imperiosa de inyectar capitales para que la Sociedad Obrera
Mixta Siderúrgica Argentina, estuviera a tono con los
nuevos vientos de la economía mundial.
Al los proyectos de Sourrouille con Alfonsín, le continuó Menem
y a partir de 1989, la empresa fue virtualmente rematada por las
administraciones de Hugo Franco, Juan Carlos Cattaneo y Jorge
Triacca finalizando con María Julia Alsogaray a la que ya todos
conocemos por su "brillante" tarea política.
Más de 6.000 personas fueron despedidas a través de los mal
llamados "retiros voluntarios". Se volcó en la ciudad
aproximadamente 160 millones de pesos en indemnizaciones. Unos
pocos utilizaron su dinero en micro emprendimientos para los
cuales no estaban capacitados y sin la ayuda oficial terminaron
fracasando. Otros se aventuraron en abrir quioscos y negocios
primarios que fueron a la ruina por la excesiva oferta y
competencia a una sociedad que perdía su principal fuente de
ingreso mensual. También estaban los que decidieron adquirir
bienes como autos y casas que luego tuvieron que vender a precios
inferiores.
De constituirse en la ciudad más cara de la Provincia por su
elevado nivel de ingreso, San Nicolás pasó a ser una ciudad con
un 17% de desocupados. Quedan los recuerdos de los accesos a
beneficios con solo presentar el recibo de sueldo de la acería o
las líneas de préstamos que se gozaba.
Hoy, locales vacíos decoran la alicaída urbanidad de ese terruño
surcado por cientos de remises manejados por ex somiseros que
intentan sobrevivir con lo poco que les queda por día.
Solo muy pocos pudieron emplearse nuevamente, algunos en empresas
contratistas por un salario mucho menor al anterior y otros en
nuevas actividades del rubro servicios ya que el productivo casi
no existe.
Con SOMISA, cayeron decenas de empresas colaterales que
estaban adheridas a su desarrollo y comercialización sumando su
espectro desocupacional al ya existente.
Ya no hay proyecto nacional y, si lo hay, cabría preguntarse si
es posible el mismo de la mano de las multinacionales.
SOMISA es ya un recuerdo. Algunos de sus obreros, por
sector suelen reunirse a recordar esos viejos tiempos. La empresa
actual SIDERAR intenta por todos los medios a través de
ayudas comunitarias, mejorar su imagen y ganarse la simpatía aún
de aquellos que ya no trabajan más allí.
San Nicolás, de Ciudad del Acuerdo, Ciudad del Acero, ahora es
la "Ciudad de María", el singular fenómeno religioso
que toma auge casi al unísono con la debacle siderúrgica.
Los miles de peregrinos que llegan alcanzan a ver los edificios
de la ciudad, el centro y las chimeneas de la acería que parece
darles la bienvenida. Sin embargo no es lo mismo. La pobreza
envuelve en forma silenciosa la ciudad que al oscurecer da lugar
al ejército de changarines, botelleros y busca vidas que ven en
los tarros de basura, su forma de "campear" la situación.
Suenan como corolario, en un país vacío espiritual y
materialmente las palabras de Savio en 1946 "La del
acero es una industria básica sin cuyo desarrollo no puede
considerarse que un país ha alcanzado su independencia económica.
Incluso se comprueba la verdad opuesta: cuando menor es el
desenvolvimiento de esta industria, mayor es la dependencia que
se tiene del extranjero, con las graves consecuencias que de
estas circunstancias se derivan".
Ricardo Darío Primo