Cada 12 de Octubre se conmemora un nuevo aniversario de la llegada del hombre europeo a América. Para esta parte del mundo la fecha origina todo tipo de sentimientos encontrados.
En los países cuya población aborigen fue diezmada por el encuentro o "choque" de ambas culturas, ese día tiene un significado que huele a luto, lamento y genocidio.
Para otros, es el inicio de una aventura cuyo resultado es el afianzamiento en estas tierras de la cultura e idiosincrasia española.
Sin embargo, para muchos argentinos, denota confusión.
¿Se puede hablar de “descubrimiento” de un continente que ya estaba poblado, organizado, con culturas florecientes y un gran desarrollo arquitectónico? Por eso, hablar del 12 de Octubre como “descubrimiento de América”, para los genuinos americanos resulta risueño.
En la Argentina que se quiso construir, comenzó a recordarse esta fecha como “Día de la Raza”.
¿Pero de cuál? ¿No se ha demostrado genéticamente que las razas no existen? Aún así; ¿De qué raza sería resultado el argentino? ¿Española, Indígena, Criolla?
Suponiendo que fuera criolla, como fusión de ambas, ¿Adónde fue a parar ella? Basta con pronunciar el apellido de cada uno de nosotros para demostrar que de criollos no tenemos nada.
Carlos Fuentes, el gran escritor mexicano, sostuvo que ellos descendían de los Aztecas, los peruanos de los Incas, ¿Y los argentinos? le preguntaron....."de los barcos", respondió.
Por ello, hoy hablar del 12 de Octubre no debe ser para nosotros otra cosa, que una recordación profundamente solidaria y comprensiva de la honda transformación que sufrieron los pueblos americanos, que aún mueve sus fibras más íntimas.
Me sugirieron entonces que los argentinos debíamos celebrar el “día de la Tradición”, para reparar este trágico error interpretativo de la historia.
Pero deberíamos precisar cuál tradición hemos de revalorizar ¿la del gallego, del tano o el polaco, el alemán o el irlandés que dieron impulso a este país con la avalancha inmigratoria? ¿O la del gaucho que se extinguió?
Muchos que exaltan y revalorizan la conquista española, por su legado cultural, justifican lo acaecido como algo inevitable en la historia. Una cultura superior siempre se impone a una inferior. Sostienen que de una manera u otra, estos pueblos desaparecerían bajo la bota europea. España o Inglaterra; una y otra hicieron lo mismo con los genuinos americanos.
De esa manera es fácil interpretar a Sarmiento quien dijo que los argentinos de entonces (criollos) embarazaban la tierra con su barbarie y caudillismo propio del legado español. Era Inglaterra la esperanza que lamentablemente, con el rechazo de sus invasiones, el Río de la Plata echamos a perder.
Pero más allá del pasado contradictorio, los argentinos nos encontramos con celebraciones que más que recuerdos, son repeticiones de discursos vacíos de lógica, pero rodeados del más repugnante oportunismo. Las fechas nos ayudan a recordar, pero cuándo ellas transcurren caen nuevamente en el olvido.
¿Se puede vivir pensando permanentemente en el pasado? Si ese pasado me ayuda a interpretar el presente y evitar repetir los males que conocemos, creo sinceramente que sí. Ese pasado debe ser la guía del presente para construir un futuro mejor.
Pero en eso, no somos buenos los argentinos. El pasado es para nosotros algo ligado al polvo, al hongo de la humedad o a las hojas amarillentas que no nos deja ningún legado.
Por eso repetimos los mismos errores. En todos los colegios se hablará de Día de la Raza, Del Descubrimiento de América. Niñitos harán actuaciones de indiecitos buenos, arrodillados junto a Colón.
¿Hasta cuándo dejaremos que la historia la escriban los que ganan? Tenía razón Jauretche cuando sostenía que lo fundamental no es cambiar de collar, sino de dejar de ser perro.
En esta lucha, en esta búsqueda de nuestra identidad, hoy por hoy solamente, a los argentinos, nos faltaría ladrar.
Ricardo Darío Primo