“La autoconservación es el primer principio de nuestra naturaleza” Alexander Hamilton
Según consta en la Real Academia Española, el engaño es la “falta de verdad en lo que se dice, hace, cree, piensa o discurre”. En ese sentido, una gran parte de la sociedad se siente engañada por la dirigencia política, no solo la que gobierna en la actualidad, sino que es algo que sucede desde tiempos inmemoriales.
Es en ese marco que se plantea la supervivencia política a través del engaño, donde quienes dicen ser disidentes luego se convierten en compañeros y viceversa.
El último caso que se conoció fue el del presidente del Club Atlético San Lorenzo (CASL) y candidato a jefe de Gobierno porteño por el Frente de Todos Matías Daniel Lammens, quien, en febrero último, aseveró que la expresidenta Cristina Fernández “llevará a la Argentina a convertirse en Venezuela” en alusión a la crisis humanitaria que sufre aquel país caribeño.
Pero no es el único caso, el más emblemático tiene que ver con el hoy candidato a presidente del mismo espacio que Lammens, Alberto Fernández, quien por una década no se cansó de despotricar contra CFK, sin embargo, hoy es su candidata a la vicepresidencia.
Lo propio acontece en el oficialismo, el hoy candidato a vicepresidente de Juntos por el Cambio, Miguel Ángel Pichetto, en febrero del corriente 2019 había manifestado que el actual presidente Mauricio “Macri tiene cerca de 100 denuncias. Cuando termine su mandato va a ir directo al barro de Comodoro Py”.
Podrían citarse una cantidad de ejemplos ad infinitum, como el caso de Sergio Massa, no obstante, el meollo de la cuestión está directamente vinculado con el engaño que surge desde el mismo seno del poder político.
Mantener un lugar en la política se convirtió en un método de conservación para seguir viviendo del erario público. No importan las convicciones, tampoco la ética y los ideales.
En ese sentido, aquellos que se encuentran con la labor de representar al pueblo no logran cumplir con ese requisito que es el núcleo de lo que significa la democracia.
Ya no puede saberse con exactitud qué se vota cuando se elige a una persona o a un partido político para representar al ciudadano de a pie.
El ejemplo más elocuente podría ser el de la actual gestión, la cual fue electa para terminar, en parte, con el populismo que durante los últimos 70 años llevó al país a la decadencia. Hoy el Gobierno, en su afán de permanecer en el poder, toma medidas de ese tipo.
¿Son decisiones gubernamentales? No, un rotundo no. Se trata de medidas proselitistas. Quien tenga alguna duda solo debe tener en cuenta el síntoma de las PASO, momento en el cual el Gobierno terminó desgastado, a partir de allí, comenzó a tomar este tipo de actitudes.
Entonces ¿Qué se vota cuando se vota? Imposible saberlo. Resulta absurdo tratar de augurar qué hará un Gobierno durante sus cuatro años de mandato al momento de ser elegido por el voto popular, ya que todo se resume a eso: la política de supervivencia, aunque del modo más eficiente y reprochable: el engaño.