“La primera ley de la historia es no atreverse a mentir; la segunda, no temer a decir la verdad”. S.S. León XIII
De las dos esperanzas que confesé en mi última nota respecto a lo que sucedería el domingo pasado, sólo una se transformó en realidad: el Partido Nacional logró llegar al ballotage en Uruguay. Así, puso en serio riesgo la continuidad al frente del Estado del Frente Amplio. Hay que esperar hasta el 24 de noviembre para la definición, pero apuesto por Luis Lacalle Pou.
En cambio, en la Argentina, pese a la insospechada y hasta inexplicable (en este contexto económico) remontada, a Juntos por el Cambio le faltaron muchos votos para lograrlo, y el Frente de Todos, con la fórmula Fernández², se sentará en los sillones del poder nacional el 10 de diciembre. Lo mismo hará Axel Kicilloff –que revalidó sus credenciales de mentiroso serial y sectario el mismo domingo- en la crucial Provincia de Buenos Aires.
El país, pintado con los colores –amarillo y azul- de las respectivas coaliciones electorales, semejó la camiseta de Boca Juniors ya que, salvo donde perdió la encomiable María Eugenia Vidal, todo el pujante centro del país (la ciudad de Buenos Aires y las provincias de Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba, San Luis y Mendoza) votó por la reelección Mauricio Macri, aportándole los dos millones trescientos mil votos más que obtuvo con respecto a las PASO, mientras que las provincias más pobres (aún así, el Presidente mejoró su performance en la mayoría de ellas) y, sobre todo, el trágico Conurbano bonaerense, garantizaron la victoria del peronismo unido o, visto lo que sucedió desde entonces, sólo pegoteado.
Me refiero, claro, al palco de Chacarita, donde festejaron, básicamente, Cristina Fernández, Kiciloff, La Cámpora, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y un demudado Sergio Massa. Y al acto de la reasunción del impresentable Gobernador de Tucumán, Juan Manzur, en el cual Alberto Fernández se mostró rodeado de otros gobernadores (excluidos de la celebración capitalina por decisión de la viuda de Kirchner), de lo más granado del sindicalismo y hasta de Daniel Scioli; esas dos fotos debieran ser incorporadas a varios prontuarios.
Quedó expuesta así la ruptura en el tejido de esa construcción exclusivamente electoral que fue el Frente para Todos, y la certidumbre de los enormes conflictos que se desatarán en su interior a partir de ahora. Porque Cristina hará sentir que es la dueña de los votos y exigirá ejercer el poder real, en competencia con la fracción no-kirchnerista que un Alberto desdibujado en ese mapa pretende construir como base propia con los señores feudales de las provincias y con los gremialistas de derecha.
Espero, sinceramente, que ese enfrentamiento no se transforme en una reedición de los años de plomo, en los que la Triple A y la izquierda subversiva –con Perón/Isabel en el gobierno y ambas en nombre de ellos- dirimieron sus diferencias a tiros, bombazos y asesinatos, nunca investigados. Se me podría objetar que ya no hay ideologías extremas en juego –si es que en aquél entonces fueron sus motivaciones reales- pero apareció en escena otro actor mucho más peligroso aún, el narcotráfico.
En materia de relaciones internacionales, por el contrario, no parece haber demasiadas diferencias en las miradas de los Fernández: ambos reforzarán la simbiosis con el clepto-“progresismo”, el Foro de São Paulo y al Grupo de Puebla; éste, que se reunirá aquí en diciembre, manifestará su apoyo a los insurrectos de Chile, de Perú y Ecuador que financian, al ladrón y asesino Nicolás Maduro, al prófugo Rafael Correa, al fraudulento Evo Morales, al condenado Luiz Inácio Lula da Silva (la pública apelación de Alberto por su libertad, calificándolo como “preso político”, fue la razón de la furibunda reacción de Jair Bolsonaro en su contra) y al cuestionado José Pepe Mujica, y ratificará la ruta para la recuperación del poder en toda la región; según el propio Diosdado Cabello, ese plan está cumpliendo sus objetivos. Ese posicionamiento agregará obstáculos a la complicada agenda del futuro gobierno con el FMI, con Brasil y con los Estados Unidos.
Por lo demás, el primer viaje de Alberto será al México de Andrés López Obrador, conspicuo miembro de esa tendencia, quien días atrás obligó a sus fuerzas armadas a liberar al hijo del Chapo Guzmán, detenido por liderar el famoso Cártel de Sinaloa, justificando la orden en “evitar un baño de sangre”; resignó así el poder del Estado y lo cedió a los zares de la droga.
Todas esas pinceladas van mostrando un panorama enrevesado para el período que se iniciará el 10 de diciembre. Sin crédito, será harto difícil para los Fernández² cumplir las inmediatas promesas “baglinianas” de llenar heladeras y bolsillos sin caer en hiperinflación. Y la falta de mayorías propias en el Hº Aguantadero impedirá una reforma bolivariana de la Constitución y los obligará a negociar cada una de las leyes que pretendan.
Las urnas probaron que la mitad de la ciudadanía está atenta y dispuesta a resistir una pérdida de las virtudes republicanas de transparencia y decencia, y ha demostrado en la calle que no tolerará más claudicaciones políticas y judiciales frente a la corrupción y a la impunidad. Pero cuidado, porque tampoco permitirá divisiones en la futura oposición.
Por eso me pregunto si esta victoria en las urnas no tendrá mucho de pírrica. No hay dudas acerca de qué se debe hacer en la Argentina y ahora será responsabilidad de los ganadores, igual que lo hubiera sido de Macri; así, es casi mejor que sea el peronismo quien lo haga, ya que innegablemente tiene muchísimo más entrenamiento político y mayor control sobre la inevitable reacción social.
Los “tiempos interesantes” que piden los chinos en sus maldiciones están ya muy cerca. Habrá que ver cómo los transita esta Argentina tan peculiar y tan suicida.
[*] Pirro, rey de Epiro, logró una victoria sobre los romanos al precio de miles de sus propios hombres. Al contemplar el resultado de la batalla, dijo: «Otra victoria como ésta y volveré solo a casa».