El Sínodo Amazónico organizado por el Papa Francisco, que tuviera lugar entre el 6 y el 27 de octubre pasados, puso de nuevo de manifiesto, y esta vez en forma dramática, la posición ideológica de extrema izquierda del Pontífice, bien cercana al marxismo de la llamada Teología de la Liberación de la Iglesia Católica, que surgiera y se desarrollara desde el Brasil, años atrás, y que con este Papa adquiriera de nuevo vigencia. Los organizadores del Sínodo, sus relatores, sus personajes principales, pertenecen sin lugar a dudas al ala más radical de la Iglesia Católica de hoy en día.
Estos clérigos extremistas, todos afines a Bergoglio, han estado trabajando desde hace tiempo, en silencio, preparando esta reunión Pan-Amazónica, que afectaría enormemente la soberanía del Brasil y la de los otros 8 países que comprenden esta rica región selvática sudamericana. Brasil, al que le corresponde el 60 % de este territorio, sería el más afectado por esta conjura internacional, que pretende internacionalizar estos territorios con la excusa de ser el pulmón del mundo. Detrás de esta conjura se encuentran poderosas organizaciones globalistas, empresas multinacionales y oscuras ONG’s, financiadas muchas veces por el multimillonario especulador George Soros. A todas estas organizaciones, que no representan para nada los intereses nacionales del Brasil, se ha sumado la Iglesia Católica del papa Francisco, que cuenta con el apoyo velado de las Naciones Unidas.
La trayectoria y el accionar anti-democrático de Bergoglio deberían ser bien conocidos en nuestro continente como cómplice de los sátrapas latinoamericanos, llámense éstos Maduro, Kirchner, Ortega o Evo Morales. Su escandaloso, escabroso papado, lleno de casos de depredaciones sexuales y corrupción, su poco respeto por la teología tradicional de la Iglesia, su hipocresía y egolatría, darían sin duda material suficiente para un thriller que se transformaría seguramente en un best seller .
Entre los polémicos personajes que jugaron un rol importante, detrás de las bambalinas, en la organización de este Sínodo se encuentra la ya avejentada crema y nata de la fracasada Teología de la Liberación entre ellos los alemanes- brasileños Leonardo Boff, fundador de esta corriente ideológica, Paulo Suess y Erwin Kräutler, titular desde los años 80 de la diócesis del Xingú. Kräutler, que ha permitido la entrada a la zona amazónica de cientos de ONG’s extranjeras que han radicalizado a los indígenas, ha patrocinado al cacique Roani Matukire del Alto Xingú, que pretende ser representante de todas las comunidades indígenas. Matukire se ha vuelto ídolo de los medios de comunicación en Roma por su cara pintada, sus plumas e indumentaria folklórica.
Más notorio y conocido por la prensa internacional es otro prelado bergogliano, el obispo brasileño, también de origen alemán, Claudio Hummes, elegido por el Papa por su cercanía ideológica como relator del Sínodo. Fue él quien le sugirió a Bergoglio que adoptara el nombre de Francisco como Papa. Tal es el grado de amistad que los une. Hummes es un sacerdote muy ligado a la figura del corrupto Lula da Silva y lo cobijó cuando éste era perseguido por la dictadura de Figuereido.
Kräutler y Suess, los autores del documento del Sínodo, han sido también los que en el año 2007 acusaran al entonces Papa Benedicto XVI, por haber pronunciado un discurso, durante su visita oficial al Brasil, en el que se refirió a las consecuencias positivas de la evangelización llevada a cabo en Sudamérica por misioneros católicos europeos. Suess le reprochó abiertamente al Papa Benedicto que éste no estaba en condiciones de entender la realidad de los indios y por lo tanto sus afirmaciones estaban equivocadas y eran indefendibles. En el año 2014 el mismo Suess se atrevió a afirmar que los indígenas deberían ser los nuevos agentes revolucionarios en Sudamérica, una perspectiva netamente marxista, en la cual los aborígenes sustituirían a los trabajadores. En la misma línea Bergoglio afirmó en una página publicada durante el Sínodo que “al final queremos construir una nueva sociedad, porque esta sociedad capitalista, el sistema que tenemos, no funciona, es un sistema que mata”.
Los organizadores del Sínodo del Amazonas llevan una relación estrecha con la Conferencia Episcopal Alemana, que en su mayoría comparte la ideología del nuevo Papa Bergoglio y que ha financiado generosamente la realización de este Sínodo a través de las poderosas organizaciones católicas alemanas Adveniat y Misereor que tan sólo en los últimos años han donado unos 22 millones de euros para actividades en la Amazonia. Sus fondos provienen de los impuestos que recaudan de los fieles católicos alemanes.
Así se han financiado todos los viajes de los aborígenes al Sínodo y su estadía en Roma para participar en esta mascarada amazónica. Como me comentaba irónicamente un periodista vaticanista norteamericano que acompañó el Sínodo, parecería ser que en este evento católico de evangelización, que ha logrado neutralizar la evangelización católica para sustituirla por otra pagana, fetichista amazónica, se han mezclado las aguas del río Rhin de Alemania con los del río Amazonas y el Tíber de Roma creando aguas turbias que van a envenenar indefectiblemente el entorno.
Todas estas confabulaciones internacionalistas puestas de manifiesto por el Sínodo Amazónico de la Iglesia Católica del Papa Bergoglio, forman el escenario que enfrenta el gobierno brasileño de Jair Bolsonaro, en una Latinoamérica asediada por movimientos anti-democráticos. Bolsonaro ya en su discurso inaugural de las Naciones Unidas en septiembre pasado en Nueva York, puso bien en claro la política de su país relativa a la amazonia brasileña, afirmando en primer lugar que es una falacia sostener que esta región selvática brasileña sea un patrimonio de la humanidad, subrayando la soberanía absoluta de su país sobre esa región brasileña. Atrincherado contra el Papa y el Sínodo, no dejó de clasificar a éste como un problema de seguridad nacional de primer orden, que está amenazando al Brasil. Su Ministro de Relaciones Exteriores, Ernesto Araujo aduce que muy bien los terribles incendios que han ocurrido en los últimos meses en la Amazonia, pueden ser parte de una estrategia de grupos nacionales anti-patrióticos o de ONG’s extranjeras para perjudicar al actual gobierno.
Por su parte el actual vicepresidente del país, el general Hamilton Mourao, declaró que la soberanía del Brasil sobre la Amazonia debe ser agresivamente defendida. El propio Bolsonaro respondió en estas últimas semanas en duros términos a Bergoglio quien se refirió al presidente brasileño alineándolo “a aquéllas fuerzas que tienen una mentalidad ciega y destructiva frente al valor de las selvas amazónicas”.
Tiempos difíciles enfrenta nuestro continente en estos días, con democracias asediadas por las “brisitas“ totalitarias de los narco gobiernos de Venezuela y Cuba orquestradas por el Foro de San Pablo, y que se encuentran detrás de los levantamientos y manifestaciones en Chile, Colombia, Ecuador, Panamá. ¿Y el Papa que piensa? Bergoglio calla nuevamente. Está más preocupado por disputarle la soberanía amazónica al odiado gobierno de Jair Bolsonaro, elegido democráticamente, representante del libre mercado, que busca sacar de la pobreza a su país, creando una clase media que el Papa odia, porque mantener a los pobres en su condición actual es su gran capital.
Es sintomático que Bergoglio haya inaugurado su Sínodo Amazónico con un discurso que comenzara mencionando un libro clásico de la literatura de su país natal y de todo el continente, “Facundo–civilización y barbarie“ del ilustre escritor, periodista, político visionario, educador , emblema del liberalismo de su país, Domingo Faustino Sarmiento. Acusa venenosamente a este libro de ser el origen de todo el mal, de toda discriminación, porque su concepto, por sí solo, explicaría el genocidio indigenista y los racismos posteriores que sufre el continente. La posición de Bergoglio es falsa por infinidad de motivos históricos, sociales, antropológicos, que el Papa se niega a evaluar en su ceguera intelectual. Desconoce la grandeza de Sarmiento como adalid en su época de la sociedad del conocimiento, de la cultura democrática, republicana, occidental, que el Sumo Pontífice tanto desprecia, abogando en el mismo discurso por un velado justicialismo, peronismo que considera como una forma actual de la doctrina social de la Iglesia, enmarcada en la teología de la liberación.
Bien lo dice el gran Jorge Luis Borges en un prólogo a una edición del año 1973 del “Facundo–Civilización o Barbarie”: “El Facundo nos propone una disyuntiva, que es aplicable, según juzgo, al entero proceso de nuestra historia. La barbarie no sólo está en el campo, sino en la plebe de las grandes ciudades y el demagogo cumple la función del antiguo caudillo, que era también un demagogo. La disyuntiva no ha cambiado. Sub specie aeternitatis, el Facundo es aún la mejor historia argentina” y seguramente del sufrido continente americano, y una respuesta al Papa Bergoglio y su Sínodo Amazónico.