En medio de una caótica situación política que atraviesa el continente, debido también a la presencia de presidentes pusilánimes como Macri, Piñera y Duque, triunfó en la República Oriental del Uruguay el 24 de noviembre pasado Lacalle Pou, líder del centrista partido Nacional, en coalición con otros partidos políticos del mismo color, poniendo fin a quince años de gobiernos del Frente Amplio que apoyó abiertamente a regímenes pertenecientes al Socialismo del siglo 21 y a sus sátrapas, llámense éstos Maduro, Correa, Evo Morales, Ortega o Castro. En la Argentina con Aníbal Fernández como nuevo presidente, el panorama es bien diferente considerando sus primeras declaraciones y su pasado político. Muy bien podría ser un nefasto continuador de esta forma de socialismo que ha destruido democracias y empobrecido a amplios sectores de la población latinoamericana, algo que ha encontrado un rechazo absoluto por parte del presidente brasileño Jair Bolsonaro y que seguramente llevará a una clara confrontación entre ambos países. Quizás en este caso Lacalle Pou podría operar como mediador entre una Argentina con rasgos totalitarios, teniendo en cuenta que quienes rodean a Fernández pertenecen a una mafia corrupta, que en lugar de cumplir condenas en las cárceles del país por sus latrocinios lo acompañarán en su gobierno, y un Brasil que registra un éxito detrás del otro en su lucha contra la corrupción y la violencia y con un sistema judicial digno de ser imitado a pesar de algunos reveses.
El enfrentamiento actual entre Fernández y el presidente Jair Bolsonaro es más que evidente. Esta tensión no es reciente y se inserta en las disputas ideológicas que marcan el pulso de la política en general y los modelos económicos en pugna en el continente latinoamericano, que se resume en la dicotomía entre el neoliberalismo y el llamado socialismo del siglo XXI, una grieta que divide nuestra América. Talvez Lacalle Pou, representante de un país con hondas raíces democráticas, como lo está demostrando, pueda moderar en algo este enfrentamiento, tarea nada fácil. Ya el anuncio de Bolsonaro que acudirá al cambio de mando a Montevideo y sus calurosas felicitaciones por su triunfo, contrastan con el hecho que no sólo no felicitó a Fernández, sino que no piensa estar presente en el cambio de gobierno en Buenos Aires, mandando demostrativamente un funcionario de tercera de su gobierno. Esta será la primera vez que un jefe de Estado de Brasil no esté presente en la asunción de un par argentino en 17 años.
La elección de Aníbal Fernández es un revés para el futuro republicano en nuestro continente, y es también una vergüenza para un país que debería liderar democráticamente un continente. Fernández tiene la ambición sí, de liderar el continente, pero con las fuerzas corruptas, antidemocráticas, financiadas muchas veces por los cuantiosos dineros del narcotráfico. Lo muestra el hecho de alinearse y defender al tirano boliviano Evo Morales, que creó un narco estado en su país, continúa con su posición de considerar que Maduro no es un sanguinario dictador, y sigue con el hecho sintomático de realizar su primer viaje al exterior a México, para rendirle pleitesía a un líder de dudosas credenciales democráticas que es incapaz de liberar a su país de las garras poderosas del narcotráfico internacional. López Obrador prometió para su país “más abrazos que balazos”, y lo que hemos presenciado es todo lo contrario. Y como si fuera poco aprovecha Aníbal Fernández su estadía en México para aceptar una entrevista con el prófugo de la justicia ecuatoriana Rafael Correa, nada menos que para una agencia de noticias rusa, para la cual este impresentable personaje funge como periodista. Además consideremos el respaldo con el que cuenta Aníbal Fernández por parte del Grupo de Puebla, una continuación del Foro de San Pablo, con sus mismos rasgos totalitarios, marxistas que redondean la imagen negativa del futuro presidente argentino y el peligro inminente que representa este nuevo mandatario que bien podría conducir a la Argentina en los próximos años a terminar como Venezuela. El contraste con lo que está sucediendo en Brasil, con sus progresos innegables en los sectores económicos, sociales y de seguridad pública bajo el gobierno de Jair Bolsonaro, un defensor a ultranza del libre mercado, es innegable.
El rol que está desempeñando ya la militante prensa argentina con sus periodistas “panqueques“, que se alinean uno detrás del otro afiliándose a este nuevo kirchnerismo, lastima enormemente el verlo, más aún desde la perspectiva de quienes luchamos por un periodismo investigativo, independiente. Bajo un enfermizo falso nacionalismo, escudados en una errónea superioridad, que esconde la vergüenza de defender a corruptos criminales y de votar a los mismos que destruyeron al país, hecho insólito en el mundo, muchos argentinos, ignoran los éxitos evidentes del tan odiado vecino, producto todo esto de un periodismo militante kirchnerista, que no tiene empache de utilizar fake-news , sin ofrecer información veraz que demostrara a la población lo que sí se está haciendo bien bajo el gobierno de Bolsonaro, para poder implementarlo en el propio país. Toda la información se centra en las anécdotas del carácter temperamental, no siempre diplomático y tosco del mandatario brasileño, olvidando los desplantes y reacciones de rasgos totalitarios de Fernández. La realidad demuestra que Bolsonaro está rodeado de un excelente y calificado gabinete que está logrando un triunfo detrás del otro. Ojalá Fernández pudiera lograrlo en sus primeros meses de su nuevo gobierno, pero las aguas bajan turbias.
Tengamos en cuenta algunos de estos éxitos ninguneados por los integrantes del nuevo gobierno argentino, motivo del encono y de la frustración de la camarilla corrupta de Alberto Fernández:
Brasil registra una reducción de más del 22 % de las muertes violentas en el país en los últimos 9 meses.
El gobierno de Bolsonaro marca un superávit en su balanza comercial de 696 millones de dólares tan sólo en la segunda mitad de julio pasado.
La inflación llega a un 3,29 %, la más baja en 21 años.
Hasta finales de este año se crearán 1 millón de nuevos empleos. Y tan sólo en el mes de julio pasado se crearon el record de 281.000 nuevas empresas.
Se aprobó una nueva ley administrativa, que prevé que los funcionarios públicos que no cumplan eficientemente con sus labores serán despedidos.
Se aprobó una reforma laboral que resta aún más el poder a los sindicatos , que perderán casi un 90 % de su recaudación.
El gobierno de Bolsonaro congeló el gasto público por 20 años.
Brasil se encuentra ahora en el cuarto lugar del mundo en recibir inversiones extranjeras.
Reforma jubilatoria, ya no será posible jubilarse con tan sólo 55 años.
En el mes de septiembre el Presidente anunció la eliminación de impuestos de importación, la mayoría de ellos relativos a medicamentos de última generación, instrumental médico y equipos modernos para hospitales.
El gobierno puso a la venta en estos últimos meses 600 inmuebles rescatados de los narcotraficantes convictos.
Esta es tan sólo una escueta lista de los innegables logros del gobierno de Bolsonaro que se niegan a reconocer y comentar las nuevas autoridades kirchneristas por el resentimiento que tienen con el exitoso país vecino.
Es evidente también que el Mercosur estará en peligro si Fernández quiere implementar medidas contra el libre mercado. En este caso Brasil se saldría. Además Argentina estaría más aislada que nunca porque hay un entendimiento tácito entre Paraguay, Uruguay y Brasil, partidarios del libre mercado, que fortalecería las democracias de la región.
Tiempos bien difíciles para la Argentina, cuyo nuevo gobernante busca un liderazgo latinoamericano entre los enemigos de sistemas democráticos y de libre mercado. Los riesgos para una prensa independiente, crítica serán enormes; ya los primeros arrebatos contra algunos de los mejores periodistas del país dejan entrever los peligros del futuro.
Jair Bolsonaro versus Alberto Fernández, dos modelos de países en medio de nuestro turbulento continente. Civilización o Barbarie del visionario estadista que fue Domingo Faustino Sarmiento. Afortunadamente la Argentina cuenta a través de su historia y aún hoy en día con prohombres y mujeres, gente decente, culta y valiente, que deberán luchar denodadamente para desplazar democráticamente del poder a las mafias kirchneristas y sindicalistas enquistadas en el poder, para tener un país mejor, digno, que ofrezca a sus ciudadanos un futuro promisorio y no el presente incierto y sombrío por el cual atraviesa.