Uno de los mayores errores de Cambiemos fue el auto-engaño. El creer que por asumir el gobierno el shock de expectativas iba a ser tal que iban a “llover las inversiones.”
Curiosa estrategia que se ejecutó a la par que se insistía con la restricción política. Por un lado el mejor gabinete de la historia iba a traer inversiones.
Por el otro lado, el mejor gabinete de la historia admite no poder hacer reformas por cuestiones políticas. Entrampado doble discurso.
Coincido con Fausto Spotorno cuando sostiene que Alberto Fernández comete el mismo tipo de error que el gobierno de Mauricio Macri.
Cambiemos creía que la economía se iba a arreglar por el simple hecho de asumir en el gobierno.
Fernández parece creer que la economía se va a arreglar en base a los “acuerdos sociales” que pueda firmar con sindicatos, cámaras empresariales, etc. La mentalidad de Fernández se entiende más fácil.
Parece estar construida en la idea de la política como un choque de fuerzas. Un acuerdo evita conflictos y permite que la economía florezca. Postura acorde a lo que pasa como pensamiento justicialista.
Ambos casos representan, con distinto libreto, una típica falacia económica Argentina. El desarrollo económico depende de los dotes de ingeniería económica del gobierno de turno, cuando en realidad depende de que existan las condiciones que favorecen y permiten un crecimiento sostenible. El problema de la política económica Argentina es conceptual más que de diseño.
Tomando una famosa frase prestada, el gobierno no es la solución, el gobierno es el problema.
El desafía de la política Argentina no consisten en encontrar la correcta política económica, sino en cambiar drásticamente el diagnóstico de cual es el problema de fondo.