Cuando parecía que Estados Unidos y China se acercaban a un acuerdo, nuevamente resurgieron las asperezas, luego de que Trump desmintiera un principio de acuerdo confirmado por China el día anterior. Los puntos de conflicto son numerosos, y van desde las tarifas arancelarias que impusiera Estados Unidos en los últimos años, hasta las cuotas de compra de productos agrícolas de China a Estados Unidos, la devaluación de la divisa china, los acuerdos de propiedad intelectual, el veto de Estados Unidos a Huawei y la transferencia forzada de tecnología que China aplica a las empresas extranjeras que invierten en ese país.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha advertido sobre los efectos globales de la disputa comercial entre los dos gigantes económicos. Se trata de una pelea de titanes, que tienen el 23% (Estados Unidos) y el 16% (China) del producto mundial (86 billones) (Banco Mundial). Es una pelea que no es buena para la economía mundial, sin dudas, pero tiene un costado político que va más allá de las razones económicas.
La guerra comercial entre Estados Unidos y China parece anunciar tiempos conflictivos a nivel mundial. Estados Unidos no está dispuesto a relegar su posición hegemónica, y menos ante una dictadura que podría amenazar la preeminencia indiscutida de las democracias liberales desde la caída del Muro de Berlín. China, por su parte, lentamente, va pisando cada vez más fuerte en el tablero geopolítico mundial, no sólo en lo económico, sino también en lo político, militar y cultural. Su historia, su tamaño y su mentalidad la empujan a verse como el heredero natural de Estados Unidos.
Más allá de ser una dictadura, con el riesgo que ello conlleva en cuanto a la irracionalidad, expansionismo o agresividad potencial de sus dirigentes por carecer de los límites de la opinión pública y del equilibrio de poderes, China ha demostrado en los últimos años que está dispuesta a abandonar su “ascenso pacífico”.
De hecho, uno de los pilares del restablecimiento de las relaciones entre China y Estados Unidos era el esquema “una China, dos sistemas”, por el cual el gigante asiático se comprometía a respetar la autonomía y las libertades democráticas imperantes en la excolonia inglesa de Hong Kong. Pero China está violando sistemáticamente la autonomía del pequeño y próspero país en cuestión, organizando elecciones muy poco creíbles, imponiendo un gobierno pro chino y reprimiendo las manifestaciones pacíficas opositoras. También ha estado incrementando sigilosamente la presencia militar en esa ciudad-potencia. Asimismo, China continúa construyendo islas artificiales en su mar del Sur, para forzar un avance de la frontera y sostener sus reclamos excesivos sobre dichas aguas. Estos reclamos no contemplan las reglas internacionales para los espacios marítimos. Finalmente, por primera vez en mucho tiempo se han escuchado declaraciones beligerantes de parte del gobierno chino, como expresar que China está dispuesta a usar la fuerza para recuperar la isla de Taiwán, que hoy en día es una nación independiente, democrática y capitalista. Es cierto que China todavía tiene sus límites en lo militar. Cada tanto, diversos episodios le recuerdan que sus tentáculos militares no llegan tan lejos como los de Estados Unidos.
No son pocos los analistas que han advertido sobre la posibilidad de una tercera guerra mundial. En particular, se ha señalado que el Mar del Sur de China puede ser un foco del incendio global. En cualquier caso, si la tercera guerra mundial lograra evitarse, cabría la posibilidad de una suerte de “segunda guerra fría”, entre Estados Unidos y China, con guerras en terceros países y constantes tensiones entre ambas superpotencias. Pero ¿cuál sería el resultado?
Hasta ahora, las guerras modernas han sido ganadas por las democracias liberales. Más allá de que, en ocasiones, estas últimas se han aliado con dictadores por razones estratégicas o de fuerza mayor, lo cierto es que han peleado unidas y no se han hecho la guerra entre sí, como señala la tesis de la “paz democrática”. Es probable que este patrón se mantenga en el futuro. Con Estados Unidos se alienarían Europa, la mayor parte de América Latina, Oceanía, y las democracias liberales de Asia y África, como Japón, Corea del Sur, Taiwán, probablemente Sudáfrica, Botsuana y Túnez, más algún que otro dictador desprevenido seducido por las democracias. El principal aliado de China sería Rusia, al principio casi a la par, pero, luego, quedando relegado a un segundo plano por el poderío económico chino. La mayor parte de África y de Asia, dominadas por el autoritarismo, probablemente se alineen con los “imperios centrales del siglo XXI”.
Tocqueville predijo en el siglo XIX, entre otras cosas, que las guerras serían en adelante menos frecuentes, pero más generalizadas, y que al principio los Estados autoritarios parecerían llevar la delantera, pero, con los años, las democracias terminarían imponiéndose, debido a su mayor productividad y poderío económico. En el caso de China, esto podría darse vuelta. No porque sea China más productiva que las democracias liberales. Muy lejos está de ello. Pero su población es tan numerosa que, con una productividad bastante menor, podría, aún así, lograr una economía igual o más poderosa que la de las democracias. Y a estos e sumaría la mayor facilidad de las dictaduras para extraer recursos de su población para aplicarlos al aparato militar.
Así las cosas, por primera vez desde su existencia en sentido moderno, las democracias podrían tener que vérselas con un enemigo militarmente superior. La clave puede estar en la India. Si China es un gigante despertándose, la India es un gigante dormido. Está muy atrás de China en lo económico, y su democracia es joven, endeble, y con la burocracia típica de una democracia tan masiva. Si la India consolidara su democracia y su incipiente Estado de Derecho, torcería la balanza definitivamente a favor de las democracias. De lo contrario, podría ausentarse del tablero militar mundial o, peor aún (aunque menos probable), alinearse con China y Rusia, lo que sería un golpe demoledor para la ecuación económica y militar de las democracias.
Por ahora, lo que tenemos entre Estados Unidos y China es una incipiente guerra comercial. Pero tiene una connotación política ineludible. En el fondo, hay una disputa hegemónica proyectada, que parece, tarde o temprano, inevitable. La pregunta es cuándo, de qué modo y a favor de qué sistema (la democracia o el totalitarismo) se sucederá. Si apoyamos a dirigentes y partidos favorables a un alineamiento internacional democrático, estaremos ayudando a que esta disputa global sea menos traumática y con un resultado más positivo para la humanidad.
Ni guerra mundial ni guerra fría. Eso se llama negociar y no entregar a la primera. Son nociones que están fuera del alcance de los corruptos de cuarta generación.
Mas que guerra, estamos ante una PUJA DE INTERESES por LOS MERCADOS. China ha hecho de espejo de EUA y esto ha incomodado al gobierno de Trump, que suponía tenía el "monopolio" del Capitalismo. China con mayor VISION que EUA, que delega en sus CORPORACIONES LA EVOLUCION DE LA ACTIVIDAD PRODUCTIVA Y ECONOMICA DEL PAIS parece ser mas eficiente en la ocupación de mercados. China por su parte PLANIFICA su evolución y es por ello que en 2017 lanzó "LA RUTA DE LA SEDA GLOBAL" y de inmediato empezó a celebrar acuerdos en diferentes continentes, en nuestra región lo hizo con Uruguay en Europa con Italia. En Abril pasado ya participaban de dicho proyecto 125 paises https://www.france24.com/es/20190427-china-paises-cooperacion-ruta-seda. China no necesita acompañar de "tropas" y o pertrechos bélicos para llevar adelante esa "invasión" y eso descoloca a EUA acostumbrada a usar la fuerza militar como medio disuasorio o persuasivo. Por otra parte vivimos en un contexto de transicion del cambio de energía tal como ocurrió cuando se abandonó el carbón para generar vapor y se pasó a los hidrocarburos. Ya concretamente hay fabricas de vehículos que solo producen automoviles electricos y si no hubiese sido por la aparicion de Trump, defensor de las Corporaciones petroleras junto con Putin, el fin de la transición estaría mas cerca, pero todavía sigue siendo RENTABLE el uso de hidrocarburos para sus inversores. En el caso de Rusia, además resulta ser el principal generador de riqueza para el país dada la exportacion de gas a Europa y China como de petroleo y sus derivados. A EUA le molesta que China se radique en regiones que "considera" como propias desde el punto de vista geopolitico, es por ello que en medio de esa puja de intereses vemos a una Rusia alineada con China y a EUA intentando bloquear su expansión bajo argumentos de "fidelización" forzada. En el medio quedan los paises que POR NECESIDAD toman partido por unos u otros acicateados por absurdos vendedores de humo que disfrazan de "ideológico" lo que es una RENTABLE PUJA DE INTERESES POR LOS RECURSOS Y LA MERCANCIA QUE PUEDAN COLOCAR. Ya vimos en nuestra Argentina como, conscientes de las debilidades de nuestro país, los Chinos, hasta se quedaron con un pedazo de "soberanía" en Neuquén. Una instalación SIMILAR pero de origen Estadounidense habría sido considerada casi como una "INVASION Yanqui". China en Argentina está de los dos lados del mostrador es dueña de empresas PRODUCTORAS y a su vez IMPORTA lo que produce (caso COFCO ex Nidera). También China compite en divisas en el BCRA, lo que le asegura cierta dependencia hacia sus productos, ya que para "comprar Chino", de última puede usar el swap Chino en yuanes y no usar las escasas divisas en dolares. China consciente de nuestra debilidad financiera, propone grandes obras FINANCIADAS por ellos y obviamente también ejecutadas por ellos con alguna participación Argenta, tal como es el caso de las dos represas en Santa Cruz y como posiblemente sea una o dos plantas nucleares. Es cierto que en el medio estos "NEGOCIADORES" pueden influir en la politica interna de los paises a fin de contar con gobiernos mas "afines" a unos y otros y en eso tanto Rusia como China USAN el ideologismo como nadie para hacer creer que representan al "progresismo" del siglo pasado y ni China es Maoista como Putin tampoco es el hombre del Soviet. Por supuesto que para REGION DEL PLANETA tienen SU GUION para "venderse" como alternativa de mercado.
Dentro de todo este panorama internacional incierto hay una buena noticia para Argentina. Como producto de esta guerra comercial la empresa estatal china CCCC invertirá en el dragado del río Paraná para facilitar las exportaciones de cereales, soja y oleaginosas al resto del planeta. Al igual que la nueva Ruta de la Seda, el corredor granero en el que invertirá china beneficiará también a Bolivia y Paraguay. Esto significará que los granjeros estadounidenses se verán afectados por una competencia en la que tienen para perder porque las vías fluviales argentinas están más cercanas a los sitios de producción agraria en Argentina. El sistema fluvial del Plata queda inserto en las grandes praderas argentinas y uruguayas de modo que esta nueva oportunidad de ser protagonistas fundamentales del mercado granero mundial dará una nueva inyección de fondos frescos a vuestro bello país. Sólo basta esperar que esta vez dichos fondos vayan para beneficio de todos los argentinos sin exclusiones.