El 2019 se cierra con el fracaso de Naciones Unidas, para reiniciar las conversaciones de paz entre el Frente Polisario y Marruecos, que se disputan el Sahara Occidental. El ex presidente alemán, Horst Köhler, renunció en mayo pasado a la mediación que le confiara la ONU y no hay reemplazante a la vista. Hace una semana, durante el Foro Global del ACNUR en Ginebra por los 26 millones de refugiados en el mundo, se les impidió el uso de la palabra a los saharauis. Los afiches propagandísticos de Marruecos en una galería adyacente a la sala de debate, silenciaron la ocupación ilegal de los territorios del Sahara Occidental. De todos modos, el Frente Polisario, en su XV Congreso, celebrado estos últimos días en la localidad liberada de Tifariti, reiteró “el apego del pueblo saharaui a su soberanía sobre el territorio nacional”.
Por lo cierto, en esta oportunidad sigue vigente el derecho humano a la libre determinación de los pueblos. Perdura el dilema de fondo. Marruecos quiere anexar la totalidad del territorio y la población en litigio mediante una autonomía dentro de su monarquía democrática, en un sistema islámico y autoritario, mientras que el Frente Polisario, tal vez el movimiento de liberación nacional más antiguo aún existente sin alcanzar la plena independencia, mantiene la reivindicación a la autodeterminación, vía un referéndum, para que los habitantes y sus descendientes heredados del colonialismo español, arbitren a favor o en contra de la independencia.
De hecho, el Consejo de Seguridad de la ONU, mantiene la incertidumbre, de prolongar, o disolver, la fuerza de interposición de “cascos azules” desplegados para separar a los beligerantes y garantizar el cese el fuego dispuesto el 6 de septiembre de 1991, conocida por su acrónimo MINURSO. Así pues, en el Sahara Occidental están en juego la suerte de unas 500 mil personas, el destino de una superficie de 288 mil kilómetros cuadrados, equivalente a la mitad de España, con las mayores reservas de fosfato del planeta, rico también en sal, arena, petroleo, frutos de las palmeras y vegetales marinos, cuyos 1400 kilómetros de costas son expoliadas de 90.000 toneladas anuales de pescado por el pillaje pesquero clandestino cometido por Marruecos, gracias a las complicidades de España y Francia, y pese a decisiones contrarias del Tribunal Judicial de la Unión Europea (TJUE).
Al menos, el discurso oficial de la ONU no reniega de los principios básicos acuñados desde hace medio siglo. Pide a las partes en pugna buscar “una solución política justa, durable y mutuamente aceptable que permita la autodeterminación del pueblo del Sahara”. Les insta a que hagan “prueba de realismo y un espíritu de compromiso” para alcanzar un acuerdo “realista, pragmático”, tomando en consideración que “el statu quo no es aceptable”. Y sostiene a la MINURSO por sus “esfuerzos” para organizar “un referéndum en el Sahara Occidental”. Pero en los hechos, la impunidad de la que goza Marruecos, parecen no dejar lugar a dudas que la única perspectiva sería la negación del derecho a la autodeterminación, y el olvido.
Cabe recordar que la filosofía de la descolonización se encuentra vigente en la ONU desde el 14 de diciembre de1960, para favorecer “el movimiento en pro de la independencia en los territorios en fideicomiso y en los territorios no autónomos”, con el objeto de “poner fin al colonialismo y a todas las practicas de segregación y discriminación que lo acompañan”. En virtud que “todos los pueblos tienen el derecho a la autodeterminación”, y con el propósito que “puedan ejercer pacífica y libremente su derecho a la independencia completa”, la Asamblea General de la ONU consideró igualmente entonces, que “todo intento encaminado a quebrantar total o parcialmente la unidad nacional y la integridad territorial de un país es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas”.
Esa Asamblea General, el parlamento de la ONU, con sus ahora 193 Estados, lo confirmó y amplió el 7 de diciembre de 2018. Aportó “su apoyo una vez más a las aspiraciones de los pueblos bajo dominación colonial a ejercer su derecho a la libre determinación, incluida la independencia, de conformidad con las resoluciones de las Naciones Unidas relativas a la descolonización”, lo cual lleva la aplicación a “territorios concretos”. Exhortó a las “potencias administradoras” de esas tierras y poblaciones identificadas para ser descolonizadas, a velar que las “actividades económicas … no tengan consecuencias perjudiciales para los pueblos de esos Territorios, sino que promuevan su desarrollo, y a que los ayuden a ejercer su derecho a la libre determinación”.
Dichas “potencias” no deben tener “actividades” ni “bases militares” y reconocer a los habitantes autóctonos “su derecho inalienable … a sus recursos naturales y su derecho a establecer y mantener el control sobre la futura explotación de esos recursos” y la “propiedad” de dichos Territorios, susceptibles de recibir ayuda para fortalecer su economía, y asistencia “bilateral como multilateral”, acoger “misiones visitadoras” y “buenos oficios para ayudar a impulsar el programa de descolonización caso por caso”.
De momento, el 80% de la superficie del Sahara Occidental, está ocupada militarmente por Marruecos. Actualmente, en sus cárceles se contabiliza medio centenar presos políticos saharauis, al tiempo que 173 mil de sus compatriotas, viven refugiados en campos de migración argelinos, o exilados en otros países. “Los 1400 kilómetros de costa atlántica y las aguas adyacentes del Sahara Occidental están controlados por el estado marroquí”, que “es uno de los primeros productores de pulpo del mundo. Sin embargo”, en el espacio atlántico de la monarquía islámica de Mohamed VI, “no hay pulpo. Marruecos carece de soberanía legal sobre el Sáhara Occidental, y actúa como una potencia ocupante de facto”, explica en sustancia un pormenorizado Informe del Observatorio de Derechos Humanos y Empresas (ODHE, 25/3/2019), publicado en Barcelona.
Para llegar al objetivo fijado por la ONU de “una solución política mutuamente aceptada … que sea realista, pragmática, perenne, basada den el compromiso, justa, durable y que permita la autodeterminación del pueblo del Sahara Occidental conforme a lo resuelto por el Consejo de Seguridad de la ONU”, Marruecos propone la autonomía, conforme a su Reino islámico autoritario, adosada como una nueva provincia del “sur”. El Referendum y la independencia, “no están a la orden del día”, afirmó el jefe de la delegación marroquí en las malogradas conversaciones de Ginebra, Nasser Baurita, ministro de relaciones exteriores del régimen chérifien de Mohamed VI. En cambio, para el Frente Polisario, solo la consulta electoral, en el marco del censo efectuado por España en 1974, depositaría en los votantes la decisión en torno a la independencia. “Si perdemos, abdicamos de nuestra reivindicación de la independencia”, desafió en Ginebra el representante del Frente Polisario, Jatri Aduh, presidente del Parlamento de la República Arabe Saharaui Democrática (RASD).