Es indudable que los musulmanes -por razones de instrucción, sanguinidad
y el hecho de que el común de su población, en realidad la mayoría ya que el
resto está conformado por las castas “superiores” de jeques millonarios,
vive casi en estado tribal como hace más de mil años- son muy fáciles de
provocar. Eso es lo que vienen haciendo Estados Unidos, Israel y sus aliados en
cuanta oportunidad se les presenta, logrando reacciones que vienen muy bien a
sus intereses, como manifestaciones antioccidentales, intifadas, escaramuzas
fronterizas y otras expresiones que les dan pie para reprimir y aún lanzar
ataques devastadores como los últimos que asolaron al Líbano. Una forma poco
encubierta, dicho sea de paso, de ir acabando con muchos civiles y así –por más
temerario que parezca este concepto- ir reduciendo el número de exponentes de
la raza árabe, comenzando por los sitios donde más concentración de ellos se
registre.
El
extinto Papa Juan Pablo II fue un notorio aliado de Estados Unidos, y el
entonces presidente Ronald Reagan enviaba con frecuencia al Vaticano a su
embajador itinerante, el general Vernon Walters, quien además de militar y católico
siempre estuvo ligado a la CIA. De allí que el Papa era abastecido con
abundante información sobre los movimientos religiosos, entre ellos el Islam y
hasta los propios católicos “desobedientes” de América Latina enrolados en
la Teología de la Liberación, además de proveer ayuda financiera y logística
a Solidaridad, el partido que en Polonia comenzó como un sindicato, liderado
por Lech Walesa.
El
sucesor de Juan Pablo II, en otros tiempos su más estrecho colaborador y
coincidente en ideas ultraconservadoras, lo cual demostró suficientemente
persiguiendo a los “teólogos de la liberación” y a todo apóstata o
“hereje” que se le cruzara –por algo estuvo al frente de la Sagrada
Congregación para la Doctrina de la Fe, antes más conocida como la Santa
Inquisición-, no le va en zaga a su antecesor. Eso en cuanto a ideas y al hecho
de continuar como un sólido aliado de Occidente, pero no en lo que respecta a
su habilidad política y discursiva. Benedicto XVI, el ex Cardenal Joseph
Ratzinger, no se ha caracterizado hasta ahora por su facilidad o claridad en el
lenguaje. En el año y medio que lleva en el papado, ha elaborado por ejemplo
pocas encíclicas y éstas de contenido muy “lavado”, documentos que no
alcanzaron por el momento la trascendencia –según sus destinatarios- de los
elaborados por el papa Wojtyla. Y para colmo de males acaba de demostrar que su
lenguaje no es precisamente de mejor nivel.
Mas que pésimo comienzo en sus funciones le tocó al
flamante secretario de Estado del Vaticano, el Cardenal Tarcisio Bertone, frente
a lo que le espera en su debut. Recluido a su regreso de Alemania junto a éste
y otros colaboradores en su residencia veraniega, el Papa está ahora “muy
molesto”, según fuentes romanas, por la interpretación y el giro que han ido
tomando sus palabras pronunciadas en la Universidad de Ratisbona, cuando en un
discurso afirmó que “el profeta Mahoma sólo había traído al mundo cosas
malvadas e inhumanas, al ordenar difundir su fe con la espada”. No
tardaron mucho en estallar las primeras reacciones entre los musulmanes,
mientras el Pontífice hasta ahora no se ha disculpado, como le pidió por
ejemplo el parlamento de Pakistán, y sólo dejó que el vocero del Vaticano,
Federico Lombardi, expidiera un comunicado diciendo que el
Papa “no había tenido intención de ofender a los musulmanes”.
Sin embargo, pese a esa declaración los dichos del Papa han despertado
la ira de todo el mundo islámico, como señaló el líder de la Hermandad
Musulmana de Egipto, Mohammed Mahdi Akef, en tanto un líder a cargo de los
asuntos religiosos de Turquía, Alí Bardakoglu, afirmó que el Papa parece
estar demostrando “odio y enemistad” hacia el Islam, y recordó las
atrocidades cometidas por las Cruzadas católicas dispuestas por el Vaticano
contra cristianos ortodoxos, judíos y musulmanes en la Edad Media. Las
reacciones y declaraciones se fueron extendiendo como reguero de pólvora en
varios países, llegando hasta la
Cumbre de los No Alineados desarrollada en Cuba, donde el presidente de Pakistán,
Pervez Musharraf, y el primer ministro de Malasia, Abdullah Ahmad Badawi
–asistentes a la misma-, afirmaron que el Papa “no debería subestimar la
sensación de enojo que sus comentarios provocaron en el mundo musulmán”. Cabe
recordar además que Ratzinger tiene programada para noviembre una visita a
Turquía, país mayoritariamente de religión musulmana.
Ahora
bien, cabe preguntarse: ¿realmente el Papa cometió una simple equivocación,
un error que le impidió calcular el peso de sus palabras?. Si fue así, sería
alarmante para los millones de cristianos católicos ver que quien dirige los
destinos de la Iglesia está, a sus 79 años de edad, algo flojo de la cabeza.
Si no es así, por lo tanto lo que queda de esto es mucho más grave.
La oleada
de ira islámica no se hizo esperar y ya va alcanzando aristas cada vez más
violentas. En Sudán una religiosa a cargo de un hospital fue acribillada a
balazos por un grupo armado. Varias iglesias –en Pakistán ya pasaron a ser
protegidas por el Ejército- fueron incendiadas. Y algo que a George Bush lo está
haciendo relamer de contento: ya se han lanzado amenazas en el sentido de que en
cualquier momento se atentará directamente contra el Palacio Vaticano.
Y éste
sería el quid de la cuestión. Lo que cuenta con más probabilidades es que el
ex Cardenal Joseph Ratzinger esté bien en sus cabales y haya lanzado su anatema
antiislámico con total premeditación. Lisa y llanamente, que haya pergeñado
–por sí o en combinación con sus “socios” de Occidente- otro acto de
provocación que sirva para generar lo que generó y, tras cartón, dar
nuevamente validez a los delirios de Estados Unidos, Israel y sus aliados de que
deben mantener tropas en Medio Oriente y, en cuanto sea posible, desarrollar una
guerra más profunda, con nuevos objetivos y exterminadora. Una nueva Cruzada, esta
por supuesto con equipamiento mucho más moderno y sofisticado que el que
utilizaron sus predecesoras unos 800 años atrás.
Por último,
a muchos no se les escapa que esta provocación aparece –quizás no
casualmente- en momentos en que se recuerda que hace 24 años ocurrieron las
masacres de Sabra y Chatila, en Líbano, cuando durante tres días de septiembre
falanges cristianas, con el apoyo logístico de los israelíes, quienes además
rodearon a las víctimas con un cerco que no les permitió escapar, asesinaron a
miles de palestinos allí refugiados, fundamentalmente mujeres, niños y
ancianos.
Carlos Machado