Si hay un mercado que es competitivo en la Argentina es el mercado de los alimentos. Este es un mercado donde no existe la cartelización y donde los aranceles externos son los más bajos: cero.
¿Cuál es entonces el real motivo por el cual el gobierno se ve empujado a confeccionar una lista de precios cuidados? Ni más ni menos que demostrar poder y amenazar a los empresarios y comerciantes con la ley de Abastecimiento y de Defensa de la Competencia.
A ningún argentino, excepto a aquellos menores de 30 años, nadie le puede enseñar lo que es la inflación y como sobrevivir a ella. En las peores espirales inflacionarias, la gente sorteaba la inflación comprando a aquellas marcas más baratas.
No habías listas, no había controles salvo aquellos apuntados a obtener alguna prebenda o coima por parte de algún inescrupuloso funcionario o inspector, inmortalizado por el recordado Tincho Zabala, en el personaje “Victoriano Barragán”.
Los argentinos están habituados y saben cómo neutralizar la inflación en el renglón de alimentos. Pero no pueden controlar la inflación que genera el Estado, tanto en la emisión de moneda, el aumento de impuestos y la suba de tarifas que impacta directa o indirectamente en el bolsillo de población.
Todo esto demuestra lo fútil que resultan los controles de precios y las listas de controles. 6.000 años de controles inútiles lo respaldan.
Es el error de querer aparentar para quedar encubierto. Es el Estado el que genera inflación, pero mejor es que parezca que no lo es.