A pesar de haber dicho Ud. que está conforme con sus primeros días de gobierno, quizá sea la hora de decirle, sin dejarnos tentar por ningún juicio “anti algo”, que somos muchos los que no estamos dispuestos a aceptar las pretensiones de quien, metafóricamente hablando, “cree que dos más dos es igual a cinco; por lo cual, no habiendo motivo para suponerlo demente, debemos asegurar que no lo cree, por mucho que grite y aunque se deje matar por sostenerlo” (Ortega y Gasset).
¡Y vaya si tenemos razones para desconfiar de Ud.! Porque han circulado en estos días numerosos videos en donde se lo ve diciendo hasta hace muy poco tiempo todo lo contrario de lo que parece sostener hoy día. Y de lo que hace. Sobre todo, en cuestiones que puedan afectar al poder. No se sabe bien si el suyo, que comenzó prestado, o el de Cristina, quien se lo cedió para que se ocupe del trabajo sucio que hay que hacer con cierta urgencia.
Algunos observadores dicen algo que no compartimos: que el haber ocupado Ud. posiciones de privilegio en el kirchnerismo, debe haberle enseñado a manejar las relatividades del poder con la baquía suficiente para enderezar una nave escorada.
Por el momento, solo se destacan sus percepciones laudatorias sobre lo que hizo alguna vez la pareja K (que terminó llevándonos finalmente a un “dead end”), lo que no creemos sea el motor de la calidad adecuada para poner en marcha sus nuevas funciones, habida cuenta del tiempo transcurrido desde entonces.
Algunos de sus primeros movimientos se nos antojan semejantes al vuelo frágil de un pato amenazado por el fusil de algún cazador implacable (¿la actual Vicepresidente?), sobre todo cuando reparte eufemismos diversos para designar asuntos candentes como la dictadura de Venezuela, que Ud. considera está pasando por “tensiones propias de la democracia” (¿).
O cuando recita una y otra vez su “cantata” sobre recetas aplicadas por su gran mentor –Néstor Kirchner-, sin darse por aludido de que las eventuales bonanzas de hoy no provendrán de las antiguas abundancias disfrutadas por un movimiento que debería figurar en la reseña histórica de los grandes fracasos políticos mundiales.
Por si no se hubiera apercibido aún, le recordamos que su “lozanía” política depende hoy primordialmente del aire enrarecido proveniente de movimientos sociales muy activos, que fueron prohijados por un kirchnerismo que tejió con ellos una relación que osciló siempre entre el entendimiento y la fantasía.
Hay una realidad que indica que los argentinos nos parecemos muy poco a venezolanos y cubanos, y el 40% de votos opositores que capitalizó Macri en las recientes elecciones –a pesar de los errores imperdonables de su gobierno-, deberían constituir una alerta para Ud., a fin de hacerle abandonar cualquier idea estrafalaria de “castigarlos para que escarmienten” (sic), como ha dicho alguna voz imprudente de su partido.
Hay quienes creen -por ahora-, que es Ud. un cultor de una suerte de “pragmatismo” político; pero sus primeros pasos no se asemejan en nada al delineado por los estadounidenses Pierce y James a fines del siglo XIX, ya que no se asienta sobre un requisito imprescindible para estos autores: el trazado previo de un sendero para marchar.
Solo vemos por el momento los “chamuyos” entre pares, predicando sobre una supuesta austeridad –para todos menos para la política de la que forman parte-, lo que acaba de ser confirmado por Ud. al girarle a algunos gobernadores peronistas más de cinco mil millones de pesos para que puedan seguir de fiesta por todo el año 2020 -o hasta nuevo aviso de socorro-, como ha sucedido siempre en el seno de su partido.
La mayoría de las flaquezas conceptuales expresadas en sus juicios de valor, parecen provenir también de una mala percepción de alguien que, como Ud., solo ha logrado por ahora una suma del poder público por 180 días (bastante alejada de los preceptos constitucionales), que podría muy bien convertirse en algo permanente, habida cuenta de los antecedentes históricos del partido político al que Ud. dice pertenecer.
No nos privamos de recordarle un principio angular de la filosofía, que señala que los hombres más capacitados y talentosos (en realidad Ud. no tendría por qué serlo, por supuesto) tienen pocas ideas, pero algunas de éstas son capitales y en ellas hacen caber a todo el mundo que les rodea.
En su caso, habla Ud. todos los días a toda hora, tratando de ocultar que su receta “magistral” consiste en realidad en sacudir con más impuestos a todos los que producen.
Quizá porque se lo ve viviendo aún las consecuencias del apuro que tuvo para darle el “sí quiero” a su “amiga recuperada” (sic) pocos días antes de las PASO, dando la impresión de que vive embargado por lo que podría catalogarse como “el sueño del pibe”.
No deseamos ser pesimistas a ultranza, pero el mayor peligro al que nos enfrenta Ud. es a un retorno al intervencionismo asfixiante del Estado, olvidando que toda estatificación termina aniquilando la espontaneidad de los emprendedores privados, que son quienes lubrican los mecanismos del progreso.
En efecto, la experiencia indica que cuando se violenta la voluntad de la ciudadanía y se le impide decidir libremente de qué modo desea manejar sus asuntos personales, se apaga ipso facto la vitalidad necesaria para que una sociedad se desarrolle con pujanza.
Sus primeros pasos parecen ir en camino a “chuparse” dicha vitalidad, diciéndonos algo así como: “a partir de ahora, te diré qué debes hacer y cómo hacerlo; y estaré atento a vigilar tus eventuales ganancias extraordinarias”.
Supuestamente por 180 días. ¿Y después? ¿Cómo sigue la historia? ¿Según lo que diga el manual “explorador” del hijo pródigo Guzmán?
No debería Ud. olvidar tampoco que “el proceso paradójico y trágico del estatismo consiste en que la sociedad, para vivir mejor, lo crea como un utensilio puesto a su disposición, hasta que con el tiempo éste se sobrepone a todos y la sociedad termina viviendo para él” (Ortega).
¿Pruebas? Ud. las conoce. Y si no está muy seguro, le bastaría revisar la historia de otros países de América Latina y Oriente Medio, que han convertido en autómatas a ciudadanos que deambulan como zombies entre ruinas, vestidos - ¡oh ironía!-con remeras donde puede leerse sobreimpreso: “I love New York”.
Esperamos que no se confunda en su gestión de mando, apareándola a la prepotencia de sus opiniones personales -o las de su “delirante” socia eventual, como Ud. la ha calificado-, convirtiéndolas en algo primitivo como “la seriedad inestable de quien se ha tragado una carcajada y si no aprieta bien los labios, la vomita” (Ortega nuevamente).
Porque al verlo actuar, nos recuerda Ud. el cuento de aquel parroquiano que cada mañana, durante mucho tiempo, se arrimaba al mostrador de un bar pidiendo una grapa y luego de ingerir el licor, elevaba su vaso al cielo y mirando un retrato de Gardel colgado a su frente por el dueño del local exclamaba: “¡Macho, ¡qué grande sos!”. Días y meses de repetir machaconamente la misma cantilena hartaron al propietario en cuestión, quien encontró entre los trastos del sótano de su propiedad una foto de Napoleón con uniforme que reemplazó por la de Gardel, para cortar el ritual del pesado admirador del ídolo. Al regresar éste al día siguiente del cambio, pidió su grapa como siempre, elevó la vista, y luego de cabecear unos instantes por desconocer al nuevo retratado, volvió no obstante a levantar su vaso, exclamando esta vez: “¡Macho, cualquier pilcha te queda bien!”.
A buen entendedor, pocas palabras.