Como en el conocido chamamé de Pastor Luna, Cristina Kirchner parece decidida a poner “a todos a bailar”, como dice la letra de la pieza conocida. A bailar a propios (los “Albertos”) y extraños (Macri y sus “siniestros” antecesores de la mafia siciliana).
¡Qué obsesión, por Dios! Como hubiera dicho el ex Presidente Menem. Bueno, es una forma como cualquier otra para “presentar” el mamotreto de su autoría llamado “Sinceramente”, que algún día, cuando toda esta pantomima haya pasado, será tenido como un recuerdo más de los desvaríos de quien no puede quedarse quieta ni un minuto, ni descargar el arma con que dispara contra el mundo sin parar.
Todo esto en cenáculos recoletos como los del salón de Cuba, donde ante muy pocas personas (conminadas seguramente por el régimen imperante allí), practicó su deporte favorito: “Lengua libre”.
Un deporte parlante donde puede comenzar hablando de Napoleón y terminar culpando a las hormigas por comerse alguna torta dulce desprotegida del cobertor “anti insectos”.
Si Alberto F. cree que podrá “domesticar” a esta verdadera fiera, le avisamos que lograrlo va a ser tarea ardua y que más le valdría “soltarle la mano” a quienes deban procesarla por sus acusaciones de corrupción, para que se quede tranquila de alguna manera, retirándose quizá “motu proprio” a alguna isla lejana (¿por qué no Cuba?) a vivir las delicias de la romántica Habana Vieja, encontrando (¿por qué no?), algún romántico admirador que la festeje y calme sus ínfulas flamígeras por algún tiempo.
Muchas veces hemos dicho antes de ahora, que el epicentro que provoca un vórtice psicológico devorador termina haciendo desaparecer la cordura en cualquier ser humano.
La creatividad de Cristina es abundante, original e…inexplicable. Quizá porque cuando comienza a practicar el “lengua libre” sale de excursión parlante sin saber adónde puede llegar al cabo de un rato (generalmente muchas horas después, habida cuenta de la extensión de sus parlamentos).
En efecto, como parte de un “acting” hollywoodense, rompe con cualquier texto preparado y se va de viaje por el mundo de la imaginación (que en su caso es bastante prolífica), con la que recorre caminos desconocidos para todos y… hasta para ella misma.
Mujer de ideas fijas, gestos teatrales y construcciones verbales repetidas hasta el cansancio, entretiene a su audiencia con el color de un espíritu supuestamente revolucionario. El de aquellos que hablan de igualdad para todos de viva voz, con un Rolex de oro en la muñeca, una cartera Louis Vuitton colgada del brazo y calzada con coquetos zapatos Louboutin, bebiendo agua mineral Perrier que no se consigue en ningún almacén de barrio “nacional y popular”.
Nuevamente nos salta a la memoria la interjección favorita de Menem: “¡Por Dios!”
¡Pobre Guzmán! Que parece un buen tipo y ve la oportunidad de inscribir su nombre en el bronce que lo recuerde algún día como un heroico experto en finanzas internacionales por haber sacado del pantano al país del “nunca jamás” (la Argentina).
Si el kirchnerismo pretende reconstruir las nuestras asistido por la lengua encendida de su actual líder, corre serio riesgo de hacernos terminar nuestros días en algún instituto para enfermos mentales.
¡Qué persistencia para luchar por las formas dejando el contenido a merced del “mejor postor”!
A buen entendedor, pocas palabras.