La negociación con el Fondo Monetario Internacional se está llevando las escasas energías que tiene el gobierno a la hora de negociar desde una posición de “fortaleza” con los organismos internacionales que no tienen nada para perder y todo para ganar.
Las distintas visiones que comenzaron a ventilarse públicamente entre sectores que conforman el mismo frente gobernante no hacen otra cosa más que dinamitar el camino que el presidente Fernández (en su primera gira por las principales naciones del mundo occidental) se encargó de pavimentar de cara a la dura negociación que le espera con el FMI. No se sabe con claridad si es una estrategia del gobierno o simplemente son expresiones de una serie de voces irresponsables que creen que con este juego infantil de dimes y diretes (apretar por un lado y negociar por otro) tendrá algún efecto en organismos perfectamente afinados para negociar en condiciones extremas como la que se encuentra nuestro país.
En este sentido, trabajando a destajo con el reloj del tiempo que transcurre a toda velocidad, el Presidente Fernández y todo su equipo económico, se ilusionan en llegar a buen puerto y concretar un satisfactorio acuerdo con el FMI antes de los vencimientos de los próximos pagos que implicaría desembolsar sumas siderales que no solo son de por si impagables (todos lo saben) sino que además implicaría dejar de lado el plan de reactivación de la economía interna y calmar los ánimos alterados de una sociedad que viene pagando el costo de ajustes que son interminables.
Para ello, el gobierno argentino a través de sus negociadores, está mostrando una voluntad de pago como nunca antes se había manifestado con tanto énfasis; es que ya todos saben que el no pago sumergiría una vez más a nuestra economía en un interminable default aislando a la argentina de los mercados internacionales “necesarios” estos para un desarrollo sostenido que potencie las capacidades infinitas que nuestro país posee sin explotar.
Ahora que se sabe bien quien manda en argentina (¿se sabe?) se ve con un poco mas de claridad el resultado de no haber debatido con antelación entre los distintos sectores que componen el elenco gubernamental acerca de la cantidad de problemas sin definir que tiene nuestra economía y que aún persisten y dificultan un entendimiento duradero de las partes que conforman el escenario social, político y económico en Argentina.
La política, la economía, la justicia y un plan estratégico que transforme rápidamente los recursos en capital productivo requieren un análisis más profundo y una decidida acción de gobierno más eficaz que la mera enunciación (diagnostico) de las dificultades que tienen los argentinos que esperan una pronta solución de los múltiples conflictos que padece.
Pero como siempre ocurre cuando la solución es corrida por la urgencia, comienzan a oírse voces temerarias convirtiendo las buenas intenciones del gobierno en tensiones peligrosas de sectores que están esperando una fisura interna por donde filtrar sus condicionamientos y con ello se produzca un desgaste prematuro del gobierno actual disminuyendo su poder para negociar con los distintos actores de nuestra sociedad y su capacidad para gobernar.
La crisis económica internacional que se globaliza a la misma velocidad que el coronavirus surgida en China, no hace otra cosa que cerrar los posibles portones de salida con los que contaba nuestro país antes de la terrible epidemia que ya comienza a contaminar a los mercados internacionales.
Las derivaciones económicas y financieras internacionales que pueden devenir a partir de un posible colapso de la segunda economía del mundo y su influencia sobre los mercados mundiales dificulta aún más hallar la fórmula que permita una pronta solución a las naciones emergentes.
Pensar en una tercera posición respecto a la polaridad que lograron las dos coaliciones que hegemonizan la política argentina (Frente de Todos y Juntos por el Cambio) es por ahora una fantasía irrealizable, ambos espacios se consolidan en posturas opuestas cada vez más radicalizadas y concentran en su interior a sectores muy definidos que en el fondo de su pensamiento refleja la ruptura ideológica que arrastran los argentinos desde el comienzo de su historia democrática.
Si por lo menos hubiera un debate serio y permanente de cada uno de los temas y acordáramos qué modelo de Argentina queremos en este presente, aplicaríamos en un futuro inmediato las mejores propuestas que surjan de ello y evitaríamos así entonces caer cada cuatro años en la oscuridad que produce la incertidumbre de carecer con un destino común.