Puede observarse que hay una realidad que está superando a la pandemia del Covid-19: la falta de actualización de los sistemas de salud en todo el mundo, salvo honrosas excepciones.
Ningún gobierno tiene a mano la cantidad de test reactivos para saber si los infectados son 100, 50.000 ó 1.000.000, y, por lo tanto, cuando se habla de porcentaje de infectados y de fallecidos el mismo no refleja la realidad en absoluto. Es fácil deducir que 9 muertes producidas sobre 500 casos testeados no son iguales a 9 sobre 100.000. Esto surge de aplicar una fórmula de matemáticas elemental.
Sin embargo, por algún motivo misterioso que no hemos conseguido descubrir, el mundo parece moverse “en manada”, adoptando medidas extremas que, supuestamente, evitarían el contagio, aún los asintomáticos (no las muertes) y están dejándonos frente a un panorama desolador: la economía de Estados, organismos internacionales de ayuda financiera y empresas privadas, que están entrando en otra pandemia: la que condenará a mucha gente a vivir en la miseria por muchos años.
Es posible que el brote inicial haya tentado a algunos irresponsables a ocultarlo por la intensidad del virus, pero que algunos dirigentes políticos tengan la “cola sucia” por tal motivo, no explica suficientemente bien la crisis de histeria colectiva de organismos públicos y privados desprovistos de estadísticas confiables de ningún tipo.
El exceso de información banal, los intereses en divulgar las extravagancias de los “influencers” y las figuras más populares de la TV, la política y el deporte, nos han sumido en este caos que amenaza por ponernos contra las cuerdas si no usamos la cabeza como se debe.
En nuestro país especialmente, estamos sufriendo los efectos de una pandemia mucho peor: la crisis de políticos y dirigentes que suelen llenar el aire de palabras vacías, que la mayor parte de las veces apuntan a ensalzar sus propias conveniencias.
El producto de las imbecilidades que promovieron por años a través de dichos livianos e irresponsables, fueron creando un escenario del que parece muy difícil evadirse hoy: marginación y pobreza para un número impresionante de gente que no tiene comida; pero además tampoco cloacas, agua potable, remedios y viviendas para vivir decentemente.
Este es el antecedente que se está moviendo como un tractor que amenaza aplastar a dirigentes políticos que durante más de 40 años han tenido éxito en vender “gato por liebre” con la aquiescencia inexplicable de hordas de descerebrados que los aplaudieron y hoy lucen “groggies” ante lo inesperado.
En efecto ¿a quién culpar ahora por el curso de la realidad? ¿Al neoliberalismo? ¿A la sinarquía internacional? ¿A la finalización del ciclo benevolente del “Dios argentino”?
Mueve a gracia e indignación simultáneamente, ver las afiebradas reuniones (a 1,30 mts. de distancia, por si acaso) de políticos que comparan estadísticas que no tienen, con otras que no resisten el menor sentido común, lanzando frases solemnes y estúpidas, como las que dicen “privilegiar la salud sobre la economía”.
¿Es que piensan con la cabeza o tienen un bosque cerrado de árboles que les impide ver la realidad del “día después”?
Muchos países han manejado mucho mejor las cuarentenas inteligentes, privilegiando los cierres por sectores y dejando de promulgar ideas estúpidas sobre una realidad que han aceptado como se presenta: entre otros, Noruega y Australia.
Mientras tanto, con la misma brutalidad que emerge de cerebros destruidos por su “entrismo” cultural, algunos intendentes de nuestro conurbano levantan montículos de tierra pretendiendo elevar barreras de impedimento para la libre circulación ¡de un municipio a otro! ¡En qué cabeza cabe!
Claro, no tienen cómo explicar que el sistema de salud argentino está casi quebrado, salvo en algunos centros urbanos de mejor poder adquisitivo, y que lo único que distribuyó la política –de la cual forman parte-, ha sido la miseria.
Hoy se les presenta como un antecedente que podría hacer peligrar sus cargos y reaccionan con los montajes de WhatsApp y “trascendidos” de médicos y biólogos que NO EXISTEN y recomendaciones que solo parecen estimular la venta de jabón. Porque el otro elemento faltante, el agua, escasea por todas partes.
Son pocas las voces sensatas que tienen la posibilidad de hacerse oír, pero sería bueno comenzar ya mismo un debate público que esclarezca estas cuestiones y produzca un giro copernicano en el comportamiento de dirigentes mediocres…e inmensamente ricos, que siempre trabajaron de políticos “profesionales” (¿?).
Quedémonos en casa un tiempo si sirve, pero aprovechemos para reflexionar, sacando la cabeza de lo que opinan Tinelli, Alexander Caniggia, Jorge Rial y los chimenteros que le han roto la cabeza a la mayoría de una sociedad que hoy no comprende por qué se halla totalmente desamparada y “a la buena de Dios”.
Y si fuera posible, olvidarse por un rato largo del peronismo y de aquellos que proporcionan revoluciones para repartir lo que no hay.
¿Será mucho pedir? A buen entendedor, pocas palabras.