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La delincuencia diaria ha quedado muda. Las noticias que se consumían respecto de hechos criminales ya no son oídas, por el contrario, hoy sólo importa aquellos que fallecen a causa del Coronavirus.
Lo importante es el aislamiento social preventivo y obligatorio, aquella cuarentena a la que muchos ya están acostumbrados, ya que sus trabajos quedaron impedidos a causa del caos sanitario provocado por la cepa del Covid-19.
Las consecuencias políticas y económicas causadas por la misma razón también son cubiertas por los medios, y es lógico, resulta ser de suma importancia tener cierto panorama sobre el qué pasará a futuro. Cuándo y cómo se avanzará con la salida del desorden socio-político-económico que viene causando este virus.
No obstante, de forma diaria se llevan a cabo asaltos, violaciones y asesinatos. Estos son callados, o peor aún, ignorados.
Son los desamparados. Aquellos a quienes la policía no puede proteger por tenerlos a estos últimos enteramente ocupados en evitar que la gente circule por las calles sin autorización.
Parte de la sociedad también tiene la culpa de ello. ¿Qué pasaría si esa fracción de la población no circulara dejando a las fuerzas de seguridad con mayores recursos (sobre todo temporales) para acudir en asistencia de quienes sufren algún acto de delincuencia?
Los casos son numerosos. El último que se puede mencionar refiere a una joven de 26 años llamada Camila Tarocco, quien había desaparecido el pasado 4 de abril y fue hallada esta madrugada asesinada y enterrada en el partido bonaerense de Moreno.
La sospecha recae sobre su ex pareja, Ariel Alberto González de 33 años, quien estaba detenido y había sido beneficiado con prisión domiciliaria por el juzgado de garantía de Moreno-General Rodríguez nº2 a cargo del magistrado Gabriel Castro.
También puede nombrarse el caso del contador baleado y asesinado durante un asalto en su casa de pilar acontecido el pasado 14 de abril. Una digresión en este caso: el hombre se encontraba durmiendo junto a su familia.
Es necesario insistir, los casos son cuantiosos y poco o nada se cubren en los medios. En otro contexto, habrían sido cubiertos quizá por días. Pero no, hoy sólo importan los fallecidos por Coronavirus.
Los asesinados por hechos de criminalidad ya no importan. La información se parcializa y los muertos por inseguridad no importan más. ¿Qué hubiese pasado con la causa de los rugbiers si hubiese ocurrido en pleno contexto de pandemia? ¿También hubiese sido silenciada? Probablemente.
Si a todo lo antedicho se le suman los copiosos actos de corrupción que llevan adelante el Gobierno Nacional y distintos Gobierno provinciales y municipales de los que no se hablan, se puede llegar a la conclusión de que ciertamente los grandes medios son canallas.
Es esa clase de prensa que utiliza la información a piacere. Que oculta lo que le conviene para que no dejen de bajarle pauta desde los distintos organismos estatales.
Aunque, para no desviar la atención de este artículo, es necesario resumir: aquellos que fallecen o que sufren a causa de la inseguridad, son ignorados. Son las voces que nadie oye.
Esto habla que antes había connivencia entre delincuentes y policías, ni hablar de los punteros ; ahora se acabaron los motochorros, piqueteros, femicidios, hasta que se comience a usar, por ser obligatorio, el tapaboca en toda la Provincia, ahí te quiero ver, como van a estar todos iguales, se ponen la gorrita y por más cámaras que "haiga" anda a reconocerlos. Solamente esta larvado, ahora vía libre y en todo de acuerdo con el gobierno. Lejano Oeste, asaltantes de bancos, se levantan el pañuelo y listo. .
No queda claro, porque nadie lo expresó de manera oficial, pero hay una especie de suspensión de facto de muchos derechos y el de circulación no es precisamente el más importante. No es que se hayan suspendido los derechos, pero se dejaron de lado muchas previsiones y advertencias necesarias. El gobierno y los medios pueden hablar livianamente de una "guerra" contra la pandemia, el problema es que en nuestro país la mera mención de una crisis es una excusa para que ocurra cualquier cosa. Así como en la guerra declarada por los terroristas en los setenta se dio por sobreentendido que se perdían todos los derechos, y también la noción de que existen crímenes de guerra, ahora ocurre algo parecido. Podemos hablar de que los delitos comunes no aparecen en los medios, o que ni la policía ni la justica se ocupa de ellos. Podemos hablar de medidas tan absurdas como liberar presos porque suponen que el aislamiento preventivo lo van a cumplir mejor en libertad que en la cárcel. Pero hay mucho más. La presencia mediática de la pandemia pareciera que libera de responsabilidades a hospitales médicos y sanatorios; hablamos de responsabilidades que en condiciones normales darían lugar a infinidad de juicios por mala praxis o negligencia, por mencionar lo más significativo. En el ámbito del crimen la pandemia abre además otras posibilidades que nadie considera. La cantidad de muertos hace que parezca banal o directamente invisible el caso de un posible homicidio por infección intencional. La seguridad, que no es una sensación, empieza por la convicción de que tarde o temprano por más crisis o caos que haya ahora, todos los hechos se van a esclarecer. Esa debería ser una de las misiones más importantes del Estado en una crisis como la presente, que no es nada menos que mantener el estado de derecho. Por el contrario, nuestra clase dirigente se dedica a mostrarse condescendiente con los damnificados pasivos y de menos recursos, pero no hace absolutamente nada para asegurar la idoneidad y la responsabilidad de los actores.